Cada 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente coloca en primer plano la importancia de cuidar nuestro planeta. La efeméride responde a un sentimiento colectivo en el que la evidencia del cambio climático justifica este impulso anual a la búsqueda de soluciones para conservar los recursos que tenemos. Sin embargo, esta jornada tan especial, que cumple 50 años de existencia, ya nació con una idea que une pasado y presente y, más aún, que anticipa el futuro para el que la celebración pretende servir.
Naciones Unidas estableció el Día Mundial del Medio Ambiente tras la celebración de la primera conferencia sobre el Medio Humano (1972), que, bajo el lema ‘Una sola Tierra’, abogaba por establecer mecanismos para hacer un uso responsable de los recursos naturales que nos ofrece el planeta. Para ello instaba a la sociedad, ya entonces, a tomar un rol protagonista: cada cual, a su nivel, puede hacer algo para contribuir.
Casi medio siglo después, queda aún mucho trabajo por hacer. Pero la buena noticia es que todos los actores de la sociedad han tomado conciencia del problema y están más implicados que nunca. Es por ello que ya existe un firme compromiso por parte de los gobiernos del mundo y de las grandes empresas para revertir las consecuencias del cambio climático y apostar por políticas, acciones y medidas que preserven el medio ambiente y eviten la pérdida de biodiversidad que se percibe en muchos entornos.
El agua como eje de la sostenibilidad global
Uno de los pilares que sustenta esta visión es el cuidado del agua. Y en este ámbito es donde el grupo Agbar aporta su experiencia acumulada durante sus más de 150 años y su tecnología para que toda su actividad, establecida en torno a la gestión sostenible del agua, responda a los más altos estándares de calidad. Y, por supuesto, con criterios que obedezcan a esta preocupación común de cuidar los recursos naturales, entre los que el agua es, tal vez, el más trascendental de todos.
El cambio climático está poniendo en riesgo estos recursos pero es el agua el que más sufre la contaminación, la sobreexplotación y el uso poco responsable que se hace de ella. Tal es así que se estima que, para 2030, cerca de la mitad de la población mundial vivirá en áreas con estrés hídrico, mientras que la demanda de agua aumentará hasta un 30% hasta 2050.
Por eso, Agbar ha establecido un modelo en el que la prioridad de su estrategia climática aborda los aspectos inherentes a la gestión del ciclo del agua que lleva a cabo, a través de un plan de acción que se articula en torno a cuatro pilares clave.
Una estrategia integral contra el cambio climático
El primer eje se centra en la mitigación de los efectos del cambio climático, y el capítulo de la energía es vital en este contexto. Agbar ha priorizado el uso y la generación de energías sostenibles a partir de fuentes renovables para su actividad y para el impulso de la movilidad sostenible. Solo en 2021 la compañía generó 90 Gwh de energía eléctrica renovable, que proceden del biogás (89%), de la energía solar fotovoltaica (9%) y de turbinas hidráulicas (2%).
Siendo el agua el pilar de la actividad de Agbar, la compañía también ha establecido otro de los sustentos de su estrategia medioambiental en la anticipación de las consecuencias del cambio climático, segundo eje de la estrategia del grupo. Por eso tiene preparados planes de resiliencia para adaptarse a este entorno cambiante en el que el cuidado de los recursos hídricos se hace más delicado de lo habitual.
Es una faceta en la que el grupo está aplicando su capacidad tecnológica y su innovación. La meta es atender a cualquier variación en el estado de los recursos que supervisa mediante una plataforma digital a través de la cual analizar sus condiciones y anticipar los planes más efectivos para hacer frente a posibles eventualidades. Se trata de aportar soluciones eficientes a situaciones sobrevenidas como las cada vez más imprevisibles inundaciones que asolan zonas como el litoral mediterráneo, por ejemplo.
El tercer eje de la estrategia climática del grupo Agbar se centra en la llamada economía circular. Se trata de un concepto que consiste en aportar un valor añadido a los residuos que generan las actividades industriales y los del uso doméstico del agua, reintroduciéndolos en el ciclo productivo. Ese modelo, que se está aplicando en todo tipo de sectores, también es apto para el desempeño de la compañía que, por ejemplo, ha impulsado la transformación de las depuradoras tradicionales en biofactorías. Con ellas se aprovecha el agua regenerada para nuevos usos, se valorizan los residuos para producir nuevos recursos, se producen energías renovables y así se genera un impacto positivo sobre el entorno.
Es una filosofía que, por ejemplo, implica que los productos derivados de la depuración como los lodos y las grasas, se procesan para producir abonos para agricultura y jardinería, entre otras posibilidades. Traducido a números, Agbar consigue valorizar el 71,2% de los residuos generados en sus plantas depuradoras y el 48,8% de los generados en potabilizadoras.
Modelos responsables con el clima
El cuarto eje de este plan integral obedece a la intención de establecer modelos responsables con el clima, para lo que se busca potenciar todo tipo de infraestructuras verdes y una economía baja en carbono. Es en este ámbito donde estas actuaciones sobresalen con más vistosidad ya que se trata de implantar soluciones basadas en la naturaleza tanto en los espacios urbanos como en zonas de interés natural que se hayan puesto en riesgo de alguna manera.
Ejemplos de esta orientación ya han conseguido dar una nueva vida a distintas ubicaciones españolas. En Alicante, el parque de La Marjal es uno de los representantes más significativos de lo que supone esta concepción en zonas urbanas, ya que se ha tomado en consideración la cada vez más frecuente e imprevisible presencia de aguas torrenciales para crear una zona de ocio inundable que da servicio a la ciudadanía al tiempo que permite minimizar los daños de estos acontecimientos climatológicos.
De la misma manera, se ha impulsado la creación de humedales de depuración. Una muestra de ello se puede contemplar en el Delta del Ebro, donde desde 2020 los humedales artificiales de depuración de Illa de Mar y de L'Embut no solo cumplen una función práctica sino que han sido declarados reserva natural de fauna salvaje por el Departamento de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat de Cataluña.
Con esa misma idea, el grupo Agbar ha puesto en marcha un proceso de naturalización de sus instalaciones para transformarlas en infraestructuras verdes. El objetivo es integrar las instalaciones en el entorno respetando al máximo el ecosistema y primando la eliminación del uso de fitosanitarios y pesticidas, algo que ya se ha conseguido en el 88% de sus instalaciones.