Si unos viajeros en el tiempo se hubieran trasladado de hace apenas 10 años a la actualidad este miércoles por la noche, habrían visto a millones de personas con cara de circunstancias tocando sin cesar sus teléfonos móviles y lamentándose de una situación que, a ojos ajenos, podría parecer similar al apocalipsis.
Sin embargo, lo único que pasó en este país -a la vez que en gran parte del mundo- es que WhatsApp dejó de funcionar alrededor de las nueve menos diez de la noche. La aplicación, adquirida por Facebook en 2014, cuenta con unos 1.200 millones de usuarios en todo el mundo y éste ha sido el apagón más prolongado del popular programa de mensajería desde el día de año nuevo de 2015.
Desde la empresa han informado que se ha tratado de un fallo "global" de la aplicación provocado por el propio WhatsApp, descartando así ataques de "fuentes externas". El fallo de la app afectó tanto a usuarios de iOS como de Android o Windows Phone.
"A lo largo del día de hoy, usuarios de WhatsApp en todas partes del mundo han sido incapaces de acceder a WhatsApp durante unas horas", han explicado desde la compañía. "Ya hemos arreglado el problema y pedimos disculpas por la inconveniencia".
Además de en Europa, la caída de la aplicación se hizo notar en partes de India, Canadá, Estados Unidos y Brasil, donde la diferencia horaria pilló a muchos usuarios en mitad de su jornada laboral. En Brasil, según informa Reuters, muchos ciudadanos usaron Telegram, una aplicación similar, durante las dos horas y media que WhatsApp dejó de funcionar.
Ausencia de límites
Más allá del fallo tecnológico y su posterior resolución, lo sucedido ayer en nuestro país -donde hasta la Policía Nacional consideró necesario tuitear al respecto- pone de manifiesto una dependencia casi patológica de este servicio de mensajería instantánea, aunque los expertos son cautos a la hora de hablar de adicción. "Sólo se puede calificar como abuso el uso que interfiere en las tareas normales", comenta a EL ESPAÑOL Manuel Fuentes Gómez, director de la Fundación Candeal-Proyecto Hombre en Burgos.
Este psicólogo, que reconoce que alrededor de un 40% de las personas que visitan su asociación presenta problemas de uso de nuevas tecnologías -aunque sólo un 8% de los menores de 21 años acuden por tener únicamente dicho trastorno-, afirma que la introducción de aplicaciones como WhatsApp supone toda una nueva forma de comunicarse, con ciertas características que la diferencian de las tradicionales.
"Introducen un límite artificial pero no real", sostiene el experto, que apunta a que la gente "es capaz de decir por esta vía cosas que no diría en un tú a tú". "Hay que reaprender los recursos y competencias de la comunicación y de sus límites en el área de las nuevas tecnologías", enfatiza.
La realidad es que los límites que nos ponemos en la comunicación personal brillan por su ausencia en la tecnológica. "Esto explica, por ejemplo, los problemas de acoso a través de estas herramientas. Los chavales no son conscientes del daño que hacen porque no tiene a la persona cara a cara".
Generador de angustia
Para Fuentes, el poder estar en contacto continúo sin restricción -lo que facilita el WhatsApp y es imposible en la comunicación interpersonal- hace que cuando eso deja de ser posible, bien porque se cae el servicio o porque se rompe un móvil, se genere "una sensación de angustia" como la experimentada por millones de usuarios en la noche del miércoles.
Un estudio publicado hace apenas unos meses en la revista Frontiers in Psychology demostraba que un nivel elevado de "soledad social" y la menor percepción de apoyo social son dos factores que elevan el riesgo de uso patológico del WhatsApp.
"Es esa relación social de comunicación lo que configura quiénes somos en el mundo y,cuando se acaba, una parte de mi conexión con el mundo se corta también. Hay que tener mecanismos alternativos para restablecerla", añade el director de Proyecto Hombre en Burgos.
Por esta razón, el experto cree que hay que educar en el uso de las nuevas tecnologías a los niños, algo en lo que se falla estrepitosamente en la actualidad. "Muchos educan bien en otros aspectos, pero mal en lo digital, cuando el efecto sobre sus hijos es tremendo", subraya el experto.
Consejos de buen uso
Aunque desde Proyecto Hombre no son dados a ofrecer consejos universales, porque "no hay dos situaciones iguales", Fuentes cree que hay ciertas normas de sentido común que pueden aplicarse para usar correctamente el WhatsApp y evitar así que sucesos como el de ayer supongan una hecatombe.
El principal, comenta el psicólogo, es aceptar que la mensajería instantánea es un mecanismo perfecto para comunicarse siempre que "no interfiera con otras tareas, sobre todo si éstas requieren de concentración".
También cree que "hay que romper con la inmediatez" asociada a la aplicación. "Se nos pide una respuesta inmediata y en la vida hay más cosas". Así, contestar un mensaje de WhatsApp no tiene por qué ser prioritario.
El especialista recomienda también usar el instrumento con cautela para "hablar de cosas personales, íntimas o problemáticas". "Está muy bien si se complementa con el contacto personal", afirma y, de propina, un consejo para los que no se ven capaces de controlar: "No está mal hacer desconexiones temporales para recuperar el contacto", concluye.