En el semisótano en el que se alojan los laboratorios de la Unidad de Aplicaciones Biomédicas y Farmacocinética del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) se esconden jeroglíficos egipcios. Acertijos arcanos a desentrañar a modo de premonición: en nuestra conversación sobre cáncer, radiación e investigación con Miguel Ángel Morcillo Alonso, especialista en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), asomarán dromedarios como los que se avistan en las dunas del horizonte de Guiza.
"¡Son auténticos! Los hace un miembro del equipo, que es un egiptólogo experto" - explica Morcillo mientras señala las inscripciones. En los pasillos y el mobiliario del edificio, con acabados de madera que recuerdan a los de las facultades más clásicas del campus de la Universidad Complutense colindante, los mensajes prendidos en las paredes y taquillas intercalan el ojo de Horus con el símbolo internacional del peligro por radioactividad. En la Unidad que dirige desde que echase a andar en 2009 se aplica la Medicina Nuclear para ensayar formas más eficientes de tratamiento y diagnóstico.
Uno de los proyectos que lidera Morcillo, la búsqueda de un diagnóstico precoz de la metástasis del cáncer de mama triple negativo mediante escáner PET, ha recibido una de las seis Ayudas a Equipos de Investigación en Biomedicina que ha concedido la Fundación BBVA en 2018. Completan el equipo BREIMPET Marta Oteo Vives, Natalia Magro Calvo, Marta Ibáñez Moragues y Eduardo Romero Sanz por parte del CIEMAT, así como Jorge Luis Martínez Torrecuadrada y Cristina Penalba Vicente por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y finalmente Luis Ángel Fernández Herrero y Alicia García Arroyo del CSIC.
El enigma que tratan de resolver tiene que ver con la complejidad del cáncer de mama triple negativo. Su nombre viene del hecho de que no presenta ninguno de los tres biomarcadores ( receptores de estrógeno, progesterona y HER2) que hacen que otros tipos de carcinoma mamario tengan mayores posibilidades de tratamiento, como la terapia hormonal y los fármacos dirigidos. No deja otro recurso que la quimioterapia y la radioterapia, e incluso entonces las posibilidades de comprobar la eficacia del tratamiento son escasas en comparación. Constituye el 10-20% de los casos, y en el caso de producirse metástasis, tiende a ser fulminante.
"Es de los tumores más agresivos" - confirma Morcillo. "¿Por qué? Porque tiene la capacidad de propagarse fuera de la mama, es decir, que puede producir metástasis en diferentes partes del organismo: hueso, hígado, pulmón... y cerebro. Prácticamente la mitad de las metástasis que sufren las pacientes de triple negativo sucede ahí". La supervivencia depende por tanto de que la metastatización sea detectada lo más tempranamente posible, para lo que se recurre a técnicas de imagen estructurales como la TAC, la resonancia magnética nuclear, la radiografía o la ecografía.
Y es en este paso en el que el CIEMAT aporta su experiencia con una técnica nuclear, la tomografía por emisión de positrones (PET). El escáner que nos presenta el bioquímico tiene, quizás por asociación de ideas, un aire de sarcófago. El sujeto de estudio, un roedor sedado, va a ser introducido mediante una minúscula camilla en el interior del aparato, en donde se va a tratar de obtener la "fotografía" de las células cancerígenas en pleno proceso de metástasis. Para conseguirlo, el equipo de Morcillo cuenta con su propia baza, fruto de su prolongado trabajo con la herramienta.
"Nosotros empezamos una colaboración con el CNIO para el diagnóstico de un cáncer de cerebro muy agresivo, el glioblastoma" - rememora. "Para ello nos fijamos en una proteína que se sobreexpresa en la membrana de las células del tumor, una metaloproteasa que degrada la matriz extracelular y favorece con ello la aparición de metástasis". Este