Por qué los vaivenes de AstraZeneca pueden haber sido una buena noticia para el plan de España
La decisión de inmunizar a la población de entre 60 y 69 años hará que el número de fallecidos caiga progresivamente por muchos rebrotes que haya.
12 abril, 2021 01:50Noticias relacionadas
Cualquier estrategia es mejorable. Mucho más una que pretende vacunar de una enfermedad relativamente desconocida, con unos fármacos recién producidos y aún en proceso, a millones de personas en pocos meses. Esto no es pedir un Glovo y que aparezca la comida en tu casa ni es pedir unos guantes en Amazon y tener al día siguiente un repartidor en la puerta.
Dentro de la velocidad, hay que dar margen a la rectificación y en ocasiones, incluso, a la improvisación. ¿Da eso sensación de inseguridad? Desde luego. ¿Es evitable? No sé hasta qué punto desde el momento en el que aceptamos que no queríamos seguir teniendo más de dos millones de muertos (oficiales) por Covid-19 en el mundo cada año y que había que buscar un remedio cuanto antes.
Como el miedo no entiende de justificaciones, es normal que uno oiga hablar de "efectos secundarios" o "efectos adversos" continuamente y le entre el tembleque. La comparación con otros medicamentos no es del todo acertada porque los otros medicamentos llevan años y años con nosotros y la lista de dichos efectos ya es inamovible.
En el caso de las vacunas no lo es y precisamente por eso es bueno que se revisen protocolos si hace falta y que estemos atentos a las distintas evoluciones por si hay que cambiar algo. Caer en la complacencia de febrero de 2020 y asumir que todo va a ir bien porque sí sería lo peligroso. En ocasiones, son las propias administraciones políticas las que caen en su propio pánico y pretenden adelantarse a posibles problemas que de momento no existen. Hay que vivir con ello.
La desgracia de todo este asunto es que, desde el principio, la vacuna que ha estado en el disparadero es la de Oxford/AstraZeneca. Todo le pasa a ella. Primero, se limitó su aplicación a los menores de 70 años, luego hubo dudas de si era mejor incluso reducirlo a menores de 60 años y al final ha quedado la cosa en solamente mayores de 60 años. En medio, una sucesión de extraños efectos que no sabemos hasta qué punto responden a la causalidad en todos los casos ni hasta qué punto esa causalidad debe llevarnos a la parálisis.
Es obvio que no ha habido una buena política de comunicación porque aquí no hablamos de vaivenes sino directamente de contradicciones. No se ha explicado que los protocolos son hasta cierto punto líquidos y admiten estas modificaciones. No se ha explicado que eso no implica necesariamente una alerta sanitaria. Sí se ha repetido desde la Agencia Europea del Medicamento (EMA) y otras instituciones sanitarias pero quizá ni políticos ni medios hemos conseguido transmitir bien el mensaje.
El caso es que este último vuelco en España -cada país está yendo por su cuenta en esto y tampoco es la mejor solución pero, insisto, puede que sea inevitable- se ha recibido casi como el apocalipsis. Casi desde el principio se ha optado por el fatalismo en lo que respecta a la aplicación de vacunas en España. Se ha repetido mil veces que se estaba yendo lentísimo, que se estaba haciendo mal, que tardaríamos lustros en inmunizarnos como sociedad, que qué desastre todo… cuando nunca ha sido así.
Desde el primer momento, España ha estado vacunando al ritmo de la Unión Europea, y el empeño en hacer de esto una especie de Eurovisión parece peligroso. Hay semanas que llegan más dosis, semanas que llegan menos y las comunidades siguen a su vez sus propios ritmos sin que eso responda a un capricho.
De hecho, la decisión de vacunar con AstraZeneca exclusivamente a los ciudadanos de entre 60 y 69 años, aunque se haya tomado de rebote, parece excelente en términos sociales. Una vez ya se ha completado casi totalmente la inmunización de sanitarios y mayores de 80 años, al menos en su primera dosis, el número de fallecidos está llamado a caer en picado por muchos rebrotes y olas que tengamos en el futuro.
Aunque nadie pretende subestimar la importancia de los profesionales que estaban recibiendo las dosis de AstraZeneca como siguientes grupos de riesgo, es cierto que en muchos casos se trataba de gente joven y que había pasado recientemente la enfermedad, con lo que quizá puedan esperar. En algunos casos, incluso, podríamos decir que la vacuna de AstraZeneca se estaba poniendo "en exceso", cuando hay gente que quizá, por sus propias condiciones de salud y patologías previas, debería esperar a que llegaran las de Pfizer, Moderna o las de Janssen de turno.
En España, hay 5,3 millones de ciudadanos de entre 60 y 69 años. A lo largo de las próximas semanas, deberían llegar unas 10 millones de dosis de AstraZeneca. Eso no es un parón, es una aplicación exclusiva al segundo grupo de edad que más gente ha metido en UCI durante esta pandemia. Si utilizamos esas 10 millones de dosis y añadimos que el 5% de esa población ya está inmunizada, casi tendríamos un grupo menos del que preocuparnos y nos permitiría, además, centrar los millones de dosis que nos van a llegar de Pfizer, Moderna y Janssen en el grupo de 70 a 79 años, ahora mismo el más vulnerable y desatendido.
¿Hay perjudicados por este cambio de estrategia? Por supuesto que los hay. De entrada, todos los profesionales que recibieron la primera dosis pero no la segunda han quedado en el limbo de la estadística.
En principio, no se sabe aún si no se les pondrá segunda dosis y se confiará en que hayan generado suficiente inmunidad al menos a corto-medio plazo… o se utilizará otra vacuna para esa segunda dosis. Ya se está haciendo así en otros países y en principio todos los problemas de trombos y similares se han dado solo en las primeras dosis, pero aquí asumimos un riesgo porque no hay estudios suficientes que confirmen que se puede siquiera mezclar las distintas vacunas alegremente.
Aparte, el grueso de la población menor de 60 años tardará más en recibir su vacuna. Eso, sin duda, es una faena porque hay mucha gente menor de 60 años que enferma de Covid, que acaba en un hospital o una UCI o incluso que muere. El virus no pide el DNI cuando entra en un organismo. Ahora bien, mientras no se tiren las dosis a la basura y esas vacunas las esté aprovechando otra persona, habrá que aceptarlo.
En términos sociales, con la injusticia que se deriva de cualquier generalización, la decisión parece provechosa. Es muy probable que efectivamente lleguemos al 70% de la población vacunada para verano, pero si resulta que no es un 70% sino un 60%, pero eso incluye el 100% de enfermos crónicos y mayores de 60 años, los cementerios y los hospitales lo agradecerán.
En los últimos diez días, se han puesto en España más de tres millones de dosis. Cada día se bate el récord del día anterior. Incluso con dudas, incluso con precauciones, el ritmo invita a pensar en más de un 1% de la población con una dosis de vacuna al día. Cuando llegue Janssen, que requiere de una sola dosis, ese 1% quedará inmediatamente en proceso de inmunización, a la espera del tiempo requerido para generar los anticuerpos, lógicamente.
Si al final se entiende que todos los que tienen una dosis de AstraZeneca no necesitan una segunda, será el momento de ir rellenando huecos: de 50 a 59 años y así sucesivamente. Si tenemos en cuenta que el virus tiene dieciséis meses de vida conocida, hablar de estos números hoy en día no sólo no es un escenario dramático sino que es un auténtico milagro.