La enfermedad de Parkinson, junto a otras como el alzhéimer, es uno de los trastornos neurodegenerativos más conocidos en el momento actual. Sin embargo, su origen y tratamiento son aún un misterio, dado que los fármacos actuales tan solo controlan o retrasan levemente la evolución de la enfermedad, pero no son capaces de curarla.
Se sabe que existen proteínas patológicas en el cerebro, pero no dónde se producen dichas proteínas ni cómo llegan al cerebro. Ahora, un nuevo trabajo publicado en Science Traslational Medicine sugiere que dicho origen podría ser el apéndice, un órgano intestinal que se creía inútil hasta hace poco tiempo, pero cuya extirpación a una edad temprana reduciría el riesgo de acabar sufriendo párkinson.
Según este nuevo trabajo, las proteínas patológicas responsables del párkinson se encontrarían en el apéndice intestinal, y acabarían viajando hasta el cerebro para producir el trastorno neurodegenerativo caracterizado por rigidez muscular, lentitud de movimientos y temblor, además de fallos de memoria como ya sugirió otro estudio en 2015.
Concretamente, según el nuevo estudio, los individuos a los que se les extirpó el apéndice a una edad temprana, tendrían entre un 19% y un 25% menos de riesgo de sufrir Parkinson, o bien de sufrirlo a una edad más avanzada. Cabe destacar que este no sería el primer trabajo que habría relacionado el párkinson con un potencial origen intestinal, ya que otros trabajos han sugerido una relación directa entre las bacterias intestinales y la enfermedad.
En esta ocasión, para llegar a tales conclusiones, los investigadores analizaron dos enormes bases de datos, una de hasta 1,6 millones de personas de Suecia y otra de 849 pacientes internacionales que sufrían esta enfermedad. En ambas constaba información sobre posibles intervenciones quirúrgicas para retirar el apéndice.
Según sus datos, aquellos que se sometieron a una apendicectomía (extirpación del apéndice) tenían un 19% menos de posibilidades de desarrollar este trastorno, pero sólo si dicha operación se realizaba en una edad temprana, décadas antes de la edad de aparición típica del trastorno. Por otro lado, dentro del grupo que sufrió párkinson, aquellos a los que se les había quitado el apéndice desarrollaron la enfermedad hasta 3,6 años más tarde de media respecto a los individuos que aún poseían el órgano vestigial.
Los hallazgos sugerirían, según Viviane Labrie, profesora de neurociencia del Instituto de Investigación Van Andel de Michigan, y autora principal del estudio, que el apéndice podría tener un papel clave en los inicios de la enfermedad. Por otro lado, también se comparó el hábitat de los individuos, detectando que aquellos que vivían en áreas rurales y se sometían a una apendicectomía tenían hasta un 25% menos de probabilidades de sufrir párkinson respecto a los individuos que vivían en áreas urbanas.
Este dato es llamativo, dado que se sabe que la enfermedad es más común precisamente en áreas rurales, un hecho que se sospecha que tiene relación con la exposición a los pesticidas, según Labrie. Aun así, esta reducción de riesgo no se habría reflejado en aquellos individuos que ya estaban genéticamente predispuestos. Aunque, por otro lado, tan solo un 10% de los casos de Parkinson tienen base genética.
Por qué el apéndice es clave
De la misma forma que en la enfermedad de Alzheimer existen proteínas patológicas que se relacionan con ella, en el caso de la enfermedad de Parkinson se han detectado depósitos de proteínas llamados "cuerpos de Lewy", los cuales se disponen alrededor de las neuronas y dificultad su correcto funcionamiento, en este caso evitando la liberación de neurotransmisores como la dopamina.
Estos cuerpos de Lewy se componen de proteínas mal formadas, las alfa-sinucleínas, las cuales también pueden detectarse en el apéndice. De hecho, en la segunda parte del trabajo, Labrie y su equipo lograron identificarlas.
Se tomaron imágenes de 48 apéndices de individuos sanos sin Parkinson, de diferentes edades e incluso en fases de procesos inflamatorios. En todos ellos se detectaron alfa-sinucleínas, las mismas proteínas que se han relacionado con la enfermedad de Parkinson, lo que indicaría que las mismas "proteínas patológicas" en el cerebro podrían ser algo "normal" en el intestino, o en este caso concreto en el apéndice. A su vez, este dato podría indicar que el apéndice podría albergar un potencial origen para la enfermedad.
Aún así, Labrie y sus colegas puntualizan que su trabajo tan solo ha encontrado una relación estadística, pero no han podido demostrar una relación causal real entre estas proteínas del apéndice y la enfermedad de Parkinson como tal.
Asimismo, tampoco recomiendan realizar apendicectomías preventivas con el objetivo de evitar la enfermedad de Parkinson, dado que de momento este trastorno es relativamente raro (afectando al 1% de la población mundial), y el trabajo tampoco buscaba encontrar un tratamiento preventivo como tal, sino tan solo explorar las potenciales vías terapéuticas contra la enfermedad y el posible origen del trastorno. Por el momento, Labrie y sus colegas continuarán investigando las bases moleculares de la enfermedad.
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