Entrar en el Planetario por primera vez permite descubrir una dimensión mágica, casi irreal. Una nueva dimensión en la que casi se pueden tocar las estrellas con las yemas de los dedos. Tan cercanas y a la vez tan distantes. La tecnología permite que los humanos podamos viajar tan lejos como los píxeles permitan. Y eso, en el Planetario de Madrid, es una realidad. Hace apenas seis meses estrenaron un nuevo “juguete” con el que enseñar a los visitantes el más lejano escondite de la Vía Láctea y con el que se puede salir de nuestra galaxia en busca de otros planetas.
El nuevo aparato en cuestión se llama Megastar-ILA, un artilugio moderno y adaptado al siglo XXI que ha jubilado al anterior proyector Zeiss, el encargado hasta la fecha de enseñar las estrellas que nos alumbran durante más de 30 años. Quien maneja este nuevo proyector óptico es Juan Antonio (Toño) Bernedo, un ingeniero industrial que acaba de jubilarse y dice adiós a su gran pasión: la astronomía.
Toño, “una eminencia del Planetario” como dicen algunos de sus compañeros, habla con el convencimiento de quien conoce a la perfección nuestro sistema solar, al que lleva más de 30 años pegado. Él fue uno de los encargados de diseñar los nuevos vídeos que se proyectan o de arreglar pequeños desaguisados que puedan ocurrir con los ordenadores del centro.
El Planetario estuvo cerrado más de un año para modernizar las instalaciones y adaptarlas a la tecnología más puntera. Y gracias a eso, dice, desde que volvieron a abrir sus puertas no dan abasto con el público. “Estamos a tope”, dice riendo. Y es que el Planetario es un lugar de peregrinaje obligatorio de niños y mayores que quieran conocer todo lo que el espacio tiene guardado para nosotros.