La población mundial alcanzó los 8.000 millones de personas en 2022. Este hito poblacional supone que ahora hay cuatro veces más humanos que en 1928, según las cifras de la ONU. Aunque las estimaciones prevén que el incremento será cada vez más despacio —e incluso disminuirá a finales de este siglo—, algunos científicos advierten que este tipo de crecimiento demográfico es insostenible para el conjunto de los ecosistemas de la Tierra.
El último en sumarse a esta advertencia ha sido el ecologista y economista ecológico William Rees. Este profesor de la Universidad de Columbia Británica ha publicado un artículo con un título que no deja lugar a la imaginación, La ecología humana del exceso: por qué es inevitable una 'corrección demográfica'. Rees considera que estamos consumiendo los recursos terrestres a un ritmo insostenible, por lo que el resultado sería un colapso de la civilización que 'corrija' la población mundial.
Este escenario apocalíptico que, según Rees, podría suceder antes de finales de este siglo "en el peor de los casos" afectará incluso a las sociedades más ricas, que se volverían completamente vulnerables ante una situación de este tipo. "El Homo sapiens ha evolucionado para reproducirse exponencialmente, expandirse geográficamente y consumir todos los recursos disponibles", apunta el bioecólogo en su artículo, que se ha publicado en la revista World.
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Durante la mayor parte de la historia de la evolución humana, Rees entiende que existieron una serie de factores que evitaron las tendencias expansionistas: "Sin embargo, tanto la revolución científica como el uso de combustibles fósiles nos han permitido desarrollar todo nuestro potencial". Además, el dominio humano sobre el planeta nos ha hecho olvidar, a su juicio, que seguimos rigiéndonos por la selección natural.
Esto ha provocado el consumo excesivo y la contaminación de los que es responsable una parte de la población mundial actual. "Aumentarán a medida que crezca la seguridad financiera y el tamaño de la población, señala Rees. Una prueba de la presión a la que ya está sometido el planeta es el clima cambiante. "Pero sólo representa una pequeña parte de un problema general".
La sexta extinción masiva
Según Rees, las soluciones que se proponen —como el cambio a las energías renovables— no son suficientes como para abordar el problema del crecimiento exponencial de la población. "De hecho, contribuyen aún más al exceso de consumo que lo acompaña".
El bioecólogo también se pregunta si las mejoras tecnológicas podrán hacer frente a las crecientes exigencias que nuestro consumo impone al planeta. "La escasez de alimentos, la inestabilidad de los hábitats, las guerras y las enfermedades", enumera Rees. En su opinión, todos estos problemas están conduciendo a la Tierra a la sexta extinción masiva.
Así es, nuestro planeta ya ha vivido cinco grandes extinciones; aquellos períodos de 2,8 millones de años en los que han desaparecido las tres cuartas partes de las especies. La primera de ellas se produjo hace unos 443 millones de años y desaparecieron del planeta el 85% de las especies.
La más reciente (y quizás la más conocida) fue la que causó el fin de la era de los dinosaurios. Aunque también se considera clave para la proliferación de los mamíferos y, por tanto, del ser humano. Pues bien, Rees en su 'apocalíptica' predicción prevé que antes de que acabe este siglo se producirá la sexta gran extinción.
"En el mejor de los mundos posibles, el cambio se podría dar de forma que se evitara el sufrimiento innecesario de millones (¿miles de millones?) de personas", advierte Rees, "pero esto no está ocurriendo".
La huella ecológica
Ante un panorama tan desolador, Rees exige que seamos más conscientes del peligro que corremos. "También se debe conseguir un mejor equilibrio en cuanto a lo que damos y recibimos del planeta". No es la primera vez que este autor teoriza acerca del impacto que tienen los humanos en la Tierra.
Junto con su colega Mathis Wackernagel, Rees acuñó en 1996 el término de "huella ecológica" para referirse a la capacidad que tiene la Tierra para asumir el uso que hacen los humanos de los recursos naturales. Se trata de un indicador que mide el impacto humano en la naturaleza. Por ello también tiene en cuenta la cantidad de residuos y gases contaminantes que se generan.
El cálculo de la huella ecológica se basa en una matriz de necesidades estipuladas por cada individuo. Esto incluye elementos como la extensión que se necesita para la producción de alimentos o la superficie forestal con la que se absorben las emisiones de dióxido de carbono.
También se añade en el cálculo factores que protegen la biodiversidad y preservan la integridad de los ecosistemas. Esta reserva de la biodiversidad se estima en un 12% de cada territorio local. Por tanto, la huella ecológica surge entonces de la suma de las hectáreas necesarias para satisfacer el consumo de la población más el 12% adicional para la protección de los ecosistemas.
Según la escala que se utilice, se puede medir la huella ecológica de un país, una ciudad, una fábrica o una persona. En la actualidad, por ejemplo, se estima que cada persona sobre la Tierra necesita 2,7 hectáreas de suelo para satisfacer sus necesidades a lo largo de todo un año.