De izquierda a derecha: Xosé R. Bustelo, Joaquín González-Nuevo y María Mayán.

De izquierda a derecha: Xosé R. Bustelo, Joaquín González-Nuevo y María Mayán. Pablo García Santos

Ciencia

El 'vuelva usted mañana' de la ciencia española con la burocracia: "A veces nos tratan como a mangantes"

Desde material de oficina a viajes, los investigadores se enfrentan a trabas administrativas que ralentizan su trabajo y su competitividad.

10 marzo, 2024 02:23

Imagínese que está en Los Álamos, Nuevo México, en el verano de 1945. El Proyecto Manhattan está a punto de culminar con la explosión de Trinity, la primera bomba atómica. Pero un inesperado incidente retrasa varios días la prueba: Robert Oppenheimer, el líder del proyecto, tiene que justificar la compra de folios, lapiceros, grapadoras y otro material de oficina presentando 3 ofertas de distintos proveedores, solicitar las correspondientes facturas y enviarlas a la Administración esperando que le den el 'ok', con suerte, en una semana.

Evidentemente, se trata de una exageración, pero algo parecido es a lo que se tienen que enfrentar los científicos españoles todos los días.

La ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, ha anunciado esta semana en el Senado un "plan de reducción de las cargas administrativas en el sistema público de ciencia", que agilice los trámites y las compras que deben realizar los científicos para llevar a cabo sus proyectos.

Ello supondría un alivio para los investigadores, ahogados en su día a día de papeleo que llega a retrasar los proyectos, ralentizando la presentación de resultados y haciéndolos menos competitivos. Mariano José de Larra ejemplificaba esa lentitud de la burocracia hace casi dos siglos en un artículo y una frase que siguen tan vigentes como el primer día: 'Vuelva usted mañana'.

A Joaquín González-Nuevo, profesor de Astronomía y Astrofísica de la Universidad de Oviedo, se le estropeó el ordenador con el que trabaja. Eran "3.000 euros de ordenador, porque yo soy astrofísico y realizo principalmente análisis de datos, así que es prioritario para mi trabajo y capacidad de cálculo".

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La reparación costaría 400 euros y tardaría dos días en estar listo. En la universidad "me dicen que solicite la factura a la tienda, junto con una explicación de la justificación del gasto, indicando si estaba previsto o no en el proyecto (¡!) y que la entregue por registro".

En la tienda, "obviamente", le dicen que hasta que no se pague la factura, no hay ordenador, por lo que González-Nuevo acude de nuevo a la universidad para pedirles acelerar el pago "porque mi trabajo depende directamente de ese ordenador, o uno equivalente que no tengo".

Bien, la factura tardó en ser pagada "más o menos lo normal, ¡más de tres meses! Durante ese tiempo, no me quedó más remedio que seguir trabajando con un ordenador propio viejo".

El astrofísico considera que problemáticas de este tipo "a veces llevan a situaciones ridículas". Pone el ejemplo de publicar en acceso abierto: es una opción que permite a tu estudio tener un mayor alcance, pero es el propio investigador el que paga por publicar el artículo.

El dinero para hacerlo, por supuesto, viene del presupuesto del trabajo. El coste difiere según el tamaño del artículo, los gráficos o los cambios de última hora, y las revistas "te dan un plazo de 10-15 días para que pagues dichos costes. Pero claro, esta factura tiene que pasar, en general, los mismos procesos y controles que las demás, ¡así que te puedes imaginar los problemas que se crean para intentar pagar a tiempo! Lo más triste es la imagen que damos al exterior, porque ve tú a explicarle a Nature que en tu universidad la factura va a tardar un mes como mínimo".

El papel higiénico no cuenta

José Manuel Martínez-Costas, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Santiago de Compostela, ofrece otro ejemplo. "Hay cosas como el papel higiénico, el papel de cocina, etc. que necesitamos para mil cosas en el laboratorio y que compramos en el supermercado, que no podemos pagar con proyectos 'normales' porque no lo consideran material de laboratorio".

Entonces, tienen que adquirirlos a "una casa de suministros de laboratorio por cinco veces el precio del súper, entonces sí les vale".

Atender peticiones de este tipo, apunta María Mayán, directora de grupo en el Centro para la Investigación de Nanomateriales y Biomedicia (Cinbio) de la Universidad de Vigo, puede llevar "toda una mañana de trabajo".

Pero si hay algo que le llama la atención son las diferencias en las facilidades que ofrecen las instituciones financiadoras. Mientras que en el Instituto de Salud Carlos III son relativamente ágiles, le desespera la lentitud de la Agencia Estatal de Investigación, el principal organismo gestor de subvenciones públicas de España.

"Tenemos un proyecto concedido y llevamos pendientes desde principios de febrero a que los técnicos de la Agencia revise la documentación para iniciar el proyecto. Es todo tan lento que repercute en el inicio de los proyectos, la organización del grupo, la competitividad del mismo, hay investigadores que están esperando a que se apruebe para ser contratados... Y la gente necesita comer, beber, pagar una casa... No es solo el proyecto sino el personal implicado".

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Mayán advierte de que lo más probable sea la escasez de recursos de la propia Agencia la que lastra su agilidad. "Es muy ineficiente, probablemente por falta de personal, no sabría darte otro tipo de explicación".

