Los recientes casos de sarampión en Europa en niños cuyos padres se habían negado a vacunarlos hacen necesario recordar la importancia de esta medida de protección. Repasamos los descubrimientos de algunas de las vacunas más importantes de la historia que han contribuido a salvar millones de vidas: las de la viruela, la rabia, el tétanos, la tuberculosis y, por supuesto, el sarampión, entre otras.
La primera vacuna
En 1776, el médico británico Edward Jenner inoculaba a James Phipps, un niño de ocho años, hijo de su jardinero, pus proveniente de una lesión de una mujer contagiada de una enfermedad llamada vaccinia o viruela de las vacas. El galeno tenía la teoría, en base a sus observaciones, de que las lecheras contagiadas con esta patología no desarrollaban después la viruela humana. Tras mostrar leves síntomas de molestias, el niño se repuso rápidamente.
Después de esto, y con Philipps inmunizado, Jenner le inoculó pus de un enfermo de viruela humana sin que desarrollara la enfermedad. Había creado la considerada por muchos como la primera vacuna. Casi dos siglos después, en 1979, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró erradicada la viruela en todo el mundo. Algo que se pudo conseguir gracias a la vacunación.
La rabia
Otro de los hitos más importantes de la historia de la vacunación vino de mano de Pasteur, quien, además de realizar grandes avances en el conocimiento de los microorganismos, fue el padre de la vacuna contra la rabia. En 1885 se la inyectaba por primera vez al niño de nueve años Joseph Meister, quien había sido mordido de camino a la escuela. Eficaz durante el periodo de incubación, la vacuna evitó que el pequeño desarrollara la enfermedad.
La tuberculosis
Precisamente en el Instituto Pasteur, creado después del descubrimiento de la vacuna de la rabia, se desarrolló también la vacuna contra la tuberculosis. Para ello Albert Calmette y su ayudante Camille Guerin trabajaron con una cepa virulenta de bacilo bovino. Después de años de trabajo y de problemas durante la Primera Guerra Mundial, cuando fueron sospechosos de ser espías, estos científicos consiguieron desarrollar el tratamiento con bacilo de Calmette-Guérin, más conocido por sus siglas BCG o como la vacuna contra la tuberculosis. Aunque en España el tratamiento ya no se administra debido a la baja incidencia de la enfermedad, la BCG ha ayudado a prevenir millones de casos desde su creación.
La fiebre amarilla
En 1937, Max Theiler, un virólogo sudafricano, desarrollaba la vacuna contra la fiebre amarilla, un descubrimiento que le valdría el premio Nobel en Fisiología o Medicina en el año 1951. La vacuna ha ayudado a prevenir millones de casos de esta enfermedad vírica aguda, hemorrágica, transmitida por mosquitos infectados. Sin embargo, todavía hay 47 países de África, América Central y Sudamérica en los que es endémica.
La difteria
Al igual que con otras muchas vacunas, la historia de la vacuna de la difteria cuenta con diferentes modelos desarrollados con el objetivo de mejorar las anteriores. De hecho, el primero data de 1923, pero es después de la Segunda Guerra Mundial cuando se desarrolla una versión menos agresiva. Las campañas de vacunación masivas contra la difteria permitieron que el número de casos se redujera en un 90% entre los años 1980 y 2000, aunque en España esta enfermedad volvía a saltar a los medios de comunicación cuando en 2015 un niño no vacunado la contrajo en Barcelona.
El sarampión
La falta de vacunación está produciendo brotes de sarampión en Europa a pesar de que desde la década de los sesenta existe —gracias al trabajo de John Franklin Enders, premio Nobel en Fisiología o Medicina— una vacuna basada en el virus atenuado que protege contra la enfermedad. En el año 2014, aproximadamente el 85 % de los niños del mundo habían recibido una dosis de esta vacuna en sus primeros años de vida y está incluida en la lista de medicamentos esenciales de la OMS que contiene las medicaciones más importantes.
El tétanos
La primera vacuna del tétanos fue desarrollada en 1924 y comenzó a estar disponible en Estados Unidos en los años 40. Pudieron comprobar su eficacia durante la Segunda Guerra Mundial, cuando ayudó a proteger del tétanos entre el Ejército estadounidense. En España, la incidencia del tétanos, que afecta al sistema nervioso, ha ido disminuyendo en los últimos años. Sin embargo, la enfermedad sigue estando presente y la vacunación, aparte de las medidas higiénicas, es la única prevención contra la enfermedad.
La poliomielitis
A la hora de hablar de la poliomielitis, una enfermedad infecciosa que afecta principalmente al sistema nervioso y que en sus versiones más agudas puede causar parálisis o atrofia muscular, hay que mencionar dos vacunas. En primer lugar, la desarrollada por Jonas Salk, anunciada por primera vez en 1952 y basada en poliovirus inactivados o muertos. La segunda vacuna, oral, fue desarrollada por Albert Sabin usando poliovirus atenuados. Gracias al uso de ambas, se ha logrado la erradicación de la poliomielitis en la mayor parte del mundo y se ha reducido su incidencia global de 350.000 casos estimados en 1988 a menos de 2.000 casos en el año 2006.
La Hib
La vacuna anti-Haemophilus influenzae tipo b, también llamada vacuna Hib, se emplea para prevenir las enfermedades contagiosas producidas por la bacteria que le da nombre, responsable de un amplio rango de patologías como la meningitis, la epiglotitis, la neumonía, la sepsis y otras de menor gravedad. En 1977 se desarrolló su primera versión, que fue reemplazada en los años 90 por un producto más eficaz. En la actualidad, 191 países la incluyen en su calendario de vacunaciones.
Hepatitis B
En 1985 se aprobaba la primera vacuna para la hepatitis B para uso humano, desarrollada a partir de plasma sanguíneo obtenido de pacientes con infecciones crónicas del virus. Sin embargo, en 1990 llegaba la segunda generación del cóctel, fabricada a partir de una de las proteínas de la envoltura del microorganismo. Hoy en día, 257 millones de personas conviven con esta enfermedad, por lo que es especialmente importante la vacunación para prevenir el contagio.