Mike Massimino (Nueva York, 1962) recuerda el momento exacto en el que el decidió que quería ser un astronauta de la NASA. Tenía siete años recién cumplidos cuando vio a Neil Armstrong dar sus icónicos primeros pasos sobre la superficie de la luna.
"Me pareció la cosa más cool del mundo y supe que quería ir al espacio", recuerda el estadounidense. "Era una decisión francamente ridícula por mi parte, pues a esas alturas el perfil de los astronautas que participaban en el Programa Espacial Apolo era de superhombres con formación militar, pilotos de prueba de las fuerzas aéreas, tíos duros. Yo era un chavalín miope al que le daban pánico las alturas, un mojigato. El asunto pintaba mal".
Pese a los obstáculos en su contra, Massimino mostró determinación absoluta en la persecución de su sueño. Animado por el hecho de que los astronautas del programa sucesor al Apolo, el de los transbordadores espaciales, eran científicos civiles de perfiles variados, estudió ingeniería mecánica en la MIT, especializándose en materia relacionada con el desarrollo de la robótica espacial.
La NASA rechazó su aplicación en tres ocasiones diferentes, pero a la cuarta fue uno de los 44 seleccionados para ser candidatos de la decimosexta promoción de astronautas. Pasaría un total de 571 horas en órbita, participando en varios paseos espaciales y desempeñando un papel clave en la reparación del Telescopio Espacial Hubble. También tendría el honor de ser la primera persona en tuitear desde el espacio, desde el transbordador Atlantis en 2009.
Tras retirarse de la NASA en 2014, Massimino se incorporó como profesor de ingeniería mecánica en la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York. Hoy en día entrena a la próxima generación de técnicos espaciales a la vez que mantiene una destacada presencia mediática, participando en programas científicos de la televisión pública estadounidense e incluso en series cómicas como The Big Bang Theory. El astronauta habla con EL ESPAÑOL sobre sus experiencias en la tierra y en el espacio desde la Web Summit de Lisboa, donde acudió para presentar su nueva autobiografía, Spaceman: An Astronaut's Unlikely Journey to Unlock the Secrets of the Universe.
La NASA llegó a rechazarle en tres ocasiones distintas. ¿Nunca se planteó tirar la toalla?
No. Me deprimí, mucho, pero después de unos cuantos días volví a la carga con mayor energía, pues sabía que con cada año que pasaba se iba cerrando la ventanilla de posibilidades, y tenía que trabajar mucho para lograr colarme antes de que desapareciera la oportunidad definitivamente.
¿Por qué le rechazaron tantas veces?
Era un programa tremendamente competitivo y yo tenía un defecto físico: era miope. Rechazaron mi tercera aplicación exclusivamente por ese motivo y me cabreé tanto que al próximo día fui a mi oftalmólogo y le exigí encontrar una solución. Esto era mucho antes de que existieran las operaciones con láseres, por lo que me tocó superar mis problemas de visión con entrenamiento, haciendo ejercicios de visión todos los días hasta forzar un cambio. Lo conseguí.
Participó en dos misiones, la del Columbia en 2012, y la del Atlantis en 2009. ¿Cuáles eran los objetivos de estas incursiones espaciales?
En ambos casos fuimos para reparar y mejorar las funciones del Telescopio Espacial Hubble. En la primera misión rompimos el record del mayor número de horas de actividad extravehicular –es decir, de paseos espaciales– hasta el momento. Esa también fue la última misión completada por el transbordador espacial Columbia, que se desintegró al reingresar en la atmósfera un año más tarde, resultando en la muerte de todos quienes iban a bordo. La del Atlantis fue la última misión de reparaciones del Hubble que se hizo con un transbordador espacial.
¿Qué es lo que más echas de menos del espacio?
Ver el planeta desde fuera. Desde ahí arriba esto parece un paraíso. Y –pese a todas las barbaridades que le hacemos al planeta– lo es.
¿Y lo que más le enervó?
Lo de meterte en un transbordador y salir disparado es complicado. Nunca fui aficionado de los deportes extremos, y aunque parezca paradójico no me va el rollo de jugarme la vida. El consuelo que tenemos es que sabemos que si algo falla, si algo nos pasa, no será un accidente que pasa desapercibido. Se investigará y alguien tendrá que responder por ello.
Una vez en órbita, la sensación de estar completamente desconectado también resulta intimidante, especialmente cuando das un paseo por el espacio. Cuando estás dentro del transbordador no hay gravedad, pero por lo menos estás flotando dentro de un espacio delimitado –hay paredes, hay un techo y un suelo–. Cuando sales fuera de la nave y estás ahí fuera… Es una cosa chocante. Ves tanta oscuridad, tanto negro, y te das cuenta que no hay nada cerca de ti. La ausencia de todo es lo que más te llama: es un nada absoluto, por lo menos en un sentido de proximidad física.
¿Y en un sentido más amplio? ¿Hay algo ahí fuera?
