Las lluvias extremas crecerán hasta un 61% en la costa mediterránea: "No es factible mover a millones de personas"
- Los expertos afirman que los rediseños de cauces deberán combinarse con otro tipo de medidas y establecer una "cultura de la emergencia".
- Más información: No es solo Málaga, Valencia o Tarragona: mapa interactivo de los 2,7 millones de españoles que viven en zonas inundables
El debate sobre las responsabilidades del desastre causado por la DANA que asoló el este y el sur de la Península el pasado 29 de octubre está ensombreciendo otro, quizá no tan urgente pero sin duda decisivo: este tipo de eventos volverán a ocurrir y no hay una solución milagrosa para prevenir o mitigar sus potenciales daños.
Un estudio analiza las DANA (depresión aislada en niveles altos; lo que antes se llamaba gota fría) en el Levante español entre 1998 y 2018 y concluía que el calentamiento global puede provocar un incremento del 61% en las precipitaciones de la zona descargadas por estos eventos extremos.
Pero no es la única área del país en riesgo. El mismo estudio advierte que, en el norte peninsular, las lluvias torrenciales pueden aumentar hasta el 88%.
Es decir, la gestión de estos evento climáticos va a ser uno de los grandes retos de nuestro tiempo, porque en España viven unos 2,7 millones de personas en zonas potencialmente inundables, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO).
Desalojar esa cantidad de personas no es viable. "No hay sociedad que, a nivel administrativo, político o económico, pueda desplazar ese volumen de población", ha señalado Emilio Santiago, científico titular en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), durante un briefing organizado por el Science Media Centre.
"Esto no es realista. Lo único realista es tener una cultura de emergencia para minimizar los daños materiales y humanos cuando esto suceda". Esa cultura, "que es mejorable en este país, la tienen otros con desastres de otro tipo e incluyen procesos pedagógicos, concienciación ciudadana, etc."
Incluye, además, todos los entornos, desde la educación hasta lo laboral. "Hay que canalizar la inversión para garantizar este objetivo: hay países que enfrentan las temporadas de huracanes con costes muy bajos en vidas humanas".
En el evento también ha participado Juan Ballesteros, investigador del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales especializado en riesgos hidrológicos en el contexto de cambio global, que ha abundado en las soluciones que sí son viables en este momento.
"Eliminar casas es algo complejo que hay que estudiar a nivel individual y sabiendo qué implicaciones sociales tiene, es una medida extrema", ha comentado.
Sí se puede mejorar la capacidad de las cuencas para mitigar esas lluvias intensas. "Hay que buscar alternativas para dar espacios a los ríos para que puedan desbordar sin llegar a afectarse".
Ninguna medida es fiable al 100%
La tendencia, apunta, es buscar soluciones basadas en la naturaleza "porque son más resilientes pero, evidentemente, también implica construir infraestructuras que puedan ayudar a estas soluciones".
Con todo, recuerda, estas adaptaciones no pueden considerarse definitivas, teniendo en cuenta el aumento de la intensidad de estos eventos producto del cambio climático.
"No podemos confiar al 100% en las medidas de mitigación o reducción. Lo harán en un tanto por ciento, pero en eventos extremos me temo que no van a servir de mucho".
El científico del CSIC cree que no es posible implantar ninguna solución real que no implique políticas que reduzcan el consumo de combustibles fósiles y señala que la velocidad de adaptación a los cambios va siempre por detrás del desarrollo urbanístico.
Los riesgos climáticos generados por el calentamiento global no implican solo a las viviendas y las infraestructuras de saneamiento. Las últimas DANA han puesto de manifiesto fragilidad del abastecimiento de agua y alimentos.
"Los eventos climáticos extremos tienen una repercusión inmediata en los riesgos sanitarios", ha apuntado Ana Allende, profesora de investigación del CSIC y experta en seguridad alimentaria y calidad de aguas.
"Ha habido muchos cortes de luz y los productos almacenados pueden haber estado sin las condiciones de refrigeración adecuadas". Por otro lado, aunque los análisis de abastecimiento de aguas están dando mediciones normales desde hace días, todavía existe el riesgo de fugas en otros puntos, por lo que la recomendación sigue siendo usar agua embotellada para beber y cocinar.
En otro orden de cosas, la experta apunta que las zonas de cultivo pueden haberse visto afectadas por las inundaciones el desbordamiento de los sistemas de saneamiento, siendo contaminadas por aguas residuales.
"Las recomendaciones desde el punto de vista de la seguridad alimentaria es, si las hortalizas han entrado en contacto con aguas contaminadas, deben ser destruidas". En cambio, para cultivos aéreos como los árboles frutales, "hay que hacer un cálculo de riesgos".
La investigadora ha señalado la importancia de identificar qué zonas son susceptibles de sufrir inundaciones para adaptarlos a cultivos de productos que no se consuman en crudo.
Lamentablemente, "esta estrategia no está demasiado extendida". Los agricultores están basando su estrategia "utilizando barreras de contención o colocando sus cultivos a una altura específica", que prevenga las inundaciones. Pero Allende está convencida de que va a tener que haber un nivel de adaptación más, "y va a tener que ser este".