Ernest J. Moniz, físico nuclear y secretario de Energía durante la presidencia de Barack Obama, cree que ha llegado el momento de que Estados Unidos -es decir, la administración Trump- ratifique el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, CTBT por sus siglas en inglés.
"Las armas nucleares han sido clave para la estabilidad estratégica entre naciones y alianzas durante más de medio siglo", escribe Moniz en el último número de Science, pero el físico cree que, incluso si los estadounidenses y los líderes internacionales aspiran a trabajar en un mundo estable y verificablemente libre de armas nucleares, este resultado puede que no acabe siendo realidad. "Es necesario un régimen vinculante sin pruebas nucleares".
El país norteamericano firmó el tratado en 1996, pero aún no lo ha ratificado, lo que le sitúa en un grupo heterogéneo pero con gran trascendencia para la geopolítica internacional. En total son 17 países, de los cuales cinco tienen capacidad nuclear: Estados Unidos, Israel, Egipto, China e Irán.
En total, 166 países han firmado y ratificado el tratado, incluida España que lo hizo en julio de 1998. El problema es que hay aún algunos países que ni siquiera han firmado, en particular tres: India, Pakistán y Corea del Norte, que realizó su último test nuclear el pasado septiembre.
De acuerdo con Moniz, hay dos razones de peso para confiar en que la ratificación estadounidense servirá para avanzar hacia un escenario igualmente estable pero con más presión para los países que aún no han ratificado el CTBT. Primero, el programa científico llamado Stockpile Stewardship de innovación ha permitido que, gracias a los avances tecnológicos, los test nucleares ya no sean necesarios. Existen naciones que no realizan tests pero han demostrado tener sobrada capacidad nuclear. Por ejemplo, Israel.
En segundo lugar, "el sistema de monitorización global necesario para detectar explosiones nucleares en cualquier país del mundo ya ha sido construido", apunta Moniz. Son los mismos sistemas que detectan los ensayos en Corea del Norte pero, sin el tratado en vigor, la ONU no puede enviar a expertos internacionales a inspeccionar el sitio.
Un debate encallado
El debate sobre la ratificación del CTBT lleva muchos años encallado en Estados Unidos, y la elección de Trump no ha servido para que ambas partes acerquen sus posturas.
Precisamente, durante la primera legislatura de Obama, en 2009, el presidente declaró en Praga que su administración, de la que Moniz era parte, "perseguiría inmediatamente y de forma agresiva la ratificación estadounidense del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares". Después de siete años sin ningún avance, este verano Obama trató de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas impulsara una resolución para pedir el fin de las pruebas nucleares.
Sin embargo, la carta de Moniz en Science coincide en el tiempo con otra decisión del Consejo de Seguridad, la de imponer nuevas sanciones a Corea del Norte por el ensayo nuclear de septiembre, el quinto seguido y el mayor hasta la fecha.
De forma unánime, los 15 miembros del Consejo de Seguridad han adoptado reducir en un 60% las exportaciones norcoreanas de carbón, mineral que ahora mismo representa un tercio del total de sus exportaciones.
Además, han impuesto la prohibición total de importar materias primas como el cobre, el níquel, la plata, el zinc o las estatuas.
¿He leído estatuas?
En esta resolución, Naciones Unidas ha asestado un golpe a la autoestima nacional norcoreana al prohibir la exportación de estatuas. La industria de las estatuas de bronce, fabricadas siguiendo la moda del realismo socialista, supone una cantidad modesta (de unos 10 millones de dólares al año, según Reuters) pero goza de una reputación notable, especialmente en África.
Al menos 18 países africanos, entre los que se encuentran Namibia, Congo, Botswana y Senegal, han sido clientes de los marchantes de estatuas de Pyongyang. Una de las estatuas más grandes del continente, el Monumento al Renacimiento Africano ubicado en Dakar, fue construido con mano de obra de la pequeña autocracia asiática y costó unos 27 millones de dólares.
Mientras Kim Jong-un siga amenazando al mundo con sus ensayos nucleares, Naciones Unidas seguirá ahorrando al globo contemplar su particular arte.