"Yo soy el tiempo, destructor de mundos, y he venido a devorarlos a todos". Así se expresaba Shiva, el dios de la destrucción de la mitología hindú, según el Bhagavad-gītā. Una figura cuyo papel era el de traer la destrucción para que todo pudiera ser creado nuevamente. Curiosamente, algunos modelos astrofísicos otorgan al planeta Júpiter un papel similar al de esta deidad, ya que aseguran que arrasó con los primeros planetas del Sistema Solar y permitió la formación de nuevos planetas en los que pudo surgir la vida.
Júpiter es grande. Enorme. Es lo primero que se puede decir de este gigante gaseoso, al que los romanos bautizaron como al padre de los dioses y de los hombres. Esta afirmación puede parecer una simpleza, pero no lo es, puesto que su enorme tamaño, más del doble que el resto de planetas juntos, es el que hace que este titán encierre muchos de los secretos sobre el origen de nuestro Sistema Solar.
Después del Sol, Júpiter es el cuerpo astronómico que más influencia tiene en el resto de los planetas y "a lo largo de la historia ha jugado un papel fundamental para llegar a la configuración que actualmente ocupan los planetas", explica a EL ESPAÑOLl Santiago Pérez, investigador del grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco.
"A veces incluso se refieren a Júpiter como una especie de paraguas gravitacional", explica Pérez ya que "acapara la caída de objetos, como restos de la formación planetaria, cometas o incluso asteroides". En suma, este enorme planeta ha sido uno de los principales actores en la formación y la evolución de nuestro vecindario cósmico.
Es por esto que se han dedicado tantos esfuerzos para averiguar lo más posible sobre este gran planeta. El último ha sido la misión Juno cuyo fin es escudriñar en su interior, más allá de la densa capa de nubes que nos oculta su interior.
El increíble viaje de Juno
Juno inició su viaje el 5 de agosto de 2011. Con un diámetro aproximado de 3,5 metros y un peso de 3.600 kg, esta nave partió hacia el gigante gaseoso como antes lo habían hecho las misiones Pioneer, Voyager o Ulysses. Pero a diferencia de éstas, Juno se quedará. La nave de la NASA permanecerá en la órbita de Júpiter durante algo más de año y medio, como también lo hizo la sonda Galileo entre 1995 y 2003.
Su travesía por el cosmos terminó poco antes de las 4 de la mañana del pasado 5 de julio. Tras casi cinco años de viaje y cerca de 2.800 millones de kilómetros recorridos, Juno llegó a su destino a la extraordinaria velocidad de más de 250.000 kilómetros por hora (200 veces más rápido que una bala). Una vez en su órbita, la sonda se quedará flotando frente a Júpiter a una distancia que variará entre los 4.000 y los 8 millones de kilómetros.
La sonda va a pelar Júpiter como si fuera una cebolla y nos va a mostrar capas que hasta ahora no habíamos visto
El viaje ha sido largo, pero va a permitir a los científicos ver el interior de este planeta con una precisión que nunca habíamos tenido. "Nos va a pelar Júpiter como si fuera una cebolla y nos va a mostrar capas que hasta ahora no habíamos visto", afirma Pérez. Pero de entre todas las cosas que puede ver Juno, "la más importante para la ciencia es determinar si tiene o no un núcleo rocoso", afirma este astrofísico.
¿Tendrá Júpiter un núcleo rocoso?
Durante la etapa de formación del Sistema Solar el germen de este planeta se fue alimentando de los restos de gas y polvo que quedaron cuando se formó el Sol. De esta forma, Júpiter acabo convertido en un gigante compuesto principalmente de helio e hidrógeno y cuyo tamaño, de unos 140.000 kilómetros de diámetro, se acerca al de algunas estrellas menores.
Sin embargo, cómo sucedió esto es algo que no está tan claro. Existen fundamentalmente dos opciones. Por un lado están las hipótesis que plantean que en primer lugar se formó un núcleo rocoso, que posteriormente fue capturando todo el gas a su alrededor. Sin embargo, otra hipótesis plantea que no hizo falta la formación de tal núcleo, sino que parte de la nube de gas del sistema solar primigenio colapsó formando directamente el planeta.
Aunque las diferencias entre estos escenarios parecen nimias, determinar cuál de los dos es el válido nos dirá cómo se forman los planetas gigantes y, lo que es más importante, "nos va a dar información sobre la frecuencia con la que se originan planetas de este estilo", explica Pérez. Según este investigador, "si no necesitas crear primero un núcleo, podría ser más sencillo tener planetas gigantes, con lo que estos serán más frecuentes".
El origen de la vida
Otro de los aspectos interesante de este planeta es que al haberse formado en los inicios del Sistema Solar, aún mantiene elementos que pueden proporcionar información sobre los componentes originales. "Es como si tuviéramos una muestra de la nebulosa protoplanetaria que nos dará una información directa sobre la cantidad de agua que teníamos en aquel momento", explica Pérez.
Precisamente uno de los objetivos de Juno será medir la cantidad de agua y amoníaco en la atmósfera de Júpiter. Como estos compuestos son volátiles se han evaporado en aquellos planetas más cercanos al Sol, sin embargo, "Júpiter está en la frontera y nos podría dar información sobre la cantidad de agua que había en el sistema solar primigenio", explica este astrofísico. En definitiva, el conocimiento de la abundancia de agua en su atmósfera puede ayudarnos a comprender la formación de estos planetas e incluso nos puede ofrecer pistas sobre el origen del agua en la Tierra.
Aún está por ver si las hipótesis que definen a Júpiter como un destructor de mundos son ciertas. Probablemente Juno no sea capaz de dar respuesta a esta pregunta, pero sin duda, logrará desvelar algunos de los secretos que el gigante gaseoso guarda bajo su manto de nubes.