La energía nuclear es el hombre del saco de las fuentes de energía.
Y no es para menos ya que, si bien es cierto que su aplicación posee un gran número de ventajas, las terribles consecuencias que podría tener la liberación de sus residuos hacen que gran parte de la población reciba su uso con recelo y no termine de aceptar que se difundan cada vez más.
Para terminar con este miedo totalmente lógico sería perfecto encontrar un modo seguro de confinar dichos residuos, pues lamentablemente a lo largo de la historia hemos conocido bastantes casos en los que no ha sido posible retenerlos. Por eso, el anuncio lanzado por un grupo de investigadores de la Universidad de Rutgers, que aseguran estar investigando un método que permite almacenar estos residuos de forma segura durante millones de años, es una noticia que podría dar un nuevo empujón al uso seguro de este tipo de fuentes de energía.
El doctor Ashutosh Goel, originario de India y experto en cristales cerámicos, es el principal impulsor de esta nueva idea: "El cristal es un material perfecto para inmobilizar los residuos radiactivos por su excelente durabilidad química", dijo.
Residuos radiactivos confinados en vidrio
El proceso que estos investigadores han ideado para almacenar de forma duradera y segura los residuos radiactivos se llama vitrificación y consiste en fusionarlos junto a materiales vítreos, de modo que se obtienen tubos de vidrio que confinan estos desechos peligrosos sin la opción de que se liberen.
Para la realización de los primeros ensayos han utilizado residuos de yodo-129, un isótopo radiactivo con una vida media de 15'7 millones de años que, en caso de liberarse al ambiente, puede aferrarse a la glándula tiroides aumentando las probabilidades de padecer cáncer.
Lógicamente, esto debe evitarse a toda costa, por lo que los resultados positivos de la vitrificación, que ha sido llevada a temperaturas situadas entre los 1.300 y los 2.000ºC son un verdadero alivio.
El camino hacia un confinamiento seguro
Tradicionalmente, los restos de combustible nuclear se almacenan en estanques o ataúdes en el interior de instalaciones destinadas a ello, como los almacenes temporales individualizados (ATI) de los que disponen varias centrales españolas.
Normalmente quedan ahí sin problemas, pero a veces pueden producirse accidentes que terminen por liberarlas o, en el caso de los estanques, si falla el sistema de refrigeración el agua podría llegar a evaporarse arrojando el material radiactivo al aire.
Todos estos problemas podrían solventarse con estas barras de vidrio enterradas bajo tierra durante millones de años. Estos estudios, financiados por el Departamento de Energía estadounidense, se están empezando a aplicar en Hanford, Washington, donde se acumulan más de 20 millones de trozos de uranio procedentes de nueve reactores.