Es un hecho conocido que Stephen Hawking goza de un particular y muy británico sentido del humor, un temperamento travieso que le ha permitido sobrellevar con entereza las terribles secuelas de su enfermedad. Y Kip Thorne, premio Nobel de Física 2017 por describir las ondas gravitacionales, es un viejo compañero de correrías.
Así, ambos han terminando retándose el uno al otro en apuestas sobre astrofísica a lo largo de sus carreras, en algunos casos involucrando a otros científicos en su juego. Pero la más entrañable - y picante - de todas se remonta a 1975, cuando Hawking sorprendió a su colega retándole a demostrar la existencia de un agujero negro.
Si Thorne ganaba, recibiría una suscripción anual a la revista erótica Penthouse. Si perdía, su colega recibiría durante cuatro años los números de Private Eye, una revista satírica británica. Pero los premios en juego no eran lo más insólito de la apuesta, sino que Hawking estaba apostando en contra de su prestigio como investigador.
Efectivamente, aunque hoy en día los agujeros negros, esos monstruosos devoradores de materia que acechan entre las estrellas, formen parte de la literatura científica y del imaginario popular, en aquella época eran un postulado arriesgado. El propio Hawking había tenido que batallar junto a Roger Penrose para defender su modelo sobre singularidades del espacio-tiempo, que debían ocurrir al colapsar la enorme masa de una estrella por influjo de las fuerzas gravitacionales.
Se trataba de un modelo teórico a la espera de confirmarse mediante la observación. astronómica. Y había un candidato prometedor ahí fuera: Cygnus X-1, una potentísima fuente de rayos X en la constelación del Cisne. Se especulaba con que se trataría de un sistema binario: una estrella supergigante azul que emite radiación por el efecto de otro objeto que atrae su materia. Ese objeto debía ser un agujero negro.
¿Por qué Hawking estaba apostando en contra del hallazgo que cimentaría su carrera? Años después argumentaría que si, efectivamente, la existencia empírica de los agujeros negros no se demostraba, gran parte de su investigación sería incorrecta y él quedaría "devastado", en sus palabras. "Pero al menos me quedaría la lectura como consolación" - remachaba con envidiable ánimo.
La apuesta se mantuvo en tablas hasta 1991, cuando el objeto V404 Cygni fue identificado de forma 'incontrovertible' como un agujero negro. Un Hawking pletórico procedió a declararse perdedor y suscribió como prometido a Thorne a Penthouse. Pero los años no pasan en balde y para entonces su colega estaba casado con Carolee Joyce, a quien el premio no hizo mucha gracia. "Le tuve que explicar que quería la revista por los artículos" - rememoraba el astrofísico.
Gran científico, apostador regulero
Hawking y Thorne unieron fuerzas en otra apuesta en 1997, esta vez contra John Preskill del Grupo de Teoría de Partículas de Caltech. Los agujeros negros ya estaban por entonces probados, pero eran - y siguen siendo - un gran misterio. Según el modelo de Hawking, emiten temperatura que se va disipando a medida que el agujero desaparece. Pero hay una región fronteriza, el horizonte de sucesos, del que nada puede escapar. Por lo tanto, esa radiación termal no contendría información, habiendo desaparecido en el interior del agujero negro.
Preskill refutaba esa teoría en base a la mecánica cuántica, que establece que la información no puede destruirse. El premio en juego, quizás habiendo escarmentado por las correrías juveniles, era "una enciclopedia" al gusto del ganador. En 2004 Hawking concluyó que él estaba equivocado y que un horizonte de sucesos completo nunca llega a formarse, por lo que la información puede escapar del agujero negro. Regaló al ganador una enciclopedia de béisbol; no así Thorne, que aún no ha concedido la derrota.
De sus muchas apuestas, Hawking solo se ha declarado ganador de una, cuando en 2014 se probó que el universo se expandió gradualmente tras el big bang y no en fases sucesivas. En cualquier caso e independientemente de su fortuna al apostar, este talante abierto y juguetón ha contribuido a popularizar conceptos enormemente complejos. Ese mismo año los agujeros negros y las ondas gravitacionales dieron su salto al cine con Interstellar, película de la que Kip Thorne fue asesor.
Noticias relacionadas
- Las ondas gravitacionales, premio Princesa de Asturias de Investigación
- Catherine Heymans: "¿Para qué necesitamos un nuevo Einstein? Ya tenemos miles y miles"
- Viatcheslav Mukhanov: "Solo hay un dios para un físico y es el experimento"
- No sabes toda la ciencia que hay en tu tazón de cereales
- "Stephen Hawking hizo cosas buenas en el pasado, pero ahora dice cosas aleatorias"
- David Reitze: "Los agujeros negros son muy simples, ¡son puro espacio-tiempo!"