Corretear en el patio, aprender en las clases, jugar con sus amigos, continuar con la diversión cuando llega a casa… El día a día de un niño en sus primeros años de colegio es muy ajetreado. Para afrontarlo, necesita ingerir los nutrientes esenciales que le permitan disponer de la energía para realizar todas esas actividades y seguir creciendo.
En concreto, a partir de los tres años, cuando muchos pequeños comienzan su etapa escolar, los menús han de ser cada vez más completos y variados. Para satisfacer sus necesidades nutricionales en esa tierna infancia, los niños han de comer todos los grupos de alimentos distribuidos en cinco o seis comidas al día, hacer un desayuno completo y equilibrado y tomar tres o cuatro lácteos.
Consumir frutas, verduras y hortalizas diariamente o aumentar el consumo semanal de pescado son otras de las recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría (AEP). No en vano, y por desgracia, la dieta de los menores no es siempre tan sana, completa y equilibrada como debería para su óptimo crecimiento y estado de salud.
La preocupante falta de nutrientes esenciales
Omega 3 DHA, hierro, calcio, vitamina D o yodo son algunos de los nutrientes esenciales para el desarrollo de los niños de corta edad. Pese a ello, la Encuesta Nacional de Alimentación en población infantil y adolescente de España (ENALIA)realizada por la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición, concluyó que el aporte de algunos nutrientes, como vitamina D o calcio, resulta insuficiente para cubrir la necesidades en la dieta de los niños y jóvenes españoles.
La propia Asociación Española de Pediatría también reconoce que los niños de corta edad presentan una ingesta relativamente elevada de proteínas, lípidos y ácidos grasos saturados y bajas ingestas de omega 3, hierro o vitamina D, según varios estudios.
Se estima que el déficit de ingesta de calcio de los niños españoles es de un 75%, mientras que el de vitamina D es de un 100%. Unos datos preocupantes teniendo en cuenta que estos dos nutrientes juegan un papel fundamental en el crecimiento de los huesos.
“Como estamos en un país de sol, todo el mundo piensa que tenemos mucha vitamina D, pero no es así, y el 100% de los niños preescolares de entre los 2 y los 6 años tienen déficit de vitamina D”, explica a El Español Cristina Campoy, única miembro española del Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) en los últimos 6 años y actualmente miembro del Comité de Nutrición de AEP.
Además, se estima que los pequeños de nuestro país ingieren menos del 50% de la cantidad diaria recomendada de omega 3 DHA, fundamental para el desarrollo del cerebro, y el 64% de los niños no alcanza la ingesta aconsejable de hierro, clave en su desarrollo cognitivo.
Una carencia que no es solo propia de España ni de los más pequeños: un estudio del Comité de Nutrición de la ESPGHAN señala que la falta de hierro es la deficiencia de micronutrientes más común del mundo y que los niños pequeños son un grupo de riesgo precisamente porque su rápido crecimiento requiere buenas cantidades de este mineral.
“El crecimiento desde el primer año hasta los cuatro es bastante grande, y esa tasa de crecimiento hace que la demanda en general de nutrientes como ácidos grasos poliinsaturados [como el omega 3], vitamina D y de hierro sea muy alta”. Aunque ese crecimiento es grande, proporcionalmente los niños necesitan comer una cantidad menor de alimentos en esas edades y son más caprichosos a la hora de elegir su menú. “Por eso, aunque muchos padres lo intentan, no consiguen alcanzar las cantidades necesarias de esos nutrientes”, detalla Campoy.
El ritmo de vida actual de los padres, con poco tiempo para adquirir alimentos frescos y cocinarlos adecuadamente, puede influir en ese desequilibrio de la alimentación. De hecho, la bollería industrial o la comida rápida son algunas de las opciones a las que se recurre con frecuencia. “Tenemos que insistir en que los niños no tienen que tomar sal por debajo de dos años, muy poquita y si es posible ninguna por debajo de los cinco años y limitar el consumo de azúcar añadido”, destaca Campoy, que también es profesora del Departamento de Pediatría de la Universidad de Granada.
Además, los propios niños comienzan a decantarse por ciertos grupos de alimentos en esa etapa de su vida, lo que influye en su dieta. En este sentido, hay que tener en cuenta que sus preferencias culinarias están en proceso de definición, por lo que el papel de los padres transmitiendo la importancia de una alimentación completa y variada es fundamental. “Todo lo que les enseñes a los niños en los primeros años de vida va a determinar lo que van a querer comer cuando sean mayores. Esa educación y esa insistencia van a tener un efecto muy positivo”, asegura Campoy. “Tenemos que educarlos en sabores, en texturas, en calidad de alimentos y en que sepan elegir comidas sanas”.
La leche de crecimiento y desarrollo, una ayuda útil
Uno de los alimentos básicos que no debe faltar en la dieta de los niños en edad escolar es la leche, una rica fuente de calcio fácil de absorber. De hecho, se recomienda que los pequeños consuman de dos a tres vasos de leche diariamente y este líquido no debe faltar en su desayuno, una comida esencial para comenzar la jornada.
Teniendo en cuenta las carencias de nutrientes claves en los más pequeños que hemos comentado, las leches adaptadas o leches de crecimiento aportan además un perfil nutricional superior al de la leche de vaca y les ayudan a completar su alimentación diaria.
Tal y como se apuntaba en el Decálogo sobre las leches de crecimiento en el niño pequeño elaborado por la Asociación Española de Pediatría en colaboración con las dos fundaciones de nutrición más relevantes de habla hispana (FEN y FINUT), las leches adaptadas desde el primer año pueden ser una “ayuda útil” a partir del año de edad y complementaria a la dieta infantil para alcanzar las ingestas recomendadas de omega 3 DHA, hierro o vitamina D.
A partir de los 3 años, las leches de crecimiento y desarrollo pueden ser también una opción relevante “porque la leche es un vehículo fácil para administrarle esos nutrientes que no se alcanzan con otros alimentos”, refrenda Cristina Campoy, miembro del Comité de Nutrición de la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica.
Una medida tan sencilla para los padres como cambiar el vaso de leche habitual por otro de leche de crecimiento ayuda a incorporar algunos nutrientes clave que no se están aportando de forma suficiente en la dieta a través de otros alimentos. Por ello, la ingesta de la leche de crecimiento y desarrollo contribuye a equilibrar la dieta del niño a partir de tres años, maximizando los beneficios para la salud y favoreciendo su desarrollo completo. Así, continuará afrontando las jornadas de aprendizaje y juegos con toda la energía.