A pesar de ser un animal extremadamente inteligente e interesante, el cuervo sigue siendo un símbolo de mal augurio para muchas personas. Desde luego, su tendencia al oportunismo y la búsqueda de carroña de la que alimentarse lo han convertido en un espectador típico de más de una escena desagradable. Es muy común la imagen de terroríficos cementerios victorianos plagados de cuervos que hacen de las lápidas y los mausoleos su hogar. Pero eso no es todo, ya que también tienen hábitos espeluznantes ante la muerte de un igual.
Uno de estos hábitos es la costumbre de organizar funerales en los que varios ejemplares graznan y se reúnen en torno a un compañero muerto. La imagen resulta bastante impactante, aunque al contrario de lo que parece, en realidad no se trata de una señal de luto, sino más bien de una forma de reaccionar ante una posible señal de peligro cercana.
Una de las científicas que más saben sobre estos falsos funerales es Kaeli Swift, de la Universidad de Washington. Y fue precisamente ella la que, mientras observaba en 2015 uno de estos rituales, descubrió una nueva costumbre que no había sido descrita hasta entonces: un cuervo tratando de copular con un espécimen muerto. Aquello dio lugar a un estudio de tres años, cuyos resultados han sido publicados recientemente en Philosophical Transactions B.
Una costumbre poco frecuente
En 2015, la entonces estudiante de la Facultad de Ciencias Ambientales y Forestales Kaeli Swift publicaba en Animal Behaviour un estudio sobre la reacción de los cuervos ante la presencia de un compañero muerto. Durante los dos años que duraron los experimentos, ella y su equipo de voluntarios utilizaron máscaras para tapar su rostro y se acercaron a los lugares en los que los cuervos comían con otro cuervo o alguna otra ave muerta en la mano. Otros, que sirvieron como control, hicieron lo mismo, pero sin nada en las manos.
Como cabía esperar, los animales comenzaron a emitir graznidos de alerta de peligro cuando los voluntarios portaban un cuervo muerto, intensificándose aún más esta reacción cuando también llevaban entre las manos a un halcón, considerado como uno de sus principales depredadores. Pero eso no fue todo, ya que además se mostraron recelosos a volver a alimentarse en esa zona durante varios días.
Al contrario, los que fueron acompañados por voluntarios con las manos vacías no desarrollaron ninguna reacción y los que se encontraron con participantes sujetando una paloma muerta apenas reaccionaron un poco. Durante esta época Swift dedicó mucho tiempo a observar el comportamiento de los cuervos ante un compañero muerto. Sin embargo, un día, descubrió algo mucho menos frecuente.
De repente, uno de los cuervos que había acudido al improvisado funeral, se acercó pavoneándose hasta la víctima, terminando por montarla y empujarla repetidamente. Uno de los miembros del equipo de investigación creyó que trataba de reanimarla, pero la realidad era bastante más turbia: necrofilia.
Así empezó este nuevo estudio, para el cual Swift colocó un cadáver de un cuervo adulto, un cuervo joven, una ardilla o una paloma junto a un total de 309 parejas de cuervos vivos. En la mayoría de casos, los animales graznaron ante la presencia de un ejemplar de su especie muerto, como señal de alerta, mientras que se acercaban más a las ardillas y las palomas, que podían servirles como alimento.
Sin embargo, en un 24% de los casos no se limitaron sólo a alertar del peligro, sino que arrastraron el cadáver, a la vez que lo picoteaban, pero sin ir más allá. Hasta el final sólo llegaron un 4% de las aves participantes, que terminaron montando sobre el muerto con un comportamiento similar al de aquella primera observación. Finalmente, en los casos más espeluznantes, después de esta truculenta escena los cuervos se dedicaron a despedazar el cuerpo de su compañero muerto.
¿Una peliaguda confusión?
Con el fin de comprobar si los animales creían que el animal estaba todavía con vida, Swift y su equipo fueron un paso más allá, colocando en un escenario similar también algunos cuervos vivos. Sin embargo, en estos casos no emitían la señal previa de alarma que sí utilizaban en todo caso con los muertos, por lo que no se trataba de una confusión.
Esto devuelve a los investigadores a un punto de total incertidumbre, aunque sí que tienen una teoría al respecto, ya que la mayoría de casos se daban durante la época de cría. Por eso, consideran que podría tratarse de un impulso irrefrenable, mediado por la cercanía de un compañero, independientemente de que esté vivo o muerto. La razón por la que son incapaces de diferenciar sí que sería todavía un misterio. Harán falta más experimentos macabros para comprobarlo.