La obesidad se ha convertido en un problema que no sólo tiene una enorme repercusión negativa en la salud de las personas, sino que su tratamiento cuesta millones de euros a los gobiernos de los distintos países del mundo. Por esta razón, la prevención se ha convertido en el principal caballo de batalla para evitar que esta 'epidemia' siga causando estragos en todo el mundo.
Durante el pasado mes de mayo, un trabajo a cargo de la American Heart Association, publicado en su revista Circulation, desveló los cinco hábitos que todo individuo debería seguir para alargar su vida hasta 10 años. Ahora, un nuevo estudio realizado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard ha llevado a cabo un enfoque similar, aunque en este caso centrándose en la obesidad en la infancia.
Según este trabajo, que acaba de ser publicado en la revista The BMJ, los mismos cinco hábitos que pueden alargar la vida también habrían demostrado reducir hasta un 75% el riesgo de obesidad de los futuros hijos de mujeres embarazadas. Y si dichos hábitos se siguen tanto por parte de la madre como por parte del hijo o hija, dicho riesgo disminuiría hasta un 82%. Estos hábitos serían:
- No fumar.
- Llevar a cabo una dieta saludable.
- Hacer ejercicio de forma regular (más de 30 minutos al día con una intensidad moderada).
- Mantener un peso saludable (IMC entre 18.5 y 24.9).
- No superar lo que se considera un consumo moderado de alcohol (5-15g para mujeres y 5-30 g para hombres, al día).
Según Qi Sun, profesor asociado del Departamento de Nutrición de la Universidad de Harvard y autor principal del trabajo, este estudio sería el primero en demostrar que un estilo de vida saludable en general superaría a cualquier factor de estilo de vida aislado seguido por las madres cuando se trata de reducir el riesgo de obesidad de sus futuros hijos.
Actualmente en Estados Unidos, país de origen del trabajo, hasta uno de cada cinco niños de entre 6 y 19 años sufren obesidad, y por tanto tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiometabólicas como diabetes y otras afecciones cardíacas. En nuestro país los datos son similares, con uno de cada cinco niños en el rango de la obesidad. Así, según datos de la OMS, entre los años 1975 y 2016, la prevalencia de esta enfermedad en la etapa infantil ha aumentado de un 3% a un 12% en niños, y de un 2% a un 8% en niñas.
Si bien es cierto que la genética tiene una gran importancia a la hora de padecer obesidad, este rápido aumento de su prevalencia durante las últimas décadas no podría explicarse de forma tan simple. Por ello, tanto los responsables de este estudio como de estudios anteriores sugieren que los cambios en el estilo de vida en general, y en la dieta en particular, tendrían un papel más importante que los genes.
El estudio
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores pusieron el foco en el estilo de vida de las madres y el consecuente riesgo de obesidad entre sus hijos de entre 9 y 18 años. En total, se examinaron datos de 24.289 niños del estudio Growing Up Today, y de 16.945 madres inscritas en el Nurses Healthy Study II.
Hasta 1.282 niños, un 5,3% del total, desarrollaron obesidad durante los cinco años de seguimiento del estudio. Entre los factores más relacionados con dicha obesidad, estaban el tabaquismo y la falta de actividad física de sus madres, incluyendo la misma obesidad materna.
Por otro lado, se detectó que el riesgo de obesidad disminuía de forma significativa si las madres y los niños seguían hábitos de vida saludables, muchos de los cuales tenían un gran impacto por sí solos. Por ejemplo, los hijos de mujeres con un índice de masa corporal saludable, entre 18,5 y 24,9, reducían su riesgo de obesidad hasta un 56% en comparación a los hijos de madres con un peso fuera del rango. Por su parte, los hijos de las madres no fumadoras reducían su riesgo de obesidad hasta un 31% respecto a los hijos de madres fumadoras.
En cuanto al consumo de alcohol, los hijos de madres con un consumo bajo o moderado también sufrían un menor riesgo de obesidad, aunque cabe destacar que muy pocas mujeres del Nurses Health Study II fueron clasificadas como "grandes bebedoras", por lo que no se pudo comprobar la relación entre el exceso de alcohol y el riesgo de obesidad en los hijos.
Finalmente, los patrones dietéticos de las madres no tuvieron una asociación demasiado significativa con la obesidad de sus hijos. En este caso, los autores sugieren que esto se debería al hecho de que las dietas de los niños se ven influenciadas por múltiples factores, incluyendo el comedor escolar, o incluso la disponibilidad de alimentos en su vecindario.
La conclusión final por parte de los autores del trabajo es que el estilo de vida general de las madres tiene un papel crucial en la salud futura de los hijos, tanto en su infancia como en su adolescencia. Por tanto, mejorar dicho estilo de vida no solo mejoraría la salud de las madres, sino también de los hijos.