Sobre la legendaria rampa de lanzamiento 39A de Cabo Cañaveral se alza el impresionante cohete de 122 metros de altura (que aún no existe), y en la cima del gran monstruo se divisa la novedosa y futurista nave (que tampoco existe) destinada a albergar los primeros seres humanos rumbo a Marte. El despegue colocará en órbita baja la nave interplanetaria donde esperará para el llenado de sus tanques (mediante un proceso que aún no se ha desarrollado).
Tras poner en órbita la nave, la primera etapa del gigantesco cohete y sus 42 impresionantes motores (que aún no están operativos) regresará a la Tierra, aterrizará verticalmente sobre la misma rampa desde la que despegó y será lanzada de nuevo llevando consigo otra nave cargo (que, como pueden imaginar, tampoco existe todavía) llena de combustible para aprovisionar el vehículo con los tripulantes que esperan en órbita baja. Este proceso de lanzamiento, repostaje y recuperación del cohete deberá realizarse entre tres y cinco veces hasta conseguir que los tanques de la nave espacial obtengan el combustible necesario para el viaje a Marte.
Una vez completado el repostaje en órbita, la nave principal partirá hacia el planeta rojo e, impulsada por cohetes y desplegando dos grandes paneles solares (que aún no se han desarrollado), alcanzará los 100.000 km/h para llegar al destino en algo más de tres meses (aunque tampoco se ha detallado los sistemas de soporte vital y protección frente a la radiación durante el viaje).
El aterrizaje en Marte se realizará verticalmente mediante retropropulsión, y mientras los astronautas exploran el planeta, la propia nave se convertirá en una fábrica de metano (mediante un sistema que aún no han especificado), almacenando combustible para su viaje de vuelta a la Tierra (si es que lo hubiera).
Irrealizable, soñador, ilusionante, poco realista e incluso absurdo... Estos han sido solo algunos de los calificativos que Elon Musk ha obtenido tras hacer públicos los planes de Space X para llegar, y posteriormente colonizar, Marte. Y puede que tengan razón si tenemos en cuenta que, a día de hoy, lo único que realmente existe de todo este grandioso plan es el motor Raptor (que comenzó las pruebas hace tan solo unos días) y la tecnología base para el aterrizaje vertical (que a pesar de algunos éxitos sigue dando muchos quebraderos de cabeza).
Aunque pueda parecer contraintuitivo, los planes de Musk para alcanzar Marte representan la iniciativa más simple, seria y prometedora de las que tenemos
Sin embargo, y aunque pueda parecer contraintuitivo, los planes de Musk para alcanzar Marte representan la iniciativa más simple, seria y prometedora de las que tenemos sobre la mesa, por no mencionar que es la única, puesto que ninguna de las agencias espaciales del planeta cuenta con una propuesta de viaje a Marte de manera oficial.
Para Ángel Gómez Roldán, Director de la revista Astronomía, la presentación de Musk ha sido "una llamada de atención, una campaña de publicidad y recogida de fondos en toda regla. La tecnología básica para llevar a cabo lo anunciado por Space X ya existe, no estamos ante la invención del motor de curvatura de Star Trek, no hay que inventar nada revolucionario, pero hace falta mucho, mucho dinero para desarrollar por completo incluso el primer lanzamiento… una ingente cantidad de dinero que ahora mismo nadie parece dispuesto a invertir".
Debajo del grandilocuente título de Convirtiendo a los humanos en una especie interplanetaria subyace no obstante uno de los proyectos más simples y tecnológicamente alcanzables de la larga lista de intentos y esfuerzos que durante más de sesenta años se han desplegado para conseguir pisar Marte. Hoy, de la mano del astrofísico y divulgador Daniel Marín, les proponemos un viaje por la historia de los ingenuos planes terrícolas por alcanzar el planeta rojo.
Koroliov y los planes soviéticos para Marte
A muchos resultará sorprendente saber que, a finales de la década de los 50, los planes iniciales de los soviéticos no pasaban por llegar a la Luna (un objetivo que se consideraba demasiado cercano para ser prioritario) sino a Marte. En apenas unos años el ingeniero jefe Serguéi Koroliov había conseguido colocar a la URSS muy por delante de sus rivales estadounidenses en la carrera espacial. El Sputnik, Laika, Gagarin, Tereshkova, Leonov… hitos de la exploración que sin embargo para el padre del programa espacial soviético tan solo representaban pasos necesarios para el objetivo real: Llegar a Marte.
