El 4 de julio de 2012, el físico alemán Rolf-Dieter Heuer, director general del CERN (Suiza), preguntaba a un auditorio lleno de científicos excitados: "Creo que lo tenemos, ¿estáis de acuerdo?"
En esa rueda de prensa se anunció que la nueva partícula hallada con el Gran Colisionador de Hadrones se correspondía con el bosón de Higgs, lo que les valió el Premio Nobel de Física a Peter Higgs y François Englert en 2013, padres de la teoría. Ese mismo año, los dos físicos y el director general del CERN recibieron el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica.
Concluida una etapa histórica al mando de la institución, hoy Heuer preside el Grupo de Alto Nivel de Asesores Científicos de la Comisión Europea y dirige la Sociedad Física Alemana, la mayor organización de físicos del mundo.
Con motivo del Día Mundial del Libro, el físico alemán se ha dado un respiro y nos ha contado cuál es su título preferido: Nathan el Sabio (1779), una obra de teatro escrita por Gotthold Ephraim Lessing.
"Me gusta mucho por la forma en que Lessing trata la tolerancia, en concreto, la tolerancia religiosa. Sus temas principales, además de la tolerancia, son la amistad, el relativismo de Dios, el rechazo de los milagros y una necesidad de comunicación. Es muy actual incluso hoy", explica.
Junto a esta obra, Heuer elige un segundo libro, una novela sobre la Segunda Guerra Mundial: La séptima cruz (1942), de Anna Seghers. La obra fue llevada al cine en 1944 con Spencer Tracy como protagonista.
"Describe un intento de fuga de un campo de concentración en Alemania a finales de los años treinta. La narración sigue el camino del personaje principal a través de los prados, refugiándose con los pocos vecinos que están dispuestos a arriesgarse ante una visita de la Gestapo, mientras que el resto de fugitivos son poco a poco alcanzados por sus cazadores", resume.
Como vamos a ver a continuación, el denominador común de los libros escogidos por reconocidos científicos y científicas para este reportaje son las relaciones sociales, entendiéndolas en el sentido más amplio del término.
Aristócratas y robots
Para Rafael Yuste, referente mundial en el campo de la neurociencia y líder del proyecto BRAIN –iniciativa respaldada por el expresidente Barack Obama cuyo objetivo es cartografiar cada neurona del cerebro–, su libro preferido es Ana Karenina (1877), de León Tolstoi.
Considerada una obra maestra, la novela es una dura crítica hacia la aristocracia rusa de la época. Al neurobiólogo afincado en Nueva York (EEUU) le gusta "porque captura con belleza la esencia de la vida y de las relaciones humanas", comenta.
Otro científico español que lleva varios lustros trabajando en el extranjero y es una autoridad en su campo es Juan Ignacio Cirac. En su caso, su libro preferido guarda cierta relación con su área de investigación, la computación cuántica. Se trata de la Serie de la Fundación, un conjunto de libros de ciencia ficción escritos por Isaac Asimov y publicados entre 1950 y 1993.
"La leí cuando tenía veinte años y me enganchó el ambiente futurista y de ciencia ficción de los libros, con las tramas novelescas que describe", recuerda Cirac, que dirige la División Teórica del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica (Alemania).
Las Tres Leyes de la Robótica formuladas por Asimov para proteger a los humanos ante una posible rebelión de las máquinas son fundamentales en todos los números de la saga. "Creo que estos libros han influenciado la juventud de muchos científicos por todo el mundo", opina el físico, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2006.
Como Asimov, otro científico ruso que escribió obras accesibles para el público general fue George Gamov. Su libro Un, dos, tres… Infinito (1947) es el preferido para el astrofísico y divulgador científico Neil deGrasse Tyson.
El sucesor del inolvidable Carl Sagan en la nueva versión de la serie Cosmos elige esta obra porque "es una exploración libre de elementos curiosos e interesantes de matemáticas y física", indica. DeGrasse, que leyó este libro en su niñez, afirma lo mucho que le ayudó a transformar los conceptos académicos estudiados en el colegio en "juegos de aprendizaje". Está claro que le sirvió de mucho porque hoy el astrofísico es el director del Planetario Hayden, dentro del Museo Americano de Historia Natural (EEUU).
El primer europeo contra la posverdad
Para María A. Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), es casi imposible elegir un libro preferido. "Lo han sido muchos a lo largo de mi vida y, normalmente, mis 'favoritos' son los libros que estoy leyendo en ese momento", cuenta la científica.
Haciendo un esfuerzo de selección elige Opus nigrum (1968), de Marguerite Yourcenar. "Dejó una marca que aún perdura en mí muchas décadas después de leerlo", asegura Blasco, Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal en 2010.
El libro relata las aventuras y vida de Zenón, un viajante médico y alquimista del siglo XVI que atraviesa Europa para conocer a filósofos y alquimistas de otros países. "Zenón va en búsqueda del conocimiento, de la ciencia, y ese es el camino para conocerse y encontrarse a sí mismo. También es el camino de la conciencia humanista frente a la barbarie de los ejércitos y las guerras", narra la bioquímica.
En su opinión, el protagonista de la novela podría considerarse, desde la perspectiva del siglo XXI, como uno de los primeros europeos, de los primeros erasmus. "Su lucha por el conocimiento también evoca a la posverdad que tanto poder destructivo muestra tener hoy en día y que, de hecho, resulta en la muerte de Zenón en la novela", compara.
El libro tuvo la capacidad de activar el yo más contemplativo y soñador de la científica, y de transportarla a "sitios, ambientes, paisajes y personajes ya extintos que, de alguna manera, aún me resultan atractivos".
Un futuro medieval
Una influencia parecida tuvo para el físico-químico y divulgador científico Philip Ball la novela Dudo Errante (1980), de Riddley Walker. La obra tiene lugar más allá del año 4.000, dos milenios después del holocausto nuclear, entre las ruinas de una sociedad que tiene un lenguaje muy distinto al actual.
"Es un libro escrito en una forma deformada de inglés, ambientado en un futuro que se parece más a la Edad Media", señala Ball.
Situado en un lugar que se asemeja al condado inglés de Kent, una zona que conoce bien el divulgador científico, la obra cuenta la historia del joven Dudo Errante, que celebra su cumpleaños matando al último jabalí sobre la faz de la tierra.
"Es un clásico de culto. No hay nada parecido en la literatura inglesa", sostiene Ball, quien se aprendió de memoria partes del libro para una obra de teatro que él mismo escribió en 1998. Hace poco empezó a leérselo a su hija. "Me conmocionó la sensación de las palabras y la sombría inocencia mundana en la voz de Riddley", confiesa.
La edición en castellano les valió el Premio de Traducción de la Asociación Española de Estudios Anglo-norteamericanos a sus responsables. "¡Qué trabajo de traducción debió de haber sido!", elogia Ball. "Ojalá supiera el suficiente español para poder valorar los resultados", añade.
Como hemos señalado al principio, salvo en Uno, dos, tres… Infinito, las relaciones sociales abundan en las páginas de los libros elegidos por los científicos. Relaciones entre diferentes confesiones religiosas; sumidas por la amenaza nazi; entre aristócratas; entre humanos y robots; en busca del conocimiento y tras un pasado glorioso. Probablemente esta coincidencia literaria tenga alguna explicación científica, pero eso habría que analizarlo en otro artículo.