Si el cambio climático y sus consecuencias siguen avanzando como lo han hecho hasta ahora, la vida en la Tierra dentro de unos siglos se avecina poco esperanzadora. Esto genera la necesidad de explorar alternativas para el futuro, como la de vivir lejos del planeta, en torno a la Estación Espacial Internacional. Incluso si no fuese necesario llegar a estas medidas tan drásticas, los viajes espaciales por placer sí que podrían ser una realidad dentro de no mucho tiempo.
Las familias que consideren Disneyland demasiado aburrido podrían organizar unas vacaciones al espacio o las parejas amantes de la astronomía podrían planear una romántica luna de miel más cerca que nunca de las estrellas. Pero, ¿podrían esas parejas engendrar a su primer hijo durante su viaje de novios? ¿Podrían los futuros humanos desterrados fuera de la Tierra perpetuar la especie?
Esta cuestión alberga muchas incógnitas que deben ser despejadas poco a poco, empezando por analizar el comportamiento de los espermatozoides en un ambiente de microgravedad. Por eso, la NASA acaba de poner en marcha la misión Micro-11, que dará respuestas a esta y otras preguntas concernientes a la reproducción humana en el espacio.
Espermatozoides espaciales
La semana pasada, la Agencia Espacial Norteamericana envió a la Estación Espacial Internacional un cohete Falcon 9, cargado con una serie de muestras de semen, tanto humanos como de toros. Una vez allí, un equipo de científicos comprobará si la microgravedad influye sobre la capacidad de los espermatozoides para moverse.
Una vez realizadas estas pruebas, congelarán las muestras y las devolverán a la Tierra, donde otro equipo de científicos los utilizará en un ciclo de inseminación artificial para comprobar si conserva la capacidad de fecundar un ovocito.
No es la primera vez que se analizan los efectos de la microgravedad sobre la capacidad fecundativa de los espermatozoides. Ya el año pasado la NASA lo hizo con esperma de ratón y mucho antes, en 1998, un equipo de científicos comprobó la capacidad reproductiva de un grupo de caracoles y pulgas de agua inmersos en un tanque de agua a bordo de la estación espacial MIR.
Sin embargo, hasta ahora nadie lo había hecho con muestras humanas que, al fin y al cabo, son las que más interesan a los investigadores. Si los resultados fuesen positivos y la capacidad reproductiva se mantuviera, aún quedarían muchos pasos por recorrer. Sería necesario saber si es factible mantener sexo en el espacio y si, una vez logrado el embarazo, se podría llevar a cabo un parto seguro. Además, tampoco se conoce cómo afectaría la micro gravedad al desarrollo temprano de los embriones.
Queda claro, por lo tanto, que aún queda mucho por investigar hasta que nazcan los primeros bebés espaciales. Hasta entonces, quienes quieran engendrar a su primer hijo durante su luna de miel tendrán que conformarse con un hotel en Punta Cana o en las Islas Griegas. Y ni tan mal.