Parece el trabajo más cool del mundo: idear formas de evitar que un asteroide impacte en la Tierra y arrase con la vida tal y como la conocemos. Ya lo demostró el cine en Armageddon (Michael Bay, 1998) y, aunque la realidad es algo diferente, la película no estaba tan desencaminada.
Una investigación acaba de mostrar, teóricamente, que la posibilidad de hacer estallar en pedazos un asteroide que se acerca a nuestro planeta de forma amenazadora es una buena estrategia si vamos cortos de tiempo.
En principio, la opción preferida es desviar el objeto mediante impactos kinéticos. La dificultad estriba en calcular las trayectorias con tanto tiempo de antelación (años), pues pequeños errores darían al traste con la experiencia.
Por eso, investigadores de la Universidad Johns Hopkins y de Virginia, así como del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (una institución dedicada a "hacer del mundo un lugar más seguro" a través de la ciencia) han elaborado un modelo que calcula las órbitas de los fragmentos de un pequeño asteroide tras la explosión cuando queda menos de un año para su impacto. Los resultados de este estudio se han publicado en la revista científica Acta Astronautica.
Para ello se tomó como ejemplo un dispositivo nuclear de un megatón (una energía 26 veces mayor que las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas) lanzado contra una roca de 100 metros de diámetro basada en la forma del asteroide Bennu pero de un tamaño cinco veces menor.
Bennu, por cierto, es un asteroide que tiene un 0,037% de probabilidades de impactar contra nuestro planeta. De hacerlo, chocará el próximo 24 de septiembre de 2.182, según el último cálculo de la NASA.
Proyecto DART
El modelo de los efectos del impacto ha sido creado mediante un software especial llamado Spheral, que calcula las trayectorias de los posibles fragmentos teniendo en cuenta la atracción gravitacional del Sol y los planetas, pero también la de las propias rocas resultantes. Se han descrito cinco posibles órbitas del asteroide.
Spheral se ha mostrado optimista: con un impacto dos meses antes del choque, el 99,9% de la masa del asteroide (hecho pedazos) no alcanzaría la Tierra en su trayectoria. Para masas mayores, la dispersión de los fragmentos no sería tan robusta, pero con una antelación de seis mese evitaría que el 99% de las rocas llegara a nuestro hogar.
Con todo, la opción preferida es la de desviar estos objetos. Sobre todo, porque ya hay experiencia con ello, como la del proyecto DART, Double Asteroid Redirection Test o doble prueba de redirección de asteroide, de la propia Universidad Johns Hopkins.
De este proyecto ha nacido una nave espacial teledirigida que viajaría por el espacio a una velocidad de 6,6 kilómetros por segundo buscando un impacto con capacidad kinética, es decir, que pueda desviar el objeto impactado de su órbita.
Lo mejor de todo es que esta nave tiene la capacidad de corregir automáticamente su trayectoria para ajustarse a previsibles errores de cálculo.