De ingeniera industrial a psicóloga especializada en terapia de pareja y adicción emocional. La vida de Lara Ferreiro (Madrid, 1988) no podía haber dado un giro más drástico, pero lo necesitaba. "Me di cuenta con 22 años. Siendo tan jovencita, vi que iba a acabar depresiva porque no me gustaba lo que estaba haciendo", recuerda.
El caso es que no sólo dejó la carrera, también aparcó a su pareja, Samuel, un 'gilipollas' con el que estaba manteniendo una relación tóxica. "Caí en una adicción emocional, sin pensar que eso me podía pasar nunca", cuenta mientras charla con EL ESPAÑOL en la clínica que tiene abierta en Madrid. Para que el lector se haga una idea de cómo de tortuoso pudo ser ese noviazgo, Ferreiro confiesa que, a pesar del tiempo y los años, este hombre sigue pendiente de sus pasos. "Por eso, mi lucha", confiesa.
No obstante, su lucha primero no fue con el mal querer, sino con las adicciones a sustancias como la cocaína. Tras trabajar en una clínica especializada en desintoxicación, se dio cuenta de que, al final, el estar enganchada a un hombre tóxico era igual que estar colgada de una droga. Es más, confirma que el circuito de la adicción se produce de la misma manera, con la segreación de esas hormonas que nos hacen sentir tan bien. "La mente se habitúa a obtener dosis masivas que se producen al 'consumir' al gilipollas, ya que es como una droga", reza su libro.
[La España enganchada a la cocaína: "Nadie que consuma leerá esto por vergüenza"]
Porque Lara Ferreiro apartó máquinas y planos por la consulta y, ahora, todo lo que ha vivido lo cuenta en su libro, Adicta a un gilipollas (Grijalbo), un compendio de explicaciones sobre el circuito de la adicción, consejos para reconocer cuándo se está metido en una relación tóxica y una guía para escapar de ella. Porque sí, del mal amor se sale. Que el malamente sólo quede para las canciones de Rosalía. Y trá, trá.
Este libro está escrito para mujeres y comentas que es porque la mayoría de tus pacientes lo son. ¿Tenemos las mujeres más probabilidades de ser adictas a un 'gilipollas'?
La clave está en las hormonas, que son las que nos provocan el ser adictas. Yo siempre digo que las mujeres, en términos generales, somos más emocionales y que ellos son más racionales. Pero no es que seamos nosotras, es la oxitocina. Si tuvieras que elegir a la reina madre de las hormonas, sería esta. Es como 'la hormona del amor', ya que se encarga de generar sensación de calma, protección y seguridad. Se libera cuando tu pareja te acaricia, te besa, te abraza o en el sexo y, aunque sólo sea por un instante, ya te sientes querida. ¿Qué ocurre? Que la mujer segrega muchísima más que el hombre. De hecho, muchas veces ellos no segregan nada. Por el efecto de esta hormona, que es muy adictiva, se tiende a relativizar lo malo que hace la otra persona. Al estar como 'anestesiada', se produce una ceguera amorosa.
Más allá de las hormonas, también están los mitos del amor romántico. Acuérdate de la canción de Amaral de Sin ti no soy nada. Nos han educado desde pequeñitas para ser la princesa del cuento.
Por último, también hay que mirar hacia el nivel antropológico, que dice que el hombre y la mujer se unen para tener descendencia. Hay muchas mujeres que desean ser madres y creen que necesitan sí o sí a un hombre para serlo, por lo que 'aguantan' para conseguir su objetivo. Si al tema del reloj biológico, que yo lo veo mucho en mi consulta y para muchas es un drama, le juntas baja autoestima y otros factores, acabas enganchada a un gilipollas.
¿Se puede cambiar a un un hombre tóxico?
Depende del tipo. Hay algunos que son psicópatas. Esos no se curan porque no están enfermos. Son malos. Luego está el 'metralleta sexual', el típico infiel crónico o el que tiene mamitis, que, por cierto, veo a mucha damnificada de mamitis. Con ellos el problema es que no son conscientes de que necesitan un cambio, por eso no van a cambiar, porque la primera fase es la identificación.
Desde luego, para mí, el psicópata narcisista es el más peligroso que hay, porque es el que te denigra y te hace sentir que no vales nada. Pero es que el cerebro de estas personas es distinto. Se ve que tienen diferencias en la zona de la culpa, la empatía y el razonamiento moral. Lo que tienen es una falsa empatía que hace que sean encantadores, para que tú te enganches y entres en el círculo. Piensa en un violador, que también tiene rasgos psicopáticos. Entran a la cárcel, pasan diez años y, cuando salen, en menos de seis meses, vuelven a violar. Son presos de excelencia en la cárcel porque no tienen estímulos, pero, cuando salen, todo vuelve a ser igual. Yo, en el libro, lo digo claro, no hago terapia con psicópatas narcisistas.