Por supuesto, tanto en aquella época como en esta, el gran problema a resolver era la enorme masa que tendría una nave capaz de transportar a tres cosmonautas hasta Marte. Por aquel entonces, principios de los ’60, los soviéticos se encontraban atareados desarrollando su gran lanzador espacial, pensado para la nave Vostok, pero su capacidad (apenas seis toneladas en órbita baja) era claramente insuficiente para un viaje a Marte.
Necesitaban algo más grande, endiabladamente más grande. Algo capaz de colocar en órbita unas ochenta toneladas… y es así como, desde la oficina de diseño OKB-1, se inicia el desarrollo del cohete gigante N1.
Por su parte, sólo la nave (denominada TMK-1 -Complejo Interplanetario Pesado), contaría con una masa de 75 toneladas, lo cual significa que serían necesarios varios lanzamientos del gran cohete N1 para poner en órbita todo el material necesario para un viaje cuya duración se estimó en aproximadamente tres años.
Una de las críticas más punzantes al plan presentado por Elon Musk ha sido la decisiva cuestión de la seguridad y los suministros vitales de los tripulantes, tanto en el viaje como en su indeterminada estancia en Marte. La solución de los ingenieros soviéticos a este problema fue ingeniosa: Los cosmonautas deberían cultivar su propia comida en invernaderos hidropónicos.
Con los años el proyecto se fue diversificando y ampliando hasta tal punto que en 1962 la nave TMK se había configurado como una especie de estación espacial cilíndrica con una masa que, ensamblada en órbita baja, alcanzaba ya cifras mareantes: entre 1200 y 2000 toneladas, algo que solo se conseguiría con quince o veinte lanzamientos del inmenso N1… Esto sí era irreal y absurdo.
La NASA y sus incontables planes para Marte
En la actualidad la Agencia espacial estadounidense no cuenta con ningún proyecto oficial tripulado a Marte. De hecho, y mientras finaliza el desarrollo de su gran SLS, ni siquiera tiene capacidad de colocar astronautas en órbita baja y para estos menesteres tiene que acudir a las viejas, pero siempre fiables, soyuz rusas. Sin embargo, ya sea por publicidad o quizá como ensayos, coqueteando con una definitiva misión real, la NASA ha "dejado caer" docenas de proyectos y tanteos marcianos que sería imposible detallar completamente.
Uno de los más recientes nos sitúa en la superficie del planeta rojo en 2033. El anuncio se realizó a bombo y platillo a finales de 2014 y estaba íntimamente conectado con el lanzamiento exitoso de la primera versión de su esperada ORION, la nave interplanetaria que NASA lleva años desarrollando junto con la ESA (que trabaja en el módulo de servicio de la nave).
Conociendo las dos grandes apuestas estadounidenses (el lanzador SLS y la nave ORION) el plan de ruta, siempre que no haya retrasos de última hora (que los habrá) sería aproximadamente así:
2017 | Primer vuelo del lanzador SLS. |
2021 | Primer lanzamiento conjunto SLS + ORION. |
2024 | Primeras misiones tripuladas a bordo de la ORION, incluyendo la primera misión tripulada a un asteroide |
2030 | Preparativos para la primera misión tripulada a Marte |
Para ello NASA planteó un proyecto por etapas que tendría a Phobos, una de las dos lunas de Marte, como principal protagonista antes de dar el salto a la superficie marciana. El plan tripulado de NASA a Marte estaría precedido por misiones en órbita al planeta rojo y una previa visita a su satélite en 2033.
Este plan requiere, solo para empezar, cuatro lanzamientos del SLS en su versión Block 2 (la versión más gigantesca del cohete que sería capaz de poner en órbita 130 toneladas, y que –por supuesto- aún no está lista).
El primer lanzamiento enviaría hacia Marte dos etapas de propulsión. El segundo lanzamiento del SLS pondría un hábitat en la superficie de Phobos. El tercer lanzamiento llevaría a Phobos todo lo necesario para el salto a Marte y, finalmente, el cuarto lanzamiento pondría en órbita terrestre una nave ORION con cuatro astronautas.
El destino de estos cuatro primeros viajeros sería Phobos, donde les espera el hábitat especial en el que pasarán algo más de un año antes de realizar el viaje final a Marte en el que vivirían durante un mes. En sucesivas misiones la NASA se plantea incluso la posibilidad de periodos más largos que pueden llegar incluso al año en el planeta.
