La NASA ha confirmado que Europa, la sexta luna de Júpiter, es un planeta geológicamente activo y con un enorme océano subsuperficial. "Hay actividad en todas partes que se manifiesta en fumarolas hidrotermales", ha afirmado Britney Schmidt, del Instituto de Tecnología de Georgia.
En una rueda de prensa retransmitida a todo el globo, Paul Hertz, Director de Astrofísica de la NASA ha confirmado que el satélite posee un océano de agua líquida bajo la superficie helada y que las fumarolas, que el telescopio Hubble detectó por primera vez en 2013, son de hecho eventos regidos por un patrón. "Estos géisers son reales y son intermitentes", ha dicho Hertz. "Nos dará la oportunidad de encontrar signos de vida en la superficie de Europa sin tener que taladrar el hielo".
El descubrimiento confirma que, a día de hoy, Europa es el principal candidato en el Sistema Solar para albergar vida fuera de nuestro planeta.
Para Jesús Martínez Frías, experto en geología planetaria del Instituto de Geociencias (IGEO), la recurrencia de las fumarolas despeja las dudas sobre la presencia de este océano, aunque "aún no sabemos la profundidad, algo que sería muy importante".
Esta actividad, a diferencia de la Tierra, no tiene tanto un origen geológico como de gravitación. Europa está muy influenciada por la atracción de Júpiter, a 671.000 kilómetros de distancia, y además no tiene una órbita circular sino elíptica. Esto provoca que el satélite se contraiga y expanda, generando calor interno que derrite el hielo. Nadie lo diría a simple vista, ya que la temperatura en superficie de Europa, según las últimas mediciones, se sitúa entre los 172 y los 224 grados bajo cero.
Pese a su espectacularidad, el anuncio era previsible. La última misión en Europa fue la Galileo, que orbitó Júpiter y sus lunas entre 1995 y 2003. "Pudo adivinar que había una océano de agua líquida y salada bajo la superficie, principalmente porque Europa tiene un campo magnético inducido por la interacción con el campo magnético de Júpiter, y para ello es necesario una capa conductora, en este caso, un océano líquido", explica a EL ESPAÑOL Laura Parro, investigadora en Dinámica Planetaria de la Universidad Complutense.
De la actividad geológica a la vida
Parro y sus compañeros Javier Ruiz (UCM) y Robert Pappalardo (NASA) estudiaron en un trabajo de febrero este año los llamados "terrénos caóticos" de una región de Europa, pequeñas irregularidades en la superficie del planeta, que pasa por ser el objeto más liso del Sistema Solar, sin apenas cráteres ni elevaciones de más de unos pocos cientos de metros. "Nosotros veíamos un tipo de estructuras producidas principalmente por diapirismo", es decir, trozos de hielo menos denso que se elevaban sobre trozos con mayor densidad, como en una lámpara de lava.
Para Martínez Frías, aunque la Tierra y Europa tienen tectónicas muy diferentes, "los procesos criomagmáticos -cómo fluye el hielo- se parecen a los procesos magmáticos terrestres", y recuerda que "el hielo es también un mineral, así está reconocido, y el agua es hielo líquido igual que la lava son silicatos fundidos". Así, estas fumarolas de agua de Europa podrían considerarse el equivalente a nuestros volcanes.
"Esto no podría producirse si un planeta no es activo", dice Parro. También comprobaron que ese tipo de terreno caótico se daban en diferentes fases de la edad geológica de Europa y su corteza. Si hubieran podido observar la evolución de esos terrenos durante el tiempo suficiente podrían haber confirmado que existe una tectónica activa, pero ya lo ha hecho el telescopio espacial Hubble.
Aunque en los últimos años ha habido debate sobre la naturaleza de este satélite, los últimos estudios publicados sobre este satélite parecen consensuar que Europa está formada por un núcleo metálico rodeado de un manto silicatado. Alrededor de este manto está el océano líquido, cubierto de una capa helada de entre tres y 30 kilómetros. Las fumarolas observadas por el Hubble permitían teorizar que alrededor del manto el calor es lo suficientemente intenso como para generar respiraderos hidrotermales que expulsan el vapor de agua hasta la superficie, pero de nuevo, era necesario confirmar una actividad tectónica para que todas las piezas encajaran.
En el dominó de la búsqueda de vida fuera de la Tierra, la primera pieza que tiene que caer es la del agua líquida, la segunda la de la actividad geológica y a partir de ahí, la búsqueda de microorganismos o bacterias se vuelve plausible. Al contrario que Titán, la Luna gigante de Saturno y la otra candidata a albergar agua líquida en nuestro Sistema Solar, Europa ya tiene dos de estos requisitos.
¿Pero por qué ahora?
La NASA avanzó hace unos días este descubrimiento con un entrecomillado inquietante. Habían detectado una "actividad sorprendente". Pero, ¿entra este anuncio dentro de esa categoría, o es más bien una "actividad plausible" a falta de confirmación?
Para la investigadora de la Complutense, "que Europa fuera un satélite activo entraba dentro de las probabilidades, es algo de lo que lleva hablándose desde hace años, pero también, como ahora están promocionando mucho la nueva misión a Europa que está preparando la NASA, viene bien decir que es un buen candidato para tener vida".
Mark McCaughrean, el asesor científico de la Agencia Espacial Europea, concuerda con esta idea. "Mucha gente cree que, para buscar vida en nuestro sistema solar, no deberíamos pasar tiempo en Marte sino en sitios como Titán", junto con Europa, el otro gran candidato a la habitabilidad. "Tiene etano líquido, metano líquido, lluvias, ríos, lagos... no tiene agua, y quizá sea demasiado frío para nuestra forma de vida, pero eso no significa que no haya otras formas de vida completamente diferentes".
Pero antes de pensar si quiera en alcanzar Titán, la misión Europa planeada para la próxima década enviará una nave a orbitar el satélite con instrumentos que podrán determinar el grosor de la capa de hielo, su salinidad, o buscar lagos bajo la superficie como aquellos que ya existen en la Antártida. En definitiva, comprobar si Europa, además de agua líquida y una actividad, tiene condiciones para albergar vida.
A Martínez Frías le ilusiona la idea, aunque añade que "como geólogo, me gustaría que ese océano se taladrara, poder analizarlo in situ".