San Valentín es, por excelencia, el día del amor. La tradición comenzó en los países anglosajones, mientras que en España se hizo popular durante los años 40 gracias a Galerias Preciados. La idea de los grandes almacenes era que las parejas se comprasen un detalle bonito para celebrar el 14 de febrero, lo que ha terminado tiñendo la fecha de puro marketing. Sin embargo, los expertos consideran que también puede ser una fecha idónea para poner de manifiesto un problema importante ignorado durante mucho tiempo: las relaciones tóxicas.
Según un metaanálisis de 83 estudios, alrededor del 3% de la población ha estado involucrado en una relación tóxica. En jóvenes, el porcentaje es incluso mayor, un 10%. En los casos más graves, este tipo unión es la antesala para los malos tratos, por lo que conviene ponerle freno cuanto antes. El problema, como apuntan los psicólogos, es que reconocer las señales resulta complicado. Principalmente, porque suele haber un gran trasfondo de adicción emocional.
"Una relación tóxica es como una droga. Genera una adicción emocional de la misma manera que la genera la cocaína", explica a EL ESPAÑOL Lara Ferreiro, psicóloga especialista en adicción emocional y parejas.
Aunque el concepto de adicción al amor todavía puede ser demasiado nuevo para algunos especialistas, lo cierto es que hay investigaciones científicas que dan validez a esta teoría. Por ejemplo, un trabajo publicado en la revista Frontiers demostró gracias al análisis de distintas resonancias magnéticas cerebrales que en él se activan las mismas regiones cerebrales que se encienden con el enganche al alcohol, la nicotina, la cocaína, la heroína o las anfetaminas.
El papel de la dopamina
Mientras, un equipo de investigadores del Centro de Neuroética de la Universidad de Oxford, demostró que la dopamina —un neurotransmisor conocido por generar sensación de placer y activar los circuitos de recompensa— juega un gran protagonismo en la adicción al amor.
"También llamada 'hormona del placer', es clave en cualquier tipo de adicción. Cuando una persona consume aquello a lo que está enganchada (ya sea una sustancia como la cocaína, las redes sociales o la relación con un hombre tóxico), el cerebro recompensa, lo que hace sentir un gran placer a corto plazo. Esa es la sensación que busca el cerebro a todas horas y provoca que vuelvas a consumir y que cada vez necesites más para alcanzar ese nivel de placer", escribe al respecto Ferreiro en su libro Adicta a un gilipollas.
"Para mí, la adicción que causa una relación tóxica es muy peligrosa, porque tienes que luchar contigo y con la otra persona", advierte la experta.
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La relación, además, no empieza dando señales de alerta. José T. Boyano, profesor de psicología en la Universidad de Málaga, habla en un artículo de divulgación científica de la "escaldada de toxicidad". Comprende varios peldaños: sentimientos de malestar, dependencia emocional, conflictos continuos, falta de comunicación, celos y culpabilidad, control, luz de gas, violencia psicológica y, para terminar, violencia física o sexual.
En esta línea, Ferreiro avisa que la primera señal a la que se debe prestar atención es al menosprecio y/o denigración. "A veces viene acompañado de un humor hostil, con chistes sobre si eres fea, gorda, una inútil, etc.", advierte. Como ejemplo práctico, comenta que el otro día atendió en su clínica a una mujer cuyo novio le decía constantemente entre risas que era tonta. "Aquí empiezan los problemas de autoestima y hacen que cualquier persona pueda caer en una relación tóxica".
Aumento en los jóvenes
La segunda señal es el control, es decir, saber constantemente qué hace y/o dónde está la otra persona. Y, ojo a esto, porque las nuevas tecnologías han propiciado que este factor despunte, sobre todo entre los más jóvenes. Según el Barómetro Juventud y Género 2023, realizado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud, un 45% de los jóvenes reconoce haber revisado el móvil de su pareja.
"Con los jóvenes estamos ante un problema social emergente", alerta la psicóloga haciendo referencia al mismo informe. "Los hay que controlan los horarios de sus parejas, los móviles o, incluso, hacen uso de la opción del iPhone de geolocalización para saber dónde están".
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Los estallidos de furia son la tercera señal. "Muchas veces, por miedo a que explote su carácter, vas callando y eso va desgastando y anulando poco a poco", indica Ferreiro. Esto, además, conecta con el siguiente punto, culpabilización inversa: "La culpa la tienes siempre tú, hagas lo que hagas".
De nuevo, para que el lector lo entienda de la mejor manera posible, la psicóloga pone un ejemplo: "Una paciente un día encontró a su marido con otra persona en la cama. Él le achacó que le había obligado a hacerlo por no darle suficiente sexo. Mi paciente, aun siendo la víctima, se puso a llorar y a rogarle que no se fuera".
No todo es violencia
El último punto es, quizás, el más desapercibido: falta de responsabilidad afectiva. Se corresponde con la toma de decisiones unilaterales sin tener en cuenta a la otra persona. No hay visos de violencia. No hay un malestar palpable. De ahí que pase de puntillas.
Es problema, como define Ferreiro, es que esto es "una relación muy instrumental", en la que una persona utiliza a otra para diversos fines. No tiene en cuenta sus sentimientos e inquietudes. Y esto al final termina haciendo mella en cualquiera.
Este punto es importante para ejemplificar que, aunque muchas relaciones tóxicas terminan en violencia, no todas son violentas. La clave, la da la experta: "Si una relación te hace sentir mal y tu termómetro emocional te dice que te sientes mal, tienes que revisar esa relación porque probablemente estés en una relación tóxica".