Si algo distingue claramente la realidad de la ficción es que en la primera gastamos una parte considerable de nuestro tiempo atendiendo a nuestras necesidades fisiológicas. En la ficción, los personajes sólo suelen acudir a la llamada de la naturaleza cuando otra cosa de mayor importancia para la trama va a suceder durante su visita al baño. De hecho, en los libros no abundan los ejemplos. Es conocida la obsesión escatológica del irlandés James Joyce, pero más de 300 años antes el genio de Cervantes ya había descrito a Sancho en El Quijote haciendo "lo que otro no pudiera hacer por él".
Y si hablamos de la ciencia ficción, esta omisión es aún mucho más flagrante. En 2001: una odisea del espacio, el doctor Heywood Floyd leía atentamente las prolijas instrucciones de un "retrete de gravedad cero". Claro que ¿quién imagina al capitán Kirk o a la teniente Ripley interrumpiendo sus encontronazos con alienígenas para hacer de vientre? En la oscarizada Gravity, la ingeniera biomédica interpretada por Sandra Bullock se veía confinada a su traje presurizado cuando los habitáculos orbitales quedaban reducidos a escombros. Por suerte su odisea, aunque intensa, no se prolongaba demasiado. Pero ¿qué ocurriría en una situación real si los astronautas se vieran obligados a luchar por sus vidas con la molestia añadida de retener una urgencia fecal?
Esto es precisamente lo que ahora trae de cabeza a la NASA. Con la perspectiva de futuras misiones de larga duración a la Luna o Marte, surge la necesidad de dar solución a un problema que hasta hoy aún no la tiene: cómo defecar dentro de un traje presurizado sin morir en el intento. Para facilitar el tránsito fluido de ideas, la agencia espacial estadounidense ha lanzado el Space Poop Challenge (Desafío de la Caca Espacial), que hasta el próximo 20 de diciembre aceptará propuestas de todo el mundo. Hay un premio en juego: la NASA repartirá 30.000 dólares entre los autores de un máximo de tres ideas ganadoras.
Viejo problema, nuevas soluciones
Naturalmente, el problema de los residuos humanos en el espacio no es nuevo. Pero después de más de medio siglo de exploración espacial, aún no se ha resuelto adecuadamente. Los ingenieros de la NASA se toparon con esta humilde faceta de la condición humana desde el primer momento. El vuelo del estadounidense Alan Shepard, el segundo hombre en el espacio después del ruso Yuri Gagarin, sólo estaba destinado a durar 15 minutos. Pero cuando los retrasos en el lanzamiento le mantuvieron esperando en la cápsula durante horas, no pudo más. "Tío, tengo que hacer pis", dijo por la radio. "¿Que tú qué?", le respondió su compañero Gordon Cooper desde el control.
Nadie había previsto aquello. Los responsables de la misión no tuvieron otro remedio que dejarle hacérselo dentro del traje, previo apagado de los sensores médicos que llevaba adosados al cuerpo para evitar un peligroso cortocircuito. Pero pronto las misiones se hicieron más largas, y la NASA tuvo que poner en práctica sofisticados sistemas para que los astronautas pudieran hacer sus necesidades en la nave: para las delanteras, una manguera de succión; para las traseras, una bolsa de plástico que se adhería a las nalgas y que venía acompañada por un guante de un solo dedo para ayudar al tránsito desde el esfínter a la bolsa.
Los baños de las estaciones espaciales utilizan mangueras de succión para la orina y bolsas para las heces
El concepto no ha cambiado demasiado en medio siglo. Los baños de las estaciones espaciales como la Mir, el Skylab o la Estación Espacial Internacional (ISS), igual que los de las naves como las Soyuz rusas y los difuntos shuttles de la NASA, utilizan mangueras de succión para la orina y bolsas para las heces. La primera ahora se recicla en agua potable, mientras que lo grueso se expulsa al espacio para destruirse durante su reentrada en la atmósfera, acabando así poéticamente convertido en una estrella fugaz.
Para mayor comodidad, y como explicaba la astronauta italiana Samantha Cristoforetti en un vídeo de la Agencia Europea del Espacio (ESA), la bolsa para las heces se coloca en un pequeño inodoro con un agujero de sólo 10 centímetros, algo parecido al platito de una taza de café. Antes de volar a la ISS, los astronautas ensayan su posición (sin descargar) en una réplica falsa equipada con una cámara en el fondo, para comprobar si tienen el objetivo a tiro.
Hacérselo encima
Otro caso más complicado es el de los trajes presurizados. Hasta ahora se ha venido tirando de una tecnología simple cuyos fundamentos se remontan a la antigüedad: pañales. Esta solución permite recoger la orina, las heces y la sangre menstrual durante unas pocas horas. Pero según explica el astronauta de la NASA Richard Mastracchio en el vídeo de presentación del desafío, la próxima generación de trajes espaciales ofrecerá "aire limpio, agua, refugio y suficientes nutrientes para seis días".
Durante futuras misiones prolongadas al espacio profundo, los astronautas podrían sobrevivir para regresar a casa incluso si su nave sufre una despresurización. Pero como bien saben madres y padres, un pañal sucio causa irritaciones e infecciones si no se cambia. "No te gustaría tener esos sólidos y líquidos pegados a tu cuerpo durante seis días", dice la NASA en las bases del concurso. Y si el pañal se satura con orina y ésta comienza a escapar y flotar dentro del traje, las consecuencias pueden ser catastróficas.
Por todo ello, la NASA busca "soluciones que permitan la recolección de hasta un litro de orina al día para cada miembro de la tripulación durante un total de seis días", según las bases del concurso. El sistema deberá tener capacidad para "75 gramos de masa fecal y 75 mililitros de volumen fecal" por día y tripulante, y para 80 mililitros de fluido menstrual en un total de seis días. Y por supuesto, todo ello debe funcionar en microgravedad y en modo manos libres incluso con "mútiples evacuaciones de intestinos y vejiga".
Las especificaciones no ahorran los detalles más escabrosos, pero necesarios: "no siempre puedes contar con que la caca sea sólida, sobre todo si estás en el espacio, nervioso porque tu cabina se ha despresurizado". "No quieres que la materia fecal se introduzca en la uretra o la vagina, lo que causaría infecciones vaginales o del tracto urinario. Por supuesto, no quieres que migre a la boca, la nariz, los oídos o heridas".
La NASA da la bienvenida a las ideas de todos, incluso de aquellos que no sean expertos en la gestión de residuos o en las condiciones de microgravedad. Las propuestas premiadas se pondrán a prueba a lo largo del próximo año y se incorporarán a los trajes en tres años. Como dice Mastracchio en el vídeo de presentación, "volar al espacio no siempre es glamuroso".