Una persona malhablada no suele ser vista como el adalid de la inteligencia o la elegancia. Si no, sólo hay que recordar momentos que hicieron perder su buena imagen a aquellos que hicieron gala de algún taco o expresión tabú. Claro ejemplo es el "váyase usted a la mierda" de Fernando Fernán Gómez. ¿Por qué alguien con recursos lingüísticos tiene que recurrir al insulto?
Vaya por delante que la actitud del actor no ayudó en nada al momento y que la imagen que dio ya no se puede cambiar. Lo que sí se puede modificar es lo que pensamos de las palabrotas, ya que, al parecer, lejos del imaginario común, nada tienen que ver con personas incultas o parcas en palabras. Más bien, todo lo contrario: aquellos con más facilidad para estas expresiones tienen más capacidad verbal que las que no.
Así lo asegura un ensayo publicado en la revista Journal of Individual Differences. Realizado por investigadores del departamento de Psicología de la Universidad de Albany (Estados Unidos), su estudio nació con la intención de demostrar que, contrariamente a los estereotipos, la fluidez para las palabrotas (entendido esto como la capacidad para generarlas) no surge de la falta de habilidades verbales. Es más, es todo lo contrario.
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Según la conclusión de los propios autores, "a pesar de los estereotipos, la fluidez de palabras malsonantes se correlaciona positivamente con fluidez verbal y conocimiento de vocabulario".
Para llegar a este resultado, se analizó una muestra de 266 individuos. A todos ellos, se les pidió que pasaran por varias pruebas, como, por ejemplo, escribir todas las palabras con 'a' que se les viniera a la cabeza en dos minutos. En otra, el proceso era similar, pero se les requería que fueran palabrotas.
Más vocabulario
Así las cosas, aquellas personas que tenían más talento para idear palabras malsonantes también tenían más capacidad para escribir las palabras que se les exigían. Asimismo, poseían más idea sobre vocabulario en general, ya que, en otro de los test, debían señalar el significado correcto de una serie de palabras.
Al fin y al cabo, "la fluidez verbal es fluidez verbal, ya sea a través de palabras malsonantes o no", como concluye el estudio. Como curiosidad, el taco que más empleado por los participantes fue 'fuck' (joder).
No obstante, esa no fue la única variable relacionada con las palabrotas que quisieron analizar. Los participantes, además, fueron sometidos a un examen de personalidad, en base al conocido modelo de los cinco grandes rasgos: apertura a la experiencia, escrupulosidad, extroversión, amabilidad y neuroticismo.
A pesar de que en el otro punto fueron más concluyentes, en este caso, sólo se llegó a una respuesta uniforme para algunos de los rasgos. Con una asociación negativa, se comprobó que los que usaban tacos eran menos amables, pero se halló una respuesta positiva en la extroversión y la apertura a la experiencia.
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Así es, las personas que dicen tacos tienden a ser más abiertos, lo que, para los investigadores sí casa con los estereotipos que se tiene sobre ellos. "La idea de que individuos extrovertidos y desinhibidos podían generar gustosamente una larga lista de palabrotas se ajusta a muchos estereotipos de este rasgo", reza el estudio.
Lo malo de casar con este rasgo es que también detectaron una tendencia al uso de drogas y tóxicos por parte de las personas con fluidez para los tacos, algo que encaja con la mayor inclinación a experimentar.
Más honestos
Salvo por estos últimos puntos, la investigación desmitifica la idea que se tiene de los tacos, algo que va en la línea de estudios previos. Es el caso de uno llevado a cabo por profesionales del departamento de Psicología de la Universidad de Maastricht (Países Bajos) y que fue publicado en The Journal of Psychological and Personality Science. Según éste, hay una relación positiva entre decir insultos y ser una persona honesta.
Según el documento, las personas que utilizan improperios se enfrentan a dos visiones contrapuestas. Por un lado, hay quienes piensan que son algo que viola los códigos éticos y morales y, por lo tanto, quien las usa no es de fiar. Por otro, están quienes aducen que las personas que dicen tacos no miden tanto sus palabras y, en consecuencia, son más honestos que aquellos que miden meticulosamente su discurso.
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Esta última vertiente se ve apoyada, por ejemplo, por una investigación de 2011 que concluyó que las personas acusadas falsamente son más propensas a usar insultosque los sospechosos culpables.
El estudio de Maastricht llegó a un razonamiento similar: los participantes que empleaban más las palabrotas habían sido más sinceros en los cuestionarios que aquellos que no lo hacían. Otro dato curioso es que fue Facebook el encargado de decir a los investigadores si habían mentido o no. A las redes sociales nada se les escapa.
Como concluyen los psicólogos, lo importante de los improperios es el contexto en el que aparecen y de eso dependerá el violar los códigos éticos y morales. Una cosa muy distinta es si se usan con la intención de dañar a alguien y otra cuando no infligen daño y tienen como pretensión "un alivio del estrés" e, incluso, según los investigadores, "un efecto catártico".