En la búsqueda de la pérdida de peso, no son pocos los suplementos que ofrecen remedios casi milagrosos que en muchas ocasiones poco tienen que ver con la mejora del estilo de vida general o del hábito dietético en particular. En realidad, más bien son un camino más fácil hacia la ansiada pérdida de peso en forma de grasa.
Entre estos suplementos, la cafeína ha resistido durante años en la lista de los conocidos como "quemagrasas" junto a otros como la L-carnitina. Sin embargo, ninguno de ellos ha demostrado tal efecto. Ahora, un nuevo trabajo publicado en la Revista de la Academia de Nutrición y Dietética de Estados Unidos vuelve a confirmarlo: la cafeína no disminuye el apetito y no ayuda a perder peso.
Lo que sí se sabe sobre la cafeína a día de hoy es que compite con una sustancia natural en el organismo, la adenosina, y actúa sobre sus mismos receptores a nivel cerebral en menos de 15 minutos. Por tanto, la cafeína sí tiene ciertos beneficios siempre y cuando no se supere la dosis estándar de 4-6 mg/kg/día; siendo tóxica al tomar 20-40 mg/kg/día.
Si se toma con moderación, la cafeína sí ha demostrado mejoras en el rendimiento físico y cerebral, estimulando el sistema nervioso, aumentando la potencia muscular y reduciendo la fatiga, lo cual puede aumentar el volumen de trabajo.
Supuestamente, al estimular unos neurotransmisores llamados catecolaminas -adrenalina y noradrenalina-, la cafeína produciría como efecto secundario una liberación de ácidos grasos al torrente sanguíneo. Sin embargo, dicho efecto indirecto parece no ser significativo. De hecho, la cafeína como suplemento suele recomendarse para ayudar a ganar masa muscular -al aumentar el rendimiento físico-, y no como "quemagrasas" por su actividad estimulante como se suele creer.
La cafeína, un 'quemagrasas' inútil
Ahora, este nuevo trabajo ha vuelto a demostrarlo al analizar a 50 individuos adultos de entre 18 y 50 años. Durante un día a la semana, en un total de tres semanas, se pidió a los individuos que acudiesen al laboratorio a tomar una bebida con cafeína o con un placebo, sin cafeína. En total, había tres grupos: sin cafeína, aquellos que tomaban alrededor de 100 ml de cafeína y los que consumían alrededor de 200 ml de cafeína. Ningún participante sabía qué estaba bebiendo exactamente, pero al final del experimento todos ellos habían probado las tres bebidas en semanas diferentes.
Tras el paso de 30 minutos de consumir la bebida, los participantes debían acudir a un desayuno buffet y comer lo que quisiesen. Posteriormente, eran enviados a casa y debían documentar todo lo que comían el resto del día, además de registrar sus niveles de apetito.
Según los hallazgos de los investigadores, cuando los participantes consumían la dosis más baja de cafeína, comían alrededor de un 10% menos en comparación al consumo de placebo o de dosis alta de cafeína. Si bebían un café de 100 ml, consumían alrededor de 650 calorías en el buffet. Si tomaban la bebida sin cafeína, consumían unas 721 calorías de media. Y finalmente, si tomaban la dosis alta de cafeína, consumían unas 715 calorías de media. Ninguno de los voluntarios expresó cambios en su apetito tras el cambio de bebidas durante las tres semanas de estudio.
Por otro lado, durante el resto del día, no hubo diferencias significativas en el apetito, ni en la cantidad de alimentos ingeridos, independientemente de la dosis de cafeína consumida. Tampoco hubo cambios en los índices de masa corporal. Por tanto, según la conclusión de los investigadores, la cafeína tendría "efectos débiles" en cuanto al apetito de refiere, y desaparecerían rápidamente, por lo que no podría respaldarse la afirmación de que la cafeína es un buen supresor del apetito. Por tanto, de nuevo, los investigadores hacen hincapié en la importancia del estilo de vida completo, y no de la dependencia de ayudas externas o suplementos sin evidencia científica sólida.