Desaparecieron hace 4.000 años, pero pueden volver a la vida. Lo hemos visto en el cine, en novelas de ciencia ficción o en videojuegos y esta vez quizás en la realidad. No es seguro. Hay entusiasmo y muchos obstáculos. Sin embargo, parece que la llama de esperanza ha prendido.
Y no es fácil, pero tampoco lo eran ideas como clonar a una oveja o modificar el genoma para erradicar una enfermedad. Spoiler: ambas se han conseguido. Cierto que resucitar especies extinguidas tiene más de laboratorio y de secuenciaciones de datos que de un inmenso recinto de atracciones con velociraptores como Jurassic Park.
Tampoco es tirar los dados y esperar a que pase la avalancha, como en Jumanji. Es un proyecto que requiere tiempo, financiación y mucho error. Logradas las dos primeras, y sorteado el tercer escollo, el resultado está más cerca. Según la empresa estadounidense Colossal Biosciences, el resurgir de animales desparecidos como el mamut lanudo, el dodo o el tigre de Tasmania puede llegar en los próximos años.
Lo han llamado 'desextinción' y no es un juego o un capricho, es una necesidad: los expertos calculan que en 2050 se habrá extinguido la mitad de las especies. Así que no sólo se trata de recuperar animales del pasado: también es una forma de aprender a mantener los del presente. Las actividades humanas, siguiendo con estas cifras, presionan hasta la extinción a más de 33.000 especies diferentes, lo que se traduce a 150 especies diarias.
Beth Shapiro, profesora de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de California, declaraba recientemente al respecto que "nunca ha habido más urgencia para preservar especies de la que tenemos hoy en día". "No es solo importante para su existencia. Es importante para el bien común del planeta. Juntos, Colossal y la comunidad científica estamos comprometidos en los esfuerzos para desextinguir a aquellos que perdimos", incidía.
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En Colossal Biosciences -con un equipo dirigido por el experto George Church, de la Facultad de Medicina de Harvard- están convencidos de que pueden traer algunos animales de vuelta. Church, de hecho, tiene una gran experiencia: ya ha trabajado intentando crear cerdos modificados genéticamente para que sus órganos sean compatibles con los de los humanos y sirvan en caso de trasplantes.
Su primera iniciativa ha sido resucitar al mamut lanudo. "Nuestro objetivo es tener las primeras crías en los próximos cuatro o seis años", anunciaba a finales de mayo Ben Lamm, cofundador de la compañía. Ya han probado 42 alteraciones genéticas para obtener orejas más pequeñas, diferentes tipos de pelo o una capa de grasa de diez centímetros. Los mamuts lanudos diseñados, además, no tendrían colmillos para evitar que los cazadores furtivos los cacen para vender el marfil.
Financiado gracias a empresas privadas y agencias de inteligencia, Colossal Biosciences se promociona como un negocio de "descubrimiento". "Nos esforzamos por reactivar el latido del corazón ancestral de la naturaleza", exponen en su página web. De esta forma, anotan, "la humanidad se podrá hacer más humana". Ya cuentan con 15 millones de dólares (unos 14 millones de euros) y un plan en marcha.
Dicho plan es fácil de escribir, pero difícil de desarrollar. En resumen, consiste en crear híbridos entre especies vivas y las extinguidas mediante ingeniería genética. Por ejemplo, la resurrección del mamut lanudo sería a partir de un elefante. Y lo mismo con el elefante o el tigre de Tasmania. Con este mecanismo, el proceso de cría se realizaría en un útero artificial.
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Otra opción fue clonar, aunque se descartó. El problema, señalaron los expertos, era que las muestras de ADN de mamuts lanudos encontradas en el permafrost estaban demasiado dañadas como para trabajar con ellas con normalidad. Y ha pasado también con el dodo. Esta ave no voladora tiene una historia de extinción por desgracia repetida: era abundante en la isla de Mauricio antes de llegar los colonos portugueses. No mostraban miedo a los humanos, y por eso fueron presa fácil para la caza. Las especies invasoras que acompañaban a los navegantes, como las ratas, hicieron el resto: en el siglo XVII ya no quedaba ni uno.
Queda, no obstante, la ciencia. Y la empresa de biotecnológica, seleccionada como una de las compañías de mayor influencia del mundo por la revista Time en 2022, quiere lograrlo: 'desextinguir' el dodo, según explica Ben Lamm, puede abrir un camino en la recuperación de la biodiversidad animal.
Para resucitar al dodo se ha tomado como base a la paloma de Nicobar (su 'pariente' más cercano). Se está, a la vez, determinando cuál es la diferencia genética con la especie extinguida y así encontrar el gen más parecido. De esta forma, se logrará algo muy parecido, aunque no una réplica exacta. Una posibilidad que tampoco podría plantearse ya que el entorno en el que vivieron hasta hace cuatro siglos ha sido transformado radicalmente.
Algo que puede contradecir a Moisés Expósito-Alonso, investigador español de la institución Carnegie en la Universidad de Stanford, en California. Este joven alertaba recientemente en una cumbre del clima de que no vale con clasificar o hacer un inventario de especies para salvarlas. "Quizás podríamos mantener ahora mismo al 100% de las especies del planeta en un museo, pero esto no las salvaría", reflexionaba. Con Colossal Biosciences puede que sí: estos animales saldrían de los escaparates y regresarían -como en un videojuego, una novela o una película- a la vida.