Corría el mes de agosto de 1977 cuando un joven astrónomo que se encontraba analizando como cada día los registros del radio telescopio Big Ear, en Ohio, detectó una señal anómala, totalmente diferente a cualquier otra vista con anterioridad.
Su sorpresa quedó reflejada al margen del papel, en el que escribió la palabra "Wow", una onomatopeya equivalente al "guau" español que más tarde daría nombre a esa sorprendente señal, cuyo origen ha tenido en vilo durante décadas al panorama científico por la remota posibilidad de que hubiese sido lanzada por una civilización extraterrestre.
Ahora, 40 después, el astrónomo Antonio Paris parece tener la respuesta y, para desgracia de los amantes de las historias de alienígenas, es mucho menos exótica de lo que ellos hubiesen deseado.
En busca de la hipótesis correcta
La señal Wow estaba compuesta por las cifras y letras 6EQUJ5, que hacen referencia a su nivel de intensidad, medido primero del 0 (intensidad 0) al 9(intensidad 9) y desde ahí con letras en orden alfabético, de modo que la A sería nivel 10 y así sucesivamente.
Dicho nivel hace referencia a su relación con el ruido de fondo y en el caso de la U de la señal Wow indicaría una intensidad 30 veces por encima de dicho ruido, medida a una frecuencia de 1.420 Megahertzios.
¿Qué o quién podría haber enviado una señal como esa? Enseguida comenzaron a surgir y a extenderse como la pólvora las hipótesis relacionadas con civilizaciones extraterrestres; pero, mientras tanto, los astrónomos, entre los que se encontraban el propio Jerry Ehman, descubridor de la señal, llamaban a la calma, alegando que se había vuelto a analizar la zona y no se había detectado ningún registro similar.
Parecía más probable la posibilidad de que hubiese sido una interferencia del propio telescopio o un fenómeno astronómico puntual, pero han tenido que pasar 40 años, para que se tenga una respuesta más o menos clara al misterio.
La clave está en los cometas
La respuesta ha llegado de la mano de Antonio Paris, un profesor de astronomía del St. Petersburg College, cuyos resultados han sido publicados en la Revista de la Academia de Ciencias de Washington.
Estos datos partían de la hipótesis formulada el pasado año de que la señal Wow podría haber sido emitida por un cometa, debido a que lo que fuese que la produjo se movió justo después, haciendo imposible la reproducción de la señal, pero fueron necesarias 200 observaciones, realizadas entre 2016 y 2017, para poder comprobar si estaba en lo cierto.
Para la fecha en la que se produjo el hallazgo y la región en la que se detectó había dos cometas candidatos a tener la solución: 266P/Christensen y P/2008 Y2 (Gibbs).
Afortunadamente, el primero de ellos volvería a visitar la misma región el 25 de enero de este año, por lo que Paris lo dispuso todo para comprobar si, efectivamente, daba lugar a una señal similar, medida en la longitud de onda adecuada. Y así fue, la señal Wow estaba de vuelta.
Para comprobar que no había ninguna interferencia previamente se aseguró de que no hubiese otras fuentes de radio alternativas en una distancia suficientemente grande en torno a la zona de estudio, por lo que estaba claro que el cometa había sido el único responsable.
Además, analizó también el efecto producido por el paso de otros tres cometas aleatorios, comprobando que todos ellos emitían de un modo similar a una frecuencia de 1.420 Megahertzios. Por lo tanto, ¿quiere decir esto que fue el cometa 266P/Christensen el que dio lugar a la señal Wow? No se puede asegurar al cien por cien, pero sí que parece mucho más probable que el envío de señales por parte de una civilización extraterrestre que justo después de comunicarse con la Tierra decidió ocultarse para la posteridad.
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