Dices que la dependencia emocional es buena, sin embargo, siempre se escucha todo lo contrario.
La dependencia emocional no es mala. Es necesaria y esto es muy importante que se dé a conocer. Los seres humanos somos los seres más sociales del planeta Tierra. Que tú tengas interdependencia de la gente es bueno. Necesitas estar sí o sí vinculado a la gente. Lo que es tóxico es la adicción emocional, que es igual a una adicción a la droga. Cuando estás enganchada a un hombre tóxico segregas las mismas sustancias que cuando estás enganchada a la cocaína. Te secuestra al cerebro de la misma forma.
Y no hay un sólo perfil de adicta
No y esto es algo que he ido viendo en mis consultas. No es sólo la sumisa, que lo que todo el mundo piensa, también está la enfermera salvadora, la princesita de los cuentos, la niña adolescente, etc. Por ejemplo, Jennifer Lopez es una adicta emocional y quién lo iba a creer. Ha ido encadenando unas parejas con otras y eso acaba fatal. Dejó a Alex Rodríguez y tuvo que tirar de un ex del pasado. Muy representativo que el otro día, en los Grammy, se vio que le decía: 'por favor, haz que eres feliz'. Tenemos que tener muy claro que mujeres independientes, guapísimas y millonarias también pueden ser adictas emocionales.
En el libro comentas el caso de Jennifer López y da la sensación de que no te parece que volver con un ex sea una buena idea.
En términos generales, las segundas partes no fueron buenas. Es como coger la mierda y volverla a expandir. Se puede ser un poco flexible y estudiar cada caso, pero mucha gente vuelve por falta de amor propio. Es como las drogas.
Y, cuándo se quiere romper, ¿por qué hay muchas rupturas que acaban en cama?
Esto lo veo muchísimo. Por eso, soy fan de las rupturas por WhatsApp con gilipollas. ¿Qué ocurre? Como ellas, en el fondo, no lo quieren dejar y el otro hace un bombardeo moral se vuelve complicado. Recordemos que esto es, en el fondo, como las drogas y el cerebro está un poco 'loco'.
[Doctor Cano, el sabio de la ansiedad: "La sociedad acepta y demanda el uso de psicofármacos"]
¿Ha habido alguna historia que te haya tocado mucho personalmente?
A veces, en terapia, he intentado contenerme las lágrimas, porque ves sufrir mucho. He visto a mujeres absolutamente destrozadas. De todas las historias, algo te toca, cada una te deja un cachito. Recuerdo la historia de una mujer, a la que llevo en el corazón, que vino porque estaba con un hombre, un psicópata narcisista, que sólo la quería para el sexo, con unos niveles de cosificación horribles, de ir a su casa sólo para acostarse o de obligarla a ir a sitios de intercambio de pareja sin ella querer. Gracias a Dios pudo salir de ahí.
En el libro hay un plan para dejar a un 'gilipollas' en 42 días. ¿Por qué esa cifra? ¿Esto es posible?
Seis semanas, es decir, 42 días, es lo mínimo de lo mínimo para que tú puedas estar mejor. Luego hay que hacer un seguimiento y dar más pasos a los tres meses, a los seis y al año. Digamos que seis semanas es como para empezar, pero luego hay que enfrentarse a la fecha del aniversario, del cumpleaños de él, de las navidades y de otras excusas que puedan hacer recaer.
Entiendo entonces que no se puede poner tiempo a la recuperación aproximada, ¿pero una fecha aproximada?
A partir de las seis semanas se está mejor, pero mínimo de tres a seis meses, dependiendo del nivel de adicción.
Muchas de las cosas que hemos hablado aquí se pueden ver en el programa 'La isla de las tentaciones'. ¿Qué opinas de él?
Entiendo que es tele, que su función es entretener y que es un espectáculo. Pero desde el punto de vista profesional, La isla de las tentaciones es todo lo que no hay que hacer. Es el ejemplo de cómo se acaba destrozado por permitir conductas nocivas y cómo darse cuenta de que no se puede normalizar. Desgraciadamente, refleja nuestra sociedad, repleta de lo que yo llamo relaciones líquidas, es decir, que no son sólidas, que se escurren de entre las manos.
Yo, no sé qué pasa, pero, a día de hoy, siete de cada diez personas han pasado por relaciones tóxicas a lo largo de su vida. Y las otras tres no se han dado cuenta. No sé si es el estilo de vida, el consumo, la cosificación o las redes sociales como catálogo. Pero hay que advertir que estas conductas nocivas no paran de crecer y crecer. Por eso, se me ocurrió escribir este libro, porque hay mucha gente que necesita ayuda.