Las fuentes más emblemáticas del país tiemblan cuando llegan fechas señaladas de la temporada de fútbol. En la capital, decenas de miles de aficionados se reunieron en torno a la de la diosa Cibeles cuando el Real Madrid ganó su undécima Copa de Europa el pasado mes de mayo. Neptuno se vio abrumado por los fans del Atlético cuando el equipo se proclamó campeón de la Liga en 2014. Y la modesta fuente-farola de Canaletas casi no pudo con la multitud que festejó el famoso sextete del Barcelona en 2009, cuando el equipo catalán ganó la Liga, las Copa del Rey y de Europa, las Supercopas de España y de Europa, y el Mundialito de Clubes en un mismo año.
Quien haya visto la euforia de los aficionados en esos momentos no puede dudar de las emociones que sienten por los equipos que apoyan. Los fans viven por sus clubes: desembolsan grandes cantidades para abonarse cada temporada, coordinan sus horarios para no perderse ni un sólo partido, incluso viajan miles de kilómetros para aupar a sus héroes cuando estos disputan campeonatos en países lejanos.
Está claro que quieren a sus equipos, pero ahora hay datos científicos que demuestran que llegan a sentir auténtico amor por los clubes que apoyan. Un nuevo estudio de la Universidad de Coimbra revela que los circuitos cerebrales que se activan cuando una persona se enamora también entran en acción en los cerebros de los hinchas cuando ven a sus equipos favoritos sobre el campo de fútbol.
Sorprendentemente, el mismo estudio –titulado Amor tribal: los correlatos neurales del compromiso apasionado entre los aficionados al fútbol y publicado recientemente en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience– demuestra que en muchos casos estas regiones del cerebro se activan más con el estímulo del fútbol que con el de una pareja romántica, lo que sugiere que los aficionados pueden sentir más por su club que por su media naranja.
Resonancias para medir la pasión
Durante tres años un equipo de neurólogos del Instituto de Ciencias Nucleares Aplicadas a la Salud de la Universidad en Coimbra investigaron si las emociones que manifiestan los hinchas –las explosiones de alegría cuando gana el club, los gritos de frustración cuando marca el otro, el lloro al caer derrotados – tienen una base neuronal.
"Queríamos investigar el fenómeno de los hinchas a nivel neurológico", explica a EL ESPAÑOL el neurólogo Miguel Castelo-Branco, uno de los autores del estudio y profesor de bioestadística y biofísica de la Universidad de Coimbra. "Todo el mundo sabe que el fútbol produce emociones fuertes. Nosotros queríamos medir la intensidad de las mismas".
Para llevar a cabo el estudio los investigadores contactaron con las principales asociaciones de aficionados del Oporto F.C. –uno de los mejores equipos de Portugal– y del Académica de Coimbra –que tiene uno de los rankings más bajos de la Liga lusa–. Reclutaron a 58 hinchas, todos de entre 21 y 60 años de edad y de orígenes socioeconómicos variados. Apenas dos mujeres participaron en el estudio, no por estar excluidas, sino por motivos logísticos: "Pocas formaban parte de estos colectivos".
Para medir el fanatismo de los hinchas se utilizó un cuestionario psicológico para determinar el nivel de afición de los participantes, quienes detallaron el tiempo que llevaban siguiendo al equipo que apoyaban y otros datos relevantes. Luego, los participantes se sometieron a resonancias magnéticas (fMRI) mientras veían vídeos recopilatorios de los mejores y peores momentos de la historia de sus equipos, como también vídeos de equipos rivales y equipos por los que no sentían nada en particular.
"A los del Oporto les mostramos el momento glorioso en el que Kelvin marcó el gol decisivo contra el Benfica en 2013, ganando la Liga, pero también imágenes de algunas de las derrotas más duras ante ese mismo rival. La idea era provocar emociones fuertes, como las que sentiría uno de Barça al ver al Madrid marcar, y viceversa. Para generar reacciones neutras les pusimos vídeos de equipos de la serie B italiana, clubes que no conocían y que no les estimulaban emocionalmente", indica el investigador principal.
El club supera a la pareja
Mientras los aficionados veían las imágenes, las máquinas captaban las reacciones que sus cerebros registraban ante semejante estímulo. Al analizarlas, los investigadores se sorprendieron al descubrir que las zonas cerebrales que se activaron eran las mismas que son estimuladas cuando alguien siente amor romántico.
"Cuando vieron vídeos que les generaron emociones fuertes –especialmente aquellos de grandes triunfos del equipo– se activaron tanto la amígdala como el núcleo accumbens de los participantes", explica el neurólogo. "Son las áreas del cerebro ligadas a la motivación y recompensa positiva, las partes de la mente asociadas con el amor. Cuanto mayor era la afición del participante, mayor la actividad registrada en esta zona".
