Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana... Las vagas coordenadas que abren cada capítulo de la saga Star Wars nos llevan a un supuesto rincón del universo que sólo existe en la fantasía. Pero los avances en la tecnología astronómica están revelando que mundos como los del cine existen; desde planetas con dos soles hasta, según se ha anunciado hoy, un sistema de siete planetas, todos ellos de tamaño similar a la Tierra, todos ellos de temperatura templada.
Y quizá alguno de ellos con vida. Si hubiera alguien allí, podrían cambiar de planeta para pasar las vacaciones: los siete están tan juntos que se podría viajar de uno a otro en lo que un barco de crucero tarda en atravesar el Atlántico.
Las coordenadas del nuevo sistema son éstas: constelación de Acuario, a unos 40 años luz de nosotros. Los humanos llamamos a aquella estrella TRAPPIST-1, en honor al telescopio que la descubrió. Se trata de una enana ultrafría, una estrella de bolsillo sólo algo mayor que Júpiter y con un brillo muy tenue. Los siete planetas descubiertos, cuya descripción hoy publica la revista Nature, son todos entre un 10% mayores y un 25% menores que la Tierra. Sus descubridores los llaman b, c, d, e, f, g y h, siguiendo la regla habitual en estos casos.
Margen para la vida
Lo más relevante del hallazgo lo resumía este martes en una rueda de prensa telefónica celebrada por Nature el director del estudio, el astrónomo Michaël Gillon, del Instituto STAR de la Universidad de Lieja (Bélgica): "Es la primera vez que se encuentran tantos planetas de este tipo alrededor de una misma estrella", decía. Y es el tipo de planetas lo que convierte el hallazgo en excepcional: no sólo son de tamaño terrestre, sino que al menos los seis interiores, del b al g, son probablemente rocosos, según indican los datos de densidad. Y todos ellos podrían moverse en un rango de temperaturas entre los cero y los cien grados centígrados, un margen que permitiría la vida.
Pese a la baja potencia de TRAPPIST-1, los siete planetas reciben suficiente calor gracias a que se apiñan en órbitas muy próximas a ella. Según Gillon, todos ellos se encuentran más cerca de su estrella que Mercurio del Sol. El astrónomo comparó el sistema al de las lunas de Júpiter. El coautor del estudio Amaury Triaud, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), explicó en la rueda de prensa que aquellos planetas "reciben 200 veces menos luz que nosotros del Sol, pero si estuvieras allí aún sentirías calor en la piel porque reciben más o menos la misma cantidad de energía de su estrella que nosotros, en forma de infrarrojos".
De hecho, tal vez incluso demasiado calor: los tres más próximos, b, c y d, podrían estar excesivamente calientes. No sólo por la energía de su estrella, sino porque su proximidad a ella podría provocar una intensa fricción de sus tripas internas que sería causa de un elevado volcanismo. En cuanto al más lejano, h, tal vez sea demasiado frío. Pero en lo que los astrónomos llaman la zona Ricitos de Oro, como la niña del cuento de los tres osos que quería la sopa templada, se encuentran e, f y g. Estos tres, dijo Gillon, podrían tener océanos de agua por toda su superficie. Y donde hay agua líquida, puede haber vida.
Y ello a pesar de que, según estiman los autores del estudio, es probable que al menos algunos de los planetas tengan una mitad de luz permanente y otra de eterna oscuridad. Este fenómeno se llama acoplamiento de marea y lo vemos en nuestra Luna, que siempre nos muestra la misma cara. Pero aunque esta peculiaridad puede imponer una abultada diferencia de temperatura entre ambos hemisferios, según Gillon esto no sería impedimento para la existencia de agua líquida en toda la superficie cuando existe un eficaz sistema de circulación de calor en la atmósfera.
Estrellas ignoradas
Todos estos datos han podido obtenerse gracias a las minuciosas observaciones de un amplio número de telescopios, tanto en tierra como en el espacio, a pesar de que planetas como los de TRAPPIST-1 son completamente invisibles desde tales distancias. Para detectar su presencia, los astrónomos emplean el procedimiento del tránsito: cuando un planeta pasa por delante de su estrella, el brillo de ésta se reduce en una proporción minúscula, pero suficiente para que los científicos puedan descubrir su existencia y deducir algunas de sus propiedades.
Habitualmente el método del tránsito se emplea para descubrir planetas colosales orbitando en torno a grandes estrellas, ya que su presencia es más evidente. Y aunque el Sol no es un astro especialmente masivo, muchos científicos buscan estrellas similares a él por la posibilidad de encontrar planetas parecidos a la Tierra. Sin embargo, el equipo dirigido por Gillon se centró en otro tipo de estrella más pequeña y más fría, habitualmente ignorada por los buscadores de exoplanetas, pero que según señaló el coautor del estudio Emmanuël Jehin, de la Universidad de Lieja, "son las más numerosas de la galaxia". Y naturalmente, la sombra de un planeta sobre su estrella se hace más evidente cuanto más pequeña es ésta.
Este fue el objetivo de Gillon y sus colaboradores. Los astrónomos emplearon el telescopio TRAPPIST, un acrónimo relativo a su función en la búsqueda de planetas, pero elegido a propósito para celebrar la cerveza trapense (trappist) típicamente belga; aunque el telescopio se encuentra situado en el desierto de Atacama (Chile), se opera desde la Universidad de Lieja por control remoto.
Gracias a las observaciones de TRAPPIST, en 2016 Gillon y su equipo publicaron la existencia de tres planetas orbitando en torno a la estrella homónima. Pero cuando decidieron contar con la ayuda de otros observatorios terrestres y con la del telescopio espacial de infrarrojos Spitzer de la NASA, llegó la sorpresa. Uno de los tres planetas no era uno, sino tres, y a estos cinco se unieron otros dos más.
"En unos años sabremos si hay vida"
Por el momento, la posible existencia de vida en alguno de los planetas del sistema es sólo una especulación basada en las probables condiciones climáticas. Con la tecnología actual es imposible confirmar si un planeta muy lejano, no observable directamente, podría albergar alguna forma de vida. Pero Gillon señaló que sí pueden obtenerse ciertos indicios, gracias al estudio de la composición de las atmósferas planetarias a través de su luz. "Hay varias posibilidades que nos permitirían concluir que hay actividad biológica", dijo el astrónomo. "Por ejemplo, la presencia de oxígeno, ozono y CO2 sería un buen indicador".
Pero en unos años las posibilidades de hallar indicios aún serán mayores, gracias a nuevos instrumentos como el futuro telescopio espacial James Webb de la NASA y el Extremely Large Telescope del Observatorio Europeo Austral (ESO), que será capaz de detectar agua en planetas lejanos. "En unos pocos años sabremos mucho más de ellos y posiblemente si hay vida en ellos", dijo Triaud.
Por el momento, sólo podemos esperar e imaginar, pero es difícil no dejarse llevar por la fantasía ante la descripción de Triaud de cómo se vería el cielo desde uno de los planetas de TRAPPIST-1: "el espectáculo sería precioso, porque de vez en cuando verías pasar otro planeta de un tamaño como el doble de nuestra Luna; desde el planeta f verías la estrella con un área diez veces la del sol". Y todo esto es sólo el principio de Star Wars hecho realidad: "hay 200.000 millones de estrellas en nuestra galaxia", dijo Jehin; "multiplícalo por diez y tendrás el número de planetas de tamaño terrestre".