Toda esta misión, realizada a lo largo de más de una década (2033-2043) supondría la friolera de más de veinte lanzamientos del SLS Block-2, varias naves ORION, y hasta tres landers diferentes…
Esta es, a grandes rasgos, la apuesta más probable de NASA, siempre y cuando tuviese suficiente presupuesto para llevarla a cabo, algo que también parece ingenuo conociendo la actual situación económica y la escasa voluntad política de aumentar las fronteras de la exploración espacial… Parece que el plan de Musk y Space X con sus cohetes recuperables se vuelve cada vez más y más apetecible.
Tanto para el astrofísico Daniel Marín como para Ángel Gómez lo más efectivo sería un plan conjunto que reuniera las ambiciones y tecnologías de Space X con los desarrollos y presupuestos de agencias como NASA y ESA… de ahí la ostentosa presentación de Elon Musk. "Su intención no fue la de presentar un proyecto ya definido, sino la de buscar compañeros de viaje para realizarlo; Space X estaba lanzando la caña para pescar", dice Marín.
Zubrin, el gran tapado de la noche
El 20 de julio de 1989, durante la conmemoración del vigésimo aniversario de la llegada del hombre a la Luna, el presidente George Bush padre realizó un discurso en el que, influenciado por el célebre "Iremos a la Luna" de Kennedy, se comprometía a reactivar la exploración espacial, que había quedado estancada por el accidente del Challenger en 1986.
Bush lanzó un reto a la NASA: Elaborar un plan para pisar Marte en 30 años, algo que de haberse conseguido nos hubiera puesto Marte a la vista en el próximo 2019. Pero las gestiones de NASA para esa misión fueron un desastre: burocracia, desarrollos demasiado complejos para dar cabida a infinidad de empresas e intereses… El resultado se conoció como El informe de los 90 días y sus planteamientos eran tan mastodónticos como imposibles.
El plan comenzaría triplicando el tamaño de la Estación Internacional, instalando hangares, depósitos y tanques de combustible y bases para la tripulación. Desde la ISS como primer centro de operaciones, volveríamos de nuevo a la Luna donde se construiría una base albergando las instalaciones y trabajadores necesarios para construir por etapas el cohete definitivo que nos enviaría a Marte.
¿Coste aproximado? 450.000 millones de dólares. ¿Resultado final? Ninguna administración, ningún presidente y ningún comité en su sano juicio iban a aceptar un plan tan descabellado… y la NASA lo sabía.
En este punto de la Historia aparece nuestro brillante Robert Zubrin, un ingeniero de NASA que había crecido entre tebeos de ciencia ficción y conquistas espaciales en las series de televisión y que, ante la desproporción del Informe de 90 días, se propuso diseñar un plan más sencillo, directo y sobre todo económico para llevar a un hombre a Marte en una década.
Su plan dejaba atrás las costosas construcciones y ensamblajes en la Luna y se centraba en la llegada a Marte por etapas. Zubrin imaginó dos misiones por separado: La primera de ellas llegaría varios años antes al planeta y prepararía todo lo necesario para la vuelta. Sería una misión automática, sin tripulantes, y dejaría en la superficie de Marte los materiales y víveres necesarios para el retorno. Además, incluiría una especie de "refinería química" que conseguiría fabricar y almacenar el combustible necesario para la vuelta.
La segunda misión sería la que llevaría a los astronautas hasta Marte, donde permanecerían durante año y medio realizando exploraciones, experimentos y completando las tareas que la primera misión dejó preparadas para su vuelta a casa.
Las similitudes entre la misión de Zubrin y la presentación de Elon Musk el pasado martes son evidentes, aunque por otro lado representan un alivio si tenemos en cuenta que Space X ha optado por ofrecer algunas de las soluciones más sencillas entre el amplio abanico de proyectos que durante 60 años se han barajado.
Después de este breve repaso de tentativas y planes para alcanzar Marte, quizá podamos observar con otros ojos el proyecto de Space X: Es de los más simples que se han planteado hasta el momento, no requiere de tecnologías imposibles y aunque con toda seguridad los plazos no se van a cumplir, los expertos consultados para este artículo lo tienen claro.
¿Es posible lo que Elon Musk nos contó el martes?
Daniel Marín: Sí, es posible.
Angel Gómez: Sí, es posible.
¿Qué hace falta para que se pueda hacer realidad?
Daniel Marín: Dinero, mucho dinero.
Ángel Gómez: Dinero, mucho dinero.