En un futuro utópico y que no parece encontrarse, precisamente, a la vuelta de la esquina, los ciudadanos no tendrían vehículos en propiedad y les bastaría solicitar transporte para que un coche autónomo compartido (y eléctrico, claro) llegase a la puerta de su casa para llevarles a su destino. Todo ello, en un hipotético escenario en el que todos los vehículos estén conectados entre sí y dispongan de la información necesaria para circular por la ruta más rápida, convirtiendo los hoy habituales atascos en un mero recuerdo del pasado.
Sin embargo, hay quienes no se conforman con resignarse esperando ese supuesto futuro del transporte y ya buscan soluciones para acabar de una vez por todas, a día de hoy y con la tecnología actualmente disponible, con los dichosos embotellamientos. La propuesta más reciente llega a través de un artículo publicado en el último número de la revista Nature en el que los economistas Peter Cramton, Axel Ockenfels (ambos de la Universidad de Colonia) y R. Richard Geddes (Universidad de Cornell) plantean una solución singular: peajes, pero no precisamente los que estamos acostumbrados a ver (y pagar) en nuestras autopistas.
"Actualmente, los usuarios que circulan por las carreteras causando atascos de tráfico dañan el medioambiente e incluso incurren en costes que están pagando tanto el resto de conductores como aquellos que no tienen coche", plantea Axel Ockenfels. De hecho, los investigadores estiman que el coste económico que provoca tener el tráfico congestionado en un país como, por ejemplo, Alemania, asciende a los 80.000 millones de euros. "Sin peajes, esto implica que todos los ciudadanos están subvencionando a los usuarios de las carreteras. Eso no es justo", declara.
Así, el novedoso concepto que ponen sobre la mesa los tres investigadores pasa porque los conductores se rasquen el bolsillo, pero no de cualquier forma. Para que la propia tasa sirva para regular el tráfico y evitar así los embotellamientos, el peaje propuesto por los economistas sería dinámico: la cantidad a pagar cambiaría en tiempo real y variaría según múltiples factores, entre los que se encuentra el tránsito que haya en ese mismo momento en las carreteras que conformen el trayecto de esos vehículos.
Además, el peaje también se calcularía en base al tipo de vehículo en el que nos movemos y, por supuesto, el tipo de emisiones de su tubo de escape. El conjunto de factores tenidos en cuenta para el cálculo automático del peaje permitiría, según los padres de la propuesta, regular el volumen de tráfico para evitar los atascos y, al mismo tiempo, proteger el medioambiente.
¿Un plan futuro?
En un principio, puede parecer sumamente futurista la idea de un peaje que se calcula automáticamente en el momento en el que vamos a salir. Pero, pese a que muchos serán los que consideren que se trata de algo impensable a día de hoy, lo cierto es que los investigadores destacan precisamente lo contrario: técnicamente, un peaje dinámico como el que proponen sería perfectamente viable.
De hecho, su idea no difiere mucho de lo que hacen miles de conductores antes de emprender un viaje: coger el móvil, abrir su aplicación de navegación predilecta y, en base a la información del tráfico que facilitan herramientas como Google Maps o Waze, decidir qué carretera utilizar para llegar a su destino.
Así, los datos GPS ya están disponibles a día de hoy, y la predicción del volumen de tráfico en tiempo real es un hecho. Solo faltaría la guinda del pastel: crear la herramienta que calcule cuál es el peaje a pagar según el camino por el que cada conductor se decida. "Por supuesto, debe desarrollarse un sistema que ofrezca un equilibrio aceptable entre la recolección de datos y la protección de la privacidad", explica por su parte Cramton. Pero incluso ese reto tendría, según los autores del estudio, una solución tecnológica gracias a las técnicas de encriptado modernas. En definitiva, los investigadores defienden que en la actualidad sería perfectamente implementable un sistema como el que ellos proponen.
Ahora bien, ¿cómo evitaría esto los atascos? Según los autores del artículo, el sistema funcionaría al igual que lo hacen plataformas como Uber para regular la oferta y la demanda a determinadas horas, multiplicando el precio de los viajes dependiendo de los vehículos disponibles. Así, pagar un alto peaje por conducir en hora punta haría que los conductores prefirieran esperar a otro momento para salir o, simplemente, optar por otro medio de transporte más saludable para el medioambiente.
Las estimaciones de los investigadores parecen esperanzadoras: con su sistema de peajes dinámicos, calculan que podría duplicarse la capacidad de una carretera habitualmente congestionada durante las horas de máximo tráfico. Solamente, poniéndole precio al atasco.
No obstante, no todo es positivo en este planteamiento económico del tránsito de coches. Los propios investigadores reconocen que podría darse una situación de desigualdad en la que aquellos que no puedan permitirse pagar un peaje por salir con su coche se vean claramente perjudicados por esta medida que busca acabar con los atascos. Para este hipotético caso, proponen como solución que los peajes dinámicos no afecten a todas las carreteras, sino solo a algunos carriles que permitan ir de un punto a otro más rápido: los que tienen prisa y puedan, pagarán su peaje, mientras que los demás se verán también beneficiados por la medida porque en sus carriles habrá menos vehículos circulando que de costumbre.
"Además, los ingresos provenientes de los peajes podrían devolverse a los conductores, por ejemplo, mediante un impuesto de circulación más bajo y menos impuestos sobre el combustible. También podría invertirse para mejorar el transporte público", plantean los economistas.
Por ahora, este no es más que el planteamiento teórico (pero viable) de un sistema con el que cambiar el día a día de los conductores y, de paso, proteger el medioambiente. Mientras sea inevitable enfrentarse al atasco de cada día, siempre quedará preguntarse si, peaje mediante, los embotellamientos tendrían solución.