Aunque la comparación del nuevo coronavirus con la gripe común venía de mucho antes -en España, probablemente desde la cancelación del Mobile World Congress a principios de febrero- es difícil no recordar las palabras de Lorenzo Milá en el Telediario como gran ejemplo del sologripismo que tanto daño hizo y tanto tiempo nos hizo perder a la hora de prepararnos adecuadamente para combatir la nueva enfermedad. En una comentadísima y celebradísima intervención, el corresponsal de RTVE en Italia aseguraba que los científicos italianos estaban convencidos de que se trataba de un virus menos contagioso que la gripe y "con una mortalidad mucho más baja", pero, chico, al parecer vendía más el pánico que la realidad.
Obviamente, Lorenzo Milá no tenía ni idea de lo que hablaba. Eso lo sabemos ahora y ya lo sabíamos en su momento porque teníamos la tasa de mortalidad del Diamond Princess en torno al 1 - 1,5%, es decir, entre 10 y 15 veces por encima de la de la gripe común. El problema es que un año después y pese a las medidas de restricción, el confinamiento y la evidencia de los al menos 62.000 muertos que el coronavirus ha provocado en España, mucha gente sigue pensando que esto es poco más que una gripe o que, bueno, siendo una enfermedad grave, no lo es más que otras con las que convivimos sin tanto escándalo. Durante muchos meses, Donald Trump se empeñó en llamar a la enfermedad, "la gripe de Wuhan" y este tipo de negacionismo se ha visto a lo largo de todo occidente.
Quizá por ello y pasado ya el tiempo suficiente, es momento de comparar de verdad los daños que el nuevo coronavirus causa en la población respecto a los que causan otras enfermedades. Para ello, hay que partir de dos conceptos previos: estas son las cifras que tenemos después de confinamientos, cierres perimetrales, mascarillas, etc. En otras palabras, son las cifras "mitigadas". Si no hubiéramos hecho todo lo que hemos hecho en estos últimos once meses, todo se dispararía hasta niveles insoportables, propios de poblaciones como Manaos en las que los muertos por Covid directamente ha habido que enterrarlos en fosas comunes.
A nivel mundial, y con todas las carencias de notificación que podemos esperar de países sin una centralización informativa potente ni una gran capacidad de detectar el virus, la universidad Johns Hopkins registra ya 108 millones de casos y casi dos millones y medio de fallecidos. El desastre de la "primera ola" eleva la tasa de mortalidad por caso por encima del 2%, el doble de lo que vimos en el transatlántico "Diamond Princess". ¿Cuánto es eso en comparación con una temporada normal de gripe? La OMS afirma en su página web que los casos anuales de gripe se calculan por encima de los 1.000 millones en todo el mundo, pero solo entre 3 y 5 millones se convierten en casos graves, de los cuales mueren entre 290.000 y 650.000 al año.
Si nos vamos a Estados Unidos, probablemente el país con mayor población del que tenemos datos específicos, la peor temporada de gripe con diferencia fue la del otoño e invierno de 2017 más la primavera de 2018. Hasta 62.000 personas perdieron la vida durante aquellos meses, sin necesidad de tomar medidas de ningún tipo más allá de las básicas de sanidad e higiene. Entre 2020 y lo que llevamos de 2021, las cifras oficiales de muertos por coronavirus llegan ya en el país presidido por Joe Biden a casi medio millón de personas. Ocho veces más que la gripe pese a vivir en un continuo estado de anormalidad. El CDC -equivalente al CCAES español- ha registrado en este período más de 28 millones de casos. Casi uno de cada diez estadounidenses ha dado positivo en un test de detección.
¿Cuál es la situación en España? De entrada, al igual que en otros países, el cálculo de la incidencia ni siquiera es orientativo, puesto que la inmensa mayoría de personas que pasan por una gripe no acuden a su médico de cabecera y desde luego no se les hace un test para detectar si se trata de gripe común o de otra patología derivada. Aun así, en la temporada 2019-2020, se llegó a una incidencia de 270,3 casos por 100.000 habitantes coincidiendo con la llegada del frío de febrero. Insisto en que esa incidencia sería muchísimo mayor si se hubiera hecho un test a cada persona que presentaba síntomas compatibles o si dichas personas hubieran acudido al médico en busca de diagnóstico oficial.
El asunto no es la transmisión, puesto que ni tenemos datos fiables ni las condiciones son las mismas: la gripe se transmitía más porque no hacíamos nada por evitarlo. La comparación que tiene sentido es la de la gravedad. En esa misma temporada 2019-20, la última de la que tenemos datos, hubo 27.700 hospitalizaciones en total, 1.800 ingresos en UCI y 3.900 defunciones. Es cierto que son datos particularmente buenos y en ello tendrá que ver la aparición a partir de enero del nuevo coronavirus, pero la comparación es tremenda: el número total de hospitalizaciones equivale al que vimos en una semana a finales de enero. De la primera ola, mejor ni hablamos. En cuanto a las camas UCI, los hospitales comunican a fecha de miércoles 10 de febrero una prevalencia de 4.548 pacientes. Hay ahora mismo el triple de ingresados críticos de los que hubo en total el año pasado por la gripe.
La comparación en defunciones también es ridícula: si contamos los datos que dan las comunidades autónomas, en España han muerto -o, al menos, se ha notificado su fallecimiento- 3.925 personas en los últimos nueve días. Exactamente las mismas que en doce meses de gripe. Si nos vamos a las cifras del ministerio, que van a un ritmo distinto, las notificaciones de defunción llegarían en ese mismo período a las 4.623. Ese dato se acercaría más al total de 2018-19 pero aún quedaría lejos de la temporada 2017-18, que, como ya hemos visto en Estados Unidos, fue especialmente dura. Hasta 15.000 personas murieron aquellos meses por problemas respiratorios vinculados con la gripe. Hablamos, con todo, de una cuarta parte de las que han muerto por coronavirus.
La comparación con la gripe no es la única que se establece habitualmente para tratar de minimizar la Covid-19. Otro comentario que se oye a menudo es "bueno, también muere mucho la gente de cáncer". Es cierto. Y morirá más si la atención primaria sigue colapsada y no se puede derivar a tiempo a la gente a su especialista o sus tratamientos y operaciones se postponen porque la emergencia pandémica sigue a niveles insostenibles. La cifra de fallecidos por cáncer se estima en torno a las 115.000 anuales. Son casi el doble de las oficiales de coronavirus y están muy cerca del exceso de muertes que ha provocado la pandemia en 2020. El problema de este tipo de comparaciones es que no son excluyentes: la gente sigue muriendo de cáncer y ahora, además, muere de coronavirus. Para lo primero, desgraciadamente, aún no hemos encontrado cura, para lo segundo al menos conocemos cómo prevenir y limitar. Aprovechémoslo y, chico, no trivialicemos.