La amígdala, el núcleo accumbens y otras zonas del conjunto cerebral controlan, entre otras cosas, nuestra sensación de placer. Lo hacen a través de la liberación de dopamina, el neurotransmisor que produce sentimientos de gozo y sirve como refuerzo positivo.
La comida y el sexo liberan dopamina de manera natural, mientras que sustancias como la cocaína, la nicotina y las anfetaminas influyen sobre los mecanismos que controlan el neurotransmisor para aumentar sus efectos. Para los hinchas el fútbol parece desempeñar un papel notable en los circuitos donde se produce esta biomolécula.
"Lo más sorprendente es que detectamos que estas zonas del celebro se activaron mucho más con el estímulo del futbol que con el amor romántico. En efecto, sugiere que sienten más por sus clubes que por sus parejas", destaca Castelo-Branco.
Amor tribal
Castelo-Branco señala que la intensidad de la actividad cerebral registrada por los hinchas, superior a la asociada con el amor romántico, corresponde con el amor tribal, aquel que está ligado a la fuerte sensación de pertenencia a un colectivo.
"En lo romántico nos identificamos con otra persona, pero el destinatario del amor tribal es el grupo", revela el neurólogo. "Se trata de una emoción ancestral que nos lleva a sentir la lealtad suficiente para coger las armas por el bien del grupo, de la tribu. Algunas especies son individualistas, pero el ser humano tiene este lado que le ha permitido sobrevivir hasta ahora, haciendo uso del amor y la lealtad al colectivo para protestar contra amenazas exteriores".
"Ya en la década de los 80 el zoólogo y etólogo británico Desmond Morris argumentó que los clubes de futbol eran el equivalente moderno a las tribus ancestrales. Nuestro estudio sugiere que es así, y que los aficionados registran sensaciones ancestrales muy ligadas al belicismo, las cuales fueron fundamental en nuestra evolución como especie".
El estudio de la Universidad de Coimbra también revela que los cerebros humanos están condicionados para dar mayor peso a las experiencias buenas frente a las malas.
El hipocampo –la zona relacionada con la memoria emocional– se activó más cuando los participantes vieron imágenes de grandes triunfos de sus clubes y reaccionaron menos cuando se emitieron vídeos de grandes derrotas. El neurólogo Castelo-Branco considera que esta dinámica podría sugerir que, por motivos evolutivos, nuestros cerebros prefieren la motivación positiva.
"Lo malo tiende a ser olvidado porque no le conviene al individuo o al grupo,vivir en un estado de alteración perpetuo. Tiene sentido limitar el odio a nivel evolutivo, pues el individuo necesita tranquilidad y una tribu que siempre está en pie de guerra tiene más probabilidades de ser eliminada".
"Curiosamente, entre los más fanáticos no notamos tanta actividad en esta región. Eso nos sugiere que ellos sí terminan por guardar rencor a largo plazo", apunta el autor del trabajo.
Potenciar la industria con el 'neuromárketing'
La investigación de la Universidad de Coimbra forma parte de un estudio más amplio sobre el peso de las emociones en el consumo.
"Si el amor tribal de los aficionados es superior al amor romántico que sienten, ¿esto tiene un impacto sobre las decisiones que toman?", se pregunta Castelo-Branco. "¿Prefieren ir a ver un partido del Oporto o ir al cine con su mujer? ¿Prefieren pagar por unas vacaciones con su señora, o por entradas para un partido decisivo? Estamos investigando eso actualmente, a través de dilemas que estamos planteando a los mismos participantes del estudio original".
Próximamente también lanzaran otro estudio con un enfoque puramente económico, para determinar y cuantificar si la emoción lleva a decisiones irracionales cuando gastamos dinero."Queremos medir el sacrificio que están dispuestos a asumir los hinchas por ir a ver un juego de la Champions, por ejemplo", relata el investigador.
El neurólogo confiesa que para él esta última investigación representa una incógnita fascínate, pues es un gran aficionado del Oporto y ha llegado a contemplar hacer locuras por ver a la Selección lusa.
"Recuerdo lo mucho que quería ver a la selección portuguesa jugar en las semifinales de la Eurocopa del 2000. Tuve la suerte de conseguir entradas por un precio razonable en el último momento, pero no dudo que hubiese pagado una fortuna por ellos si me lo hubiesen exigido".
Castelo-Branco dice que estas investigaciones forman parte del cada vez más potente mundo del neuromárketing, que se apoya en los estudios neuronales para formular ambiciosas estrategias para fomentar el consumo.
"El sector del futbol ya de por sí es una fuente de ingresos brutal, pero la realidad es que se puede potenciar mucho más si se sabe cómo explotar al consumidor a través de sus emociones más básicas", afirma el neurólogo.
Sin duda hay muchas personas del sector que querrían saber cuál es la mayor suma que un hincha está dispuesto a pagar para ver a su club jugar. La neurología representa una manera de convertir ese lado del negocio en una ciencia.