No hay conflicto alguno entre tener una mente privilegiada y dejarse llevar por los placeres de la carne. Albert Einstein, uno de los científicos más brillantes de la historia, solo estuvo casado dos veces, pero su lista de conquistas podría rivalizar, por lo que sabemos, con la del mismísimo Julio Iglesias. Bueno, quizá exageramos un poco –y lo sabemos- pero sus aventuras casuales y otras relaciones extramatrimoniales más o menos intermitentes son conocidas y abundantes.
La matemática Mileva Marić fue su primera mujer entre 1903 y 1919, un periodo marcado por peleas e infidelidades. Tras conocer a Einstein en el Instituto Politécnico de Zúrich en 1896, Mileva se queda embarazada y es expulsada. Aunque era una de las pocas instituciones de educación superior que admitían mujeres, parece que tener a una soltera embarazada ya era demasiado. Así que dio a luz una niña que posteriormente desapareció sin que nunca se haya aclarado si murió o fue dada en adopción.
Para Mileva el matrimonio supuso el fin de una carrera científica que prometía ser brillante. De hecho, muchos consideran que ella tuvo un papel muy destacado en los descubrimientos de su marido. Ya casados, tuvieron otros dos hijos, Hans Albert y Eduard, con los que se quedaría Mileva en Suiza cuando Einstein se traslada a Berlín, una separación que poco tardaría en ser definitiva. En 1916 él le pide el divorcio, que finalmente obtendría en 1919 tras firmar una curiosa cláusula: si alguna vez obtenía el premio Nobel, el dinero sería para ella. Y no tuvo que esperar mucho tiempo, ya que lo ganó dos años más tarde.
Nada más divorciarse, Einstein se casó con su prima Elsa. Ese segundo matrimonio fue mucho más tranquilo, probablemente porque Elsa era paciente y tolerante. Y es que fue precisamente con el salto a la fama, rozando los 40, cuando el físico inició su época más desenfrenada con las mujeres. La prueba de esa tolerancia es que en 1928 se llevó a un balneario a su esposa y a su amante de aquel momento, Toni Mendel, una adinerada judía berlinesa.
"Plebeyas, sudadas y olorosas"
No obstante, los testimonios dicen que no era ese el tipo de mujer que más le atraía, sino que acostumbraba a huir de los refinamientos de la alta sociedad. "Einstein amaba a las mujeres", afirmó Peter Plesch, cuyo padre fue amigo íntimo del físico. "Y cuanto más plebeyas, sudadas y olorosas, más le gustaban".
Entonces, ¿por qué siguió casado con Elsa hasta que ella murió en 1936? Probablemente, lo que buscaba en ella no tenía que ver con el sexo – dormían en habitaciones separadas - sino con los cuidados, la cocina y la compañía.
Parece que en realidad a Einstein le atraía más Ilse, hija de Elsa y por lo tanto, su hijastra. En una carta escrita a un amigo poco tiempo antes de la boda, la propia Ilse confesó: "Ayer se planteó de pronto la pregunta sobre con quién debería casarse Albert, si conmigo o con mamá".
La espía rusa
En 2006 la Universidad Hebrea de Jerusalén –que el propio Einstein ayudó a fundar en su día- publicó cerca de 1.400 cartas del premio Nobel que habían sido donadas por Margot, la otra hija de Elsa. En ellas se revela que tuvo seis amantes durante el matrimonio con su segunda esposa.
Probablemente, la relación más jugosa de todas fue la que sostuvo con Margarita Konenkova, una espía rusa. Los comunistas querían seducir a los grandes cerebros. Einstein quería amor.