En cambio, para Xosé R. Bustelo, investigador principal en el Centro de Investigación del Cáncer de la Universidad de Salamanca y el CSIC, lo peor están siendo los fondos asociados al Plan europeo de Reconstrucción y Resiliencia. "Ya ha llegado al culmen del despropósito, dado que retrasa prácticamente cualquier pedido unos 20 días aproximadamente".

Se explica. "Hay que pedir 'permiso' primero al CSIC central, en Madrid, donde tiene que aceptar que dicho pedido tiene 'sentido'. Una vez aceptado, hay que contactar con la compañía comercial para comenzar a tramitar el pedido. Pero, para ello, la empresa tiene que aportar un sinfín de documentación". El proceso se acerca a las tres semanas, "a lo que habrá que añadir el tiempo habitual para que el reactivo se envíe".

Y esto para los pedidos de menos de 5.000 euros porque, a "los de importe mayor, a todos estos pasos hay que añadirle que hay que presentar tres ofertas independientes".

Además de aportar las copias de facturas para justificar económicamente cada paso "hay que pagar de los propios proyectos una auditoría de los gastos. Pero, a pesar de ello, entre cinco y seis años tras la finalización del proyecto, lo acostumbrado es que te vuelvan a preguntar por algún gasto específico".

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Bustelo califica la burocracia científica de "kafkiana", lamentando la insistencia de las administraciones en la justificación de gastos superfluos. "En algunos casos la petición de justificación no es porque algo no esté claro sino, simplemente, porque buscan facturas que tengan un precio elevado".

"Creo que el problema es que todo se centra en perder el tiempo en áreas, como la ciencia, en donde el grado de prevaricación es mínimo, ya que nuestros gastos están fiscalizados por la propia administración de los centros y por los agentes financiadores en los informes de seguimiento", afirma.

Una investigadora que no quiere figurar con su nombre lo resume de esta forma: "Es obvio que se nos trata como a mangantes".

Un albergue a las afueras de Toronto

Todos los científicos consultados por EL ESPAÑOL para este reportaje apuntan que el paroxismo llega con las justificaciones de los viajes. Acudir a un congreso a presentar sus trabajos y ponerse al día con el de otros investigadores de su campo supone un auténtico quebradero de cabeza.

"Tienes que guardar el ticket del metro, el del taxi... Y si no hay ticket físico, olvídate", apunta esta investigadora. "Incluso, a veces, nos piden el extracto bancario, eso a mí me cabrea supremamente... ¿Por qué tengo que enseñar yo a la gente de gestión mi extracto? [Para que sepan] Cuánto dinero tengo, si me fui a una reunión a Barcelona y por la tarde me compré una americana en el Zara para la reunión del día siguiente, o un juguete en El Corte Inglés para mi hijo..."

El astrofísico Joaquín González-Nuevo apunta que, a la hora de justificar los gastos de los viajes, "muchas veces nos sentimos tratados como delincuentes". Para justificar un billete, hace falta factura a nombre de la universidad, el billete físico "demostrando que ha sido utilizado, firmado de puño y letra por detrás, justificante bancario de que fuiste tú quien realizó el pago... He visto a compañeros sacar justificantes en los cajeros después de pagar un taxi en efectivo porque el taxista no aceptaba otro tipo de pago y así al menos tener un justificante del mismo día y hora".

Lo peor, con todo, es que lo que paga la Administración por alojamiento no ha cambiado en más de una década: 67 euros por noche de alojamiento y 37 para las comidas del día."Si superas la suma de ambas cifras, ese dinero lo estás pagando de tu bolsillo".

María Mayán lo explica así. "En un congreso de Toronto, la capacidad de gasto que me permitía el Instituto Carlos III —y, por tanto, el Ministerio de Ciencia— me daba para ir a un albergue a las afueras de la ciudad. En Madrid igual, tienes que ir a un hostal en las afueras. Ahora, con la inflación, estos límites carecen de sentido".

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La Ley de la Ciencia, aprobada en el verano de 2022, intentaba mejorar algunos aspectos de la burocracia infinita a la que se someten los científicos. No obstante, "no es suficiente y queda mucho por hacer, si lo pones en una balanza igual hemos mejorado solo un 10%", opina.

Xosé Bustelo, en cambio, cree que la situación "no ha mejorado e, incluso, ha empeorado muy significativamente", refiriéndose sobre todo a los proyectos ligados al Plan de Recuperación y Resiliencia. "Las agencias gubernamentales españolas son de las peores de toda Europa".

La solución a esta rémora no está nada clara. "Nadie dice que no sean necesarios mecanismos de control", opina Mayán, "porque los investigadores somos personas humanas y podemos cometer errores. Pero tienen que ser mecanismos que no te quiten horas de trabajo, que los ejerzan personal de apoyo y profesionales de la a la gestión, y que nos permita dedicar nuestro tiempo a la investigación".

Bustelo apoya esta reflexión. "Al final, nuestras investigaciones las pagan los impuestos de toda la ciudadanía. Pero una cosa es esa y otra crear un monstruo burocrático que se alimenta a sí mismo y que, en última instancia, supone un gasto extra para todos".

Y apuntilla: "Creo que no exagero si digo que, por cada euro fiscalizado, se pierden al menos cuatro si consideramos todas las capas burocráticas que hay que pasar para justificar cualquier gasto, por mínimo que sea".