¿Vida? No tengo la menor duda. Hay un número casi infinito de estrellas, y de planetas que se mueven en torno a ellas. Es inconcebible que seamos los únicos, y creo que incluso existe la posibilidad de vida en este sistema solar; creemos que hay agua en una de las lunas de Europa y eso es muy buena señal. Estamos limitados en nuestra búsqueda: nos falta tecnología y también creo nuestra propia concepción de la vida nos limita. Los humanos consideramos que agua equivale una posibilidad de vida porque agua ha sido fundamental para la vida en la tierra, pero vete tú a saber si hay vida que no depende de agua, si no helio o algún otro elemento.
¿Y vida inteligente?
Creo que hay vida inteligente más allá de la tierra, pero no creo que sus representantes hayan visitado nuestro planeta. No obstante, lo digo alto y claro, cara al futuro: si eres abducido por un extraterrestre, pide un souvenir. Si los alienígenas te lo niegan, roba algo. Necesitamos pruebas. Y bienvenidas sean.
¿No comparte las preocupaciones de Stephen Hawking, que advierte que los extraterrestres que vengan a la tierra lo harán con ánimo de conquistar y colonizar el planeta?
¡Que va! Tenemos que ser optimistas. No podemos asumir de partida que nos quieren hacer mal.
Tiene usted el honor de haber sido la primera persona en tuitear desde el espacio.
En efecto, fue durante la misión del Atlantis. Escribí, "Desde la órbita: ¡el lanzamiento fue impresionante! Me siento muy bien, trabajando duro, y disfrutando de las magníficas vistas, ¡la aventura de una vida ha comenzado!" Fue un tuit indirecto, porque en esos momentos la tecnología todavía no permitía subirlo desde el transbordador. Envié el texto a la NASA a través de un correo electrónico y un técnico lo subió a la red social.
¿Hoy en día hay mejor conexión a la red desde el espacio?
Sí, pero es muy lento. Es un poco como utilizar internet a la antigua, con un router; tarda bastante tiempo en cargar cada página. No obstante, tampoco nos quejamos, es todo un lujo poder enviar un mail o subir algo al Facebook desde el espacio.
Hoy en día tiene más de un millón de seguidores en Twitter y sigue muy activo en las redes sociales. ¿Qué le atrae a ellas?
Me parecen un modo fantástico de interactuar con las personas. Me encanta contar historias, y la web me permite hacerlo mucho más directamente. Tuve el honor de conocer a Neil Armstrong varias veces, pero eran interacciones superficiales y muy cortas. Las redes sociales me permiten conectar con la gente y compartir la belleza del espacio con ellos. No puedes enseñar astrofísica en 140 caracteres, pero sí puedes despertar interés en ello.
También destaca por ter una amplia presencia mediática, y has aparecido varias veces en The Big Bang Theory, haciendo cameos en la serie. ¿Qué te llevó a participar en una comedia televisiva?
Era fan de la serie, pero surgió la posibilidad de colaborar en ella por casualidad. Aunque parezca mentira, los escritores de The Big Bang Theory intentan que los elementos científicos que se mencionan en la serie sean bastante fidedignos a la realidad, y ellos se pusieron en contacto conmigo porque querían asesoramiento sobre el programa de astronautas de la NASA. Fui a Hollywood y me reuní con ellos, y al final me propusieron hacer de mí mismo en algunas escenas. He aparecido unas seis veces y siempre me lo paso bomba.
¿Le gusta la televisión?
Me encanta, especialmente cuando es en vivo. Hay un elemento impredecible que me recuerda a los lanzamientos espaciales; hay un countdown y sabes que cuando llega al cero puede pasar cualquier cosa. También supone una plataforma genial para revindicar el valor de la ciencia y el trabajo de la NASA.
¿Considera que se debe invertir más en la educación científica y en la NASA?
Ambas cosas siempre vienen bien. En el caso de la exploración espacial, creo que necesitamos una iniciativa global, pues no podemos esperar que la NASA lo haga todo. Mucha gente habla con nostalgia de la carrera espacial de los años 60, pero era otra época; el objetivo no era tanto explorar el espacio como ganar la Guerra Fría. Ese mundo ya no existe, y la clave es trabajar juntos. En muchos casos ya lo hacemos, y tenemos misiones con los europeos y los rusos, pero queda fomentar la colaboración con China y la India.
¿Qué le parecen las iniciativas privadas?
Me encantan. Jeff Bezos, Elon Musk y Richard Branson son tres de los empresarios más brillantes del mundo, y tengo fe que ellos encontrarán una manera de hacerlo. Mi sueño es que los viajes turísticos al espacio se conviertan en una realidad antes que muera. Primero serán absurdamente caros, claro, como eran los vuelos por avión inicialmente, pero creo que un día subir a órbita será igual de normal que volar de Nueva York a París.
¿De cumplirse ese sueño durante su vida, le gustaría volver al espacio?
Es mi mayor deseo. No sé si me lo podré permitir, económicamente, pero si alguno de esos empresarios se lee esta entrevista, espero que tome nota y me regale un billete. Me encantaría ver la tierra a la distancia una vez más.