A Tesla le producían rechazo las perlas y se negaba a hablar con cualquier mujer que llevara este tipo de joya. Benjamin Franklin trabajaba una hora desnudo por la mañana para que le diera el aire y Einstein no consideraba necesario el uso de calcetines. Éstas son las manías más peculiares de algunos de los mayores genios de la historia.
Los baños de Franklin
Científico, inventor, y considerado uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, Benjamin Franklin también tenía una manía muy peculiar. El inventor del pararrayos creía que el aire frío era especialmente bueno para su organismo, así que por las mañanas, nada más levantarse, leía o escribía desnudo durante media hora o una hora en función de la estación del año, tal y como relató en una de sus cartas.
La sopa de Edison
Además de creer que dormir era una pérdida de tiempo, por lo que se echaba siestas ocasionales hasta alcanzar las tres horas de reposo al día, Edison tenía un método muy curioso para contratar. Cuando realizaba el proceso para conseguir un nuevo asistente, el prolífico inventor les invitaba un plato de sopa. Si le echaban sal antes de probarla, no los contrataba: no quería gente en su equipo que diera por hecho que no tenía el aderezo necesario y que, por lo tanto, dieran también otras cosas por hecho.
Los calcetines de Einstein
"Incluso en las ocasiones más solemnes, me escabullía de llevar calcetines y escondía esa falta de civilización con botas altas", le escribió Einstein a su prima y segunda esposa Elsa durante una visita a la Universidad de Oxford. Al genio detrás de la teoría de la relatividad no le gustaba llevar calcetines y dejó de hacerlo cuando, siendo joven, se dio cuenta de que siempre se agujereaban por la zona del dedo gordo (algo que explicó en otra misiva).
Las anfetaminas de Erdos
Paul Erdos, uno de los matemáticos más famosos del siglo XX, tomaba anfetaminas para poder aguantar sus maratones de trabajo de 20 horas. En una ocasión un amigo se apostó 500 dólares con él a que no podía aguantar sin ellas durante 30 días. Ganó, pero le dijo a su amigo que "había retrasado a las matemáticas durante un mes". Además, le dijo que, sin ellas, no conseguía avanzar en el trabajo y que se convertía en "una persona ordinaria".
Las perlas de Tesla
El inventor e ingeniero Nikola Tesla tenía una larga lista de manías y peculiaridades, pero sin duda una de las que más destaca es el rechazo que le producían las perlas. Sentía tal aversión hacia este tipo de joya que se negaba a hablar con las mujeres que las llevaban y en una ocasión mandó a una de sus secretarias a casa por utilizarlas. A Tesla, además, le importaba mucho el aspecto y en sus fotografías siempre posaba cuidadosamente para que saliese el que consideraba su lado bueno.
Los relojes de Buckminster
Richard Buckminster Fuller fue un diseñador, arquitecto e inventor estadounidense especialmente conocido por su visión futurista de las ciudades. Este excéntrico visionario, que diseñó un coche de tres ruedas y un modelo de vivienda que pretendía corregir todos los fallos de construcción existentes, llevaba tres relojes. Uno le decía la hora en Carbondale, Illinois, donde estaba localizada su oficina. Otro llevaba la hora del próximo sitio que iba a visitar y el tercero la hora del lugar en el que se encontraba en ese momento.
El ladrillo de Galton
El antropólogo, inventor y meteorólogo (entre otras muchas ocupaciones) Francis Galton solía llevar un ladrillo envuelto en papel marrón y atado con una cuerda. ¿Por qué? El científico, autor de 340 artículos y libros, quería estar preparado para poder ver por encima de una multitud si la ocasión lo requería, así que solía transportarlo con él.
El ostracismo de Cavendish
Henry Cavendish fue un físico y químico británico conocido por el experimento de Cavendish, gracias al que posteriormente se determinó la constante de gravitación universal, y por su descubrimiento del hidrógeno y de la composición del agua. Vestido habitualmente con un traje violeta y un sombrero de tres picos del siglo anterior, el científico era tremendamente huraño y reservado. Además, algunos historiadores le califican de misógino debido a que tenía la extraña costumbre de comunicarse con sus criadas a través de notas para no tener que interactuar con ellas.
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