Carne (en filete, tiras o rodajas de embutidos), pan o masa, algo de verdura y un bastante de salsas. Las hamburguesa, pizzas o kebabs son muy socorridos para una noche en la que da pereza cocinar en casa, pero no llamar al repartidor, o bien a la hora de celebrar una fiesta en la que no hay ganas de ensuciar la cocina. A pesar de sus aparentes comodidades (¿cuánto tardaríamos en cortar unos tomates y una lechuga para hacernos una ensalada?), sus ventajas para la salud son más que cuestionables.
Lo ideal es mirarlos con lupa antes de ingerirlos. Y si nos decantamos por prepararlos en casa nos ahorraremos algún que otro susto. Pero en caso de que la cocina no sea lo nuestro, antes de llamar por teléfono, pedir por internet o acudir al local de la esquina sería interesante tener en cuenta una serie de consideraciones.
Hamburguesas: lo que hay alrededor de la carne
Las hamburguesas pueden ser aceptables si la carne que se usa en ellas es de calidad, así como el pan que la cubre: mejor una opción integral (integral de las buenas, no del tradicional de supermercado) que pan blanco. Pero alrededor de la hamburguesa hay todo un ritual de acompañamiento, sobre todo si la tomamos fuera de casa: le suelen acompañar un refresco y patatas fritas. Y si tiene queso, un placer para los sentidos de muchos. De acuerdo a las estimaciones, una doble cheeseburger, con una porción considerable de patatas fritas y un refresco no light suman unas 1150 calorías, una cantidad excesiva para una ración.
Se podría pensar que las hamburguesas tienen carbohidratos interesantes que contribuyen a la formación de músculos. Sin embargo, dichos carbohidratos son en realidad carbohidratos no saludables, en forma de azúcar y sin fibra, que impiden saciar el estómago y crean la necesidad de comer más. Estos carbohidratos refinados los encontraríamos en el azúcar del pan blanco o en el de las salsas industriales que añadimos a la carne, así que hemos de optar por una hamburguesa en pan integral y sin aderezos o con aderezos caseros, en los que controlamos los ingredientes.
Pizzas: pide la opción vegetariana
Si comparamos 100 gramos de hamburguesa con 100 gramos de pizza, la primera tiene 295 calorías y 266 la segunda. Sin embargo, no es el único argumento a tener en cuenta para inclinarse por una u otra. De nuevo al comparar, la porción de pizza solo tendría 10 gramos de grasas, frente a los 100 gramos de la primera. Y si hablamos del colesterol, el trozo de hamburguesa puede alcanzar los 47 miligramos, frente a los 17 de la pizza. Por tanto, parece que la balanza se inclina a favor del producto italiano. Pero no es la única razón.
La imagen asociada a comida basura de las pizzas puede cambiar según los ingredientes con los que está hecha la masa (harinas refinada de trigo, sal o azúcar), el grosor de esta y lo que lleva encima, además de conservantes, colorantes o aditivos. Una pizza de vegetales (tomate, aceitunas, champiñón, …) sería la opción ideal: una porción tiene unas 160 calorías; si fuera de carne, se subiría hasta las 520.
El nutricionista neozelandés Tony Small recuerda que la carne de las pizzas suele ser procesada (como embutido) y que tiene una gran cantidad de pan en la masa, de ahí que sea mejor elegir una de corteza fina, con verduras y sin ingredientes ultraprocesados.
Sin embargo, volviendo a las grasas de pizzas y hamburguesas, un consumo continuo de estas si son saturadas aumenta el riesgo de problemas cardiacos, diabetes e hipertensión. Un motivo más para pensárselo dos veces a la hora de preparar o pedir la próxima.
Kebabs: ¿de dónde viene esa carne?
El kebab se presenta como una opción más saludable en principio, por su aporte de verduras y porque la carne está asada. Sin embargo, al hablar de ellos no hay que olvidar un análisis que hizo la OCU en 2014. Entonces, la organización de consumidores advirtió de que, en los 25 kebabs de ternera que había analizado en otros tantos locales de Madrid, había encontrado mucho almidón, conservantes y otras carnes (pollo, caballo o pavo) que nada tenían que ver con la receta clásica de ternera. La calidad de estas era de "un aprobado raspado", según sus propias palabras. También, había rastros de contaminación fecal o mohos.
De acuerdo a sus conclusiones, los hidratos podían oscilar entre los 24 y 68 gramos y el porcentaje de grasas en la carne era entre el 17 y el 30 % (cuando normalmente la ternera tiene el 11 % de grasa rica en ácidos saturados). La sal también daba datos sorprendentes: había kebabs con 5,9 gramos, cuando la OMS recomienda no tomar más de 5 gramos al día.
La OCU concluía que un kebab tenía de media 739 calorías y 4,5 gramos de sal, más que una hamburguesa del Burger King (648 calorías, 2,3 gramos de sal) o del McDonald’s (510 calorías, 2,2 gramos de sal). A esto hay que añadir los fosfatos que la Unión Europea no prohibió en 2017 y que se añaden a la carne preparada: en gran cantidad acumulada en el cuerpo humano pueden provocar problemas renales o riesgos cardiovasculares. Si comemos la carne sin el pan del rollo y con una salsa ligera de yogur y muchas verduras (es habitual en los locales la opción de añadir lechuga, tomate e incluso humus), eliminamos las calorías, el sodio de más y los componentes de las harinas refinadas, y obtenemos un menú más nutritivo y saludable, con mucha fibra. Otra opción es un falafel con humus, que sumaría unas 400 calorías; de nuevo, tendríamos que revisar sus componentes y cómo se ha freído.
En definitiva, cuando pidas o prepares cualquiera de estos platos, ten muy en cuenta cada uno de los componentes de los alimentos o aderezos que añadas en su interior, así como los ingredientes del pan o de la masa. Si vas a un restaurante de comida rápida que cuente con información nutricional o de componentes, échale un vistazo, y si te asusta lo que ves opta por las ensaladas preparadas sin salsas que suelen tener. Con un poco de atención, tu salud no tendrá que correr riesgos.