A primera vista, lo que más llama la atención de Xavier Ros Oton (Barcelona, 1988) es su estatura. Sus 2,00 metros bien le valdrían para haberse dedicado al baloncesto. Una olimpiada internacional le ayudó a encontrar su vocación pero no competía en ningún deporte. La medalla que consiguió fue fruto de su agilidad mental en la disciplina reina, las matemáticas.
Este trofeo fue la antesala de una prometedora carrera. El científico, que hoy trabaja como profesor en la Universidad de Zúrich (Suiza) y que ha investigado en la Universidad de Texas (EEUU), ha ganado los premios más importantes de España para jóvenes matemáticos. En Suiza investiga las ecuaciones en derivadas parciales, un área que explica cómo se propaga el calor, las ondas o incluso el funcionamiento de los mercados financieros.
Aprovechando que ha venido a España para impartir la conferencia Las ecuaciones que mueven el mundo en la Fundación BBVA, Ros Oton habla con EL ESPAÑOL sobre los dilemas éticos que pueden llegar a acarrear los avances matemáticos y las barreras de los jóvenes científicos en nuestro país.
Ha ganado el Premio José Luis Rubio de Francia, el Antonio Valle y el Vicent Caselles. ¿Hace falta ser un genio para dedicarse a las matemáticas?
Claramente no. Ser un genio no es ni necesario ni suficiente. La investigación también es hacerse buenas preguntas, viajar e intentar interactuar con gente muy buena, porque siempre hay matemáticos mucho mejores que tú. La matemática es una ciencia muy colaborativa. Si eres muy listo pero estás aislado no te va a ir bien.
En otras ocasiones ha comentado que uno de los matemáticos actuales que más admira es Terence Tao.
Para mí es el mejor matemático del mundo.
Él ganó la prestigiosa Medalla Fields que concede la Unión Matemática Internacional con solo 31 años. ¿Podría pasarle a usted?
Yo no voy a ganar la Medalla Fields ni el año que viene, ni el otro, ni el siguiente [ríe].
¿Sueña con ganarla?
No, porque creo que está muy lejos. Una cosa es ser de los mejores matemáticos jóvenes de España y otra del mundo. España aún está lejos de otros países. De hecho nunca ha ganado una Medalla Fields, ni un Premio Abel –el equivalente al Nobel de Matemáticas–, ni un Premio Wolf. Otros países tienen mucha más tradición. Aquí en España antes de la primera mitad del siglo XX no había prácticamente investigación en matemáticas.
Su área de investigación son las ecuaciones en derivadas parciales, que están presentes en muchos aspectos de la vida. ¿Podría ponernos algunos ejemplos?
Las ecuaciones en derivadas parciales empezaron a aparecer en todas las ramas de la Física sobre todo en el siglo XIX y principios del XX. Los fluidos se modelan con ecuaciones en derivadas parciales. Y también la difusión del calor, las ondas, la relatividad o la mecánica cuántica. Eran como las ecuaciones de la Física. A lo largo del siglo XX se extendieron por todas partes. Se empezaron a usar en finanzas, en Biología, en Química, en Ingeniería… Con la aparición de los ordenadores y la capacidad de cálculo puedes hacer tareas útiles con ellas, como predecir el clima.
Dentro de esta área estudia los problemas con fronteras libres. ¿En qué consisten?
Son problemas que tienen un componente más geométrico, no solo ecuaciones. El ejemplo más fácil es la ecuación del calor. Tienes un sólido y quieres saber cómo va a evolucionar el calor. Lo que yo estudio es cuando hay una transición de fase en medio, como cuando pasas de sólido a líquido porque allí hay una interfase, una frontera libre. Un ejemplo sería el deshielo, si quieres modelar cómo va a evolucionar un iceberg que se está derritiendo. Siempre que haya una transición de sólido a líquido hay una frontera libre. La ecuación del calor sola ya no te sirve.
¿Qué le gustaría conseguir como matemático?
Seguir trabajando al nivel más alto posible, demostrando teoremas interesantes, mejorando respecto a ahora, siempre lo máximo que pueda. Y también aportar un poco a la comunidad, formar a nueva gente, tener estudiantes de doctorado…
Su conferencia se titula 'Las ecuaciones que mueven el mundo'. Otro concepto matemático que estamos viendo que mueve el mundo son los algoritmos, utilizados por Facebook y Cambridge Analytica. ¿Subestimamos el poder de las matemáticas?
Hay gente que las subestima y otros que las sobrestiman. El mayor problema es no entender los algoritmos. En el caso de política puede ser que los hayamos subestimado pero en predecir finanzas o cómo va a ser la meteorología hay gente que a veces los sobrevalora. En finanzas hay matemáticos muy buenos y usan algoritmos y ecuaciones. Pero hay gente que, si no los acaba de entender, tiende a sobreestimarlos. Yo tengo amigos que se dedican a analizar big data. Necesitas un buen matemático para que haga eso porque si no, si tienes una herramienta estadística o un algoritmo que te da información pero quien lo usa no lo acaba de entender, lo puede utilizar muy mal.
En el caso de Facebook y Cambridge Analytica, ¿lo han entendido demasiado bien?
Sí. Otra cosa es la ética detrás de eso. Supongo que eran buenos matemáticos y lo han usado bien. Pero luego está la ética, que va separada de la ciencia. Son cosas distintas. La ciencia la puedes usar para el bien o para el mal. Ahí ya entran las leyes, no la ciencia.
Tanto en Estados Unidos como en Suiza ha conseguido proyectos nacionales de investigación. ¿Aquí un matemático joven tendría difícil recibir esa financiación pública?
En España sería imposible. Los proyectos se piden en grupos. Si lo pides solo no te lo van a dar, aunque seas un investigador senior, muy establecido en el mundo y el mejor de España. Quieren grupos y es un poco ‘café para todos’, en el sentido de que todo el mundo que lo pide le dan algo pero a nadie mucho. En Estados Unidos es al contrario. Y en Suiza. Tú pides como persona individual, eres el investigador principal de tu proyecto, lo escribes y seas joven o mayor da igual. Si eres activo científicamente y creen que tú solo puedes tener un proyecto, te lo dan y no hay problema.
¿Y ese dinero a qué lo destina, a nuevos contratos?
En Estados Unidos la mayor parte lo gasté en viajar y sobre todo en invitar a científicos para que fueran a la universidad a explicar lo que estaban haciendo.
En el caso de la financiación que le han dado en Zúrich, ¿a qué la dedicará?
Me han dado el doble. Son unos 200.000 dólares para dos años y medio y voy a contratar a un postdoc, un investigador que trabaje conmigo. También invitaré a gente para que venga a impartir seminarios y viajaré. En España sería impensable. Ni siquiera es la falta de dinero. Yo creo que el problema principal es la falta de voluntad política.
¿Qué diferencias ve entre el sistema universitario de Estados Unidos, Suiza y España?
Hay muchas. En los países que conocemos que van mejor, Alemania, Suiza, Inglaterra o Estados Unidos, las universidades funcionan de forma parecida. Hay pocos profesores, los tratan muy bien, tienen muy buenas condiciones de trabajo y muchos estudiantes, postdocs y proyectos de investigación individuales. En España es como en Italia o Portugal: hay muchos profesores, todos casi iguales, y el muy bueno tiene que dar las mismas horas de clase. Las condiciones de investigación no son muy buenas, hay mucha administración. En Zúrich cada profesor tiene una secretaria asignada para la gestión. Hacer investigación en España es mucho más difícil porque dedicas mucho tiempo a dar clases, administración y gestión. Y además es bastante difícil tener estudiantes de doctorado o postdocs. La proporción es inversa.
Es como una pirámide invertida.
Sí y no hay voluntad de cambiarlo. Las únicas cosas que funcionan bien son excepciones que se han hecho al margen del sistema. Por ejemplo en Cataluña está ICREA –una fundación financiada por la Generalitat para captar y retener talento científico– que funciona de manera perfecta. Mi director de tesis era ICREA.
¿La juventud es un hándicap?
En otros países la juventud se trata de forma distinta que en España. Conozco a gente en Estados Unidos, en Suiza o en Alemania que les han hecho catedráticos antes de los treinta. Cuando alguien es muy bueno, te intentan dar lo máximo. En España casi no hay catedráticos menores de cuarenta años. Los requisitos están pensados para gente mayor. Casi ninguna persona que sea medalla Fields los cumpliría, aunque todos son catedráticos en universidades líderes. Es un sinsentido. Puedes poner los requisitos fuertes para que sea difícil ser catedrático, pero que sean razonables. Hay gente que no es buena y que con sesenta años va a tener la acreditación. Es algo de acumulación, de ‘ponte a la cola’.
¿Tiene pensado volver a España cuando acabe su etapa en Zúrich?
Inicialmente mi contrato es para tres años pero podría estar cinco más. Podría quedarme bastante tiempo. A corto plazo no quiero volver, pero a largo plazo sí que me gustaría regresar a casa. ICREA me parece una buena opción.
De adolescente recibió varias medallas en las Olimpiadas Internacionales de Matemáticas. ¿Desde pequeño ha querido ser matemático?
No pero en el instituto tenía claro que me gustaban más las ciencias que las letras y pensaba en arquitecto o ingeniero. En bachillerato ya vi matemáticas que me gustaban y que se me daban muy bien y gané concursos. La olimpiada matemática me ayudó a descubrir un nuevo mundo muy distinto a las matemáticas que te enseñan en el instituto. Nada que ver. Las matemáticas del instituto son la parte más aburrida. Después hay todo un mundo que se te abre.
¿Qué tendría que cambiar en la enseñanza para que no sean tan aburridas?
En el instituto los profesores tendrían que ser matemáticos o similar, porque se nota cuando el docente sabe y le gusta y cuando no. Antes las enseñaban matemáticos pero ahora nos vamos más a empresas, bancos, programación, big data y no quedan matemáticos que vayan a la enseñanza. Son muy pocos. Un segundo problema es la propia ESO y luego también se podrían explicar cosas que no sean tan aburridas como calcular porque eso no tiene ninguna gracia.
¿Las matemáticas pueden ser divertidas?
Sí, cuando aprendes las matemáticas buenas. Alguien dijo que era como si las matemáticas fueran helado y en la ESO solo pruebas el helado de brócoli [ríe]. Son matemáticas pero al ser muy de calcular no entiendes nada. Es muy difícil que a alguien le guste eso. De hecho, para mucha gente cuando entra en la carrera que allí todo pasa a ser abstracción y demostraciones de teoremas es un cambio. A la mayoría le gusta mucho más porque esto es más creativo, entiendes todo… Pero hay otros que dicen que no es para ellos. Yo creo que en el instituto se deberían intentar explicar las matemáticas de forma que los niños entiendan cosas, no que las calculen. La matemática es entender y lo que se hace en las escuelas es calcular.
El pasado domingo la Sociedad Madrileña de Profesores de Matemáticas sacó las matemáticas a la calle Fuencarral (Madrid) con mosaicos, juegos numéricos, fractales y lógica. ¿Qué le parecen estas iniciativas?
Es muy positivo que la gente vea algo distinto. Lógica es algo que en el instituto no lo asocias a matemáticas sino a filosofía. O ejemplos mucho más visuales y geométricos, que tampoco ves apenas en la ESO o en el Bachillerato. Que estas asociaciones hagan esto es muy positivo para que la gente vea una parte más bonita de la matemática, porque es bonita pero no se ve cuando la estudias en Secundaria.