El perro es el mejor amigo del hombre, pero aún así hay cosas que no nos permite.
Al menos eso es lo que afirma un estudio publicado recientemente en Neuroscience and Biobehavorial Reviews por científicos de la Universidad de Kyoto, ya que han demostrado a través de una serie de situaciones figuradas que tanto los perros como los monos tienen un sentido de la justicia y la moralidad que les lleva a sentir más simpatía hacia aquellos seres humanos que actúan consecuentemente a estas premisas.
Si quieren caerle bien a su perro, sean justos
Para llevar a cabo el estudio estos científicos se ayudaron de tres actores que escenificaron varias versiones de una situación en la que uno de ellos pedía una lata de comida a otro, que en unas ocasiones aceptaba y se la daba y en otras no. Además, en algunos casos introdujeron también un tercer personaje que observaba lo que pasaba sin intervenir en ningún momento.
Toda la escena fue observada por los animales, con el fin de comprobar cómo reaccionaban al sentido de la justicia de los actores.
Y la respuesta llegó después, cuando los tres personajes se acercaron a ellos, ofreciéndoles golosinas. Curiosamente, todos mostraron un claro recelo hacia el actor que se había negado a ofrecer su lata de comida, mientras que aceptaban gustosos las chucherías que les ofrecían los otros.
Tanto monos como perros mostraron tener una clara percepción de lo que está bien y lo que está mal, del mismo modo que estudios anteriores han demostrado que también los tienen los bebés y los niños pequeños.
De hecho, según afirma en New Scientist James Anderson, investigador principal, este estudio sirve para demostrar que el sentido de justicia puede darse de forma instintiva y que probablemente todos nacemos con él, aunque lamentablemente con el paso de los años la sociedad haga que muchos terminen por perderlo.
Parece ser que Jean-Jacques Rousseau tenía razón con su teoría del buen salvaje, pero por desgracia también la tenían Plauto y Thomas Hobbes al afirmar que "el hombre es un lobo para el hombre"; pues, como tal, nosotros mismos a veces terminamos por destruir la sana concepción de justicia con la que venimos al mundo.