Se acerca la operación bikini y son muchas las personas que, después de haber pasado todo un invierno de inactividad, se lanzan desesperadamente a los gimnasios en busca de perder unos kilitos de cara al verano.
Sin embargo, en algunas ocasiones el calendario de ejercicios finaliza el primer día, pues la falta de resistencia resultante del sedentarismo anterior da lugar a una primera sesión cargada de frustración y cansancio.
Por otro lado, en el extremo opuesto se encuentran los deportistas de élite que sí que tienen mucha resistencia, pero igualmente ven cómo sus fuerzas se agotan súbitamente cuando intentan subir la intensidad al máximo, por ejemplo al final de una carrera.
Ambos casos son muy opuestos, pero todos podrían solucionarse con ayuda de GW501516, un fármaco que fue desarrollado en los años 90 para el tratamiento de enfermedades metabólicas y cardiovasculares y que, después de ser desechado por ser portador de peligrosos efectos secundarios, se encuentra de nuevo en el punto de mira de los científicos por su capacidad para mejorar la resistencia sin necesidad de mover un dedo.
Aumentar la resistencia desde el sofá
Esta nueva aplicación del fármaco está siendo investigada por científicos del Instituto Salk, de San Diego, que han publicado recientemente sus resultados en un artículo de la revista Cell Metabolism.
En dicho estudio cuentan cómo, después de probar este fármaco en un grupo de ratones, estos pudieron correr en la cinta durante 270 minutos seguidos, sin agotarse, mientras que otro grupo de roedores que no había sido tratado sólo soportó 160 minutos.
Pero eso no es todo; ya que, además, los ratones que habían tomado el medicamento durante ocho semanas experimentaron pérdida de peso y unos niveles de azúcar en sangre mucho más controlados que los del resto.
Esto se debe a que GW501516 favorece la activación de hasta 1.000 genes, muchos de ellos implicados en la quema de grasas, mientras que, por otro lado, suprime la acción de otros genes encargados de convertir el azúcar en energía.
Por eso, al tomar esta sustancia, las grasas se queman más rápido, pero los azúcares lo hacen más despacio, por lo que aumenta notablemente la resistencia y se evitan las famosas "pájaras", resultantes de la pérdida de azúcares.
No es oro todo lo que reluce
Todos estos efectos se deben a que el fármaco activa una serie de proteínas musculares (llamadas PPARD) que normalmente se activan durante el ejercicio, pero en este caso lo hacen sin necesidad alguna de actividad física.
Pero no todo es tan sencillo como parece y para comprenderlo es necesario retrotraerse a la década de los 90, cuando esta droga, que había sido sintetizada para el tratamiento de enfermedades cardíacas y metabólicas, mostró ser causante de cáncer a dosis altas, dando lugar automáticamente al bloqueo de los ensayos que se estaban realizando con ella.
Sin embargo, pronto fue descubierta por los deportistas, que vieron en ella una forma estupenda de dopaje, haciendo necesario que la Agencia Mundial Antidopaje la prohibiera por su potencial riesgo para la salud, después de que algunos atletas comenzaran a tomarla durante los Juegos Olímpicos de 2008.
Pero esto no quiere decir que no deban estudiarse sus aplicaciones potenciales a bajas dosis; ya que, como cuentan los responsables de este último estudio, algunos grupos de pacientes, como los obesos o los que tienen algún tipo de discapacidad física, encontrarían en ella una forma de mejorar su forma física, sin necesidad de llevar una rutina de ejercicios que sería imposible para ellos.
Otros científicos no son tan optimistas al respecto y piensan que sería necesario probarla durante un periodo largo de tiempo para comprobar sus efectos a largo plazo antes de asegurar su efectividad.
Sea como sea, la píldora sigue en estudio y puede que algún día se convierta en una realidad eficaz y segura; pero, hasta entonces, quién quiera forma física tendrá que sudarla. Y sin hacer locuras, por supuesto.