Hasta hace poco la sexología era algo tan tabú que la mayoría de personas desconocían hechos esenciales sobre sus órganos reproductivos y todo lo relacionado con ellos.
Afortunadamente, poco a poco las cosas van cambiando y la información sobre estos temas se trata cada vez con más normalidad, por lo que es más sencillo el acceso de la población a información muy necesaria sobre órganos como la vagina o el pene.
Y del mismo modo que es importante tener unas nociones básicas sobre estos órganos, también lo es conocer datos sobre algunas sustancias como el semen y sus espermatozoides, que encierran tras de sí algunas curiosidades muy interesantes.
Los espermatozoides fueron descubiertos por un comerciante de telas
Anton van Leeuwenhoek fue un comerciante de telas que, no contento con los artilugios de aumento de los que disponía en su época para analizar la calidad de las telas, se dispuso a mejorarlos, llegando a fabricar el que se consideró el microscopio más avanzado de su época.
Con él pudo observar con mucha nitidez las fibras que componían los tejidos que compraba, pero pronto decidió que su invento tenía mucho más potencial, por lo que comenzó a utilizarlo para observar sustancias como la sangre, el agua o su propio semen.
Y fue precisamente al analizar este último cuando descubrió lo que, en una carta a la Royal Society, describió como "animáculos muy numerosos en el esperma".
Estos hallazgos le valieron tal reconocimiento en el panorama científico que decidió dejar a un lado las telas para seguir mejorando su invento, convirtiéndose para muchos en el "padre de la microbiología".
Sólo puede quedar uno
Para los espermatozoides, llegar hasta el óvulo exitosamente supone algo así como unos Juegos del Hambre, en los que sólo uno puede llegar, dejando a muchos compañeros muertos en el camino.
Y es que, para empezar, el interior de la vagina es muy ácido (pH muy bajo), de modo que ataca despiadadamente a los espermatozoides, que sólo son capaces de sobrevivir cuando el pH está por encima de 7.
Por este motivo, en este primer paso dejan la carrera aproximadamente el 99% de los espermatozoides, quedando sólo unos pocos afortunados que finalmente conseguirán llegar a las inmediaciones del óvulo.
Pero la cosa no termina ahí, pues en el momento que uno de ellos consigue alcanzar su objetivo, el propio óvulo libera una serie de gránulos, conocidos como gránulos corticales, que impedirán la unión del resto de aspirantes, evitando embarazos múltiples que supondrían un mayor peligro tanto para la madre como para el feto, además de una utilización menos eficiente de los recursos de los que dispone el organismo para llevar a término el embarazo.
Tiempo de supervivencia
Existe mucha mitología en torno al tiempo de supervivencia de un espermatozoides, tanto dentro como fuera de los genitales femeninos, algunas de ellas tan mal encaminadas que llevan a que aún haya mujeres que crean que pueden quedarse embarazadas al compartir jacuzzi con sus parejas.
Para empezar, el tiempo de vida de los espermatozoides en caso de ser liberados fuera de la vagina es de apenas unos pocos minutos; ya que, por un lado, las condiciones ambientales son muy agresivas para ellos y, por otro, la evaporación del líquido seminal les impide seguir con vida.
En cuanto a los espermatozoides que se liberan en el interior de la vagina, sólo sobreviven en su interior durante la ovulación, cuando el pH del tracto genital femenino es favorable, permitiéndoles sobrevivir y mantener su capacidad reproductiva durante 72 horas.
Más pescado y menos carne procesada para un mejor semen
Siempre se ha dicho que una buena dieta, tanto en el hombre como en la mujer, es esencial para conseguir un embarazo cuando éste se resiste después de muchos intentos.
Por eso, un equipo de investigadores españoles de la Universitat Rovira i Virgili y el Institut d'Investigació Sanitària Pere i Virgili han publicado en Human Reproduction una revisión sistemática de todos los estudios científicos observacionales realizados hasta la fecha en los que se analiza la influencia de la dieta en la calidad del semen y la capacidad fecundativa de los espermatozoides.
Una vez analizados todos estos trabajos, concluyeron que, efectivamente, hay alimentos como el pescado, el pollo, los cereales, los mariscos la fruta, la verdura y los lácteos bajos en grasas que son beneficiosos para la calidad seminal, mientras que otros como las carnes rojas y procesadas, la cafeína o el alcohol tienen una influencia negativa que puede impedir la fecundación si no se le pone solución.
¿Semen para hidratar la piel?
Cuentan los antiguos tratados médicos que uno de los muchos tratamientos utilizados por Cleopatra para mantener su esplendorosa belleza consistía en el uso de cremas fabricadas con sustancias extraídas del semen que contribuían a mantener su piel joven y bonita.
Desde entonces han sido muchas las personas que han defendido el uso de estos controvertidos tratamientos e incluso una marca noruega ha llegado a comercializar cremas a base de semen que prometen efectos muy beneficiosos en la prevención de las arrugas y el acné.
¿Pero son realmente ciertos estos beneficios? La respuesta es complicada; pues sí que es verdad que contiene sustancias con grandes efectos antioxidantes, como la espermina, y vitaminas como la B12 y la C, que promueve el crecimiento de las fibras de colágeno.
Sin embargo, dermatólogos como la doctora Cybele Fishman consideran que el uso de semen con estos fines es una idea muy poco acertada, pues su pH interfiere con la barrera protectora de la piel, haciéndola más vulnerable a infecciones y a la entrada de sustancias oxidantes, que podrían acelerar el proceso de envejecimiento cutáneo.
Fue usado como tinta invisible durante la I Guerra Mundial
Una de las sustancias más comúnmente utilizadas como tinta invisible a lo largo de la historia ha sido el jugo de limón, cuyo trazo transparente se hace visible al acercar al texto oculto una llama.
Otro método muy común es el simple rasgado del papel con una pluma sin tinta, que deja una serie de trazos invisibles que pueden revelarse después con ayuda de vapores de yodo.
Sin embargo, según cuenta el profesor Keith Jeffery en su libro MI6: The History of the Secret Intelligence Service 1.909-1.949, durante la Primera Guerra Mundial el Servicio Secreto de Inteligencia puso a varios investigadores británicos manos a la obra en busca de una nueva técnica que no pudiese descifrarse con ayuda de los métodos tradicionales en caso de ser interceptada.
Sorprendentemente, después de probar varias sustancias, llegaron a la conclusión de que el semen era perfecto para ello, aunque fue necesario avisar a algunos usuarios de que sólo debían escribir su cartas con "tinta fresca", pues en caso contrario un olor un tanto desagradable podría impregnar el papel.
Lo que está claro es que era una tinta muy útil, cuya sencilla obtención no supondría demasiado sacrificio a los militares que la utilizaban. ¡Todo fuese por ganar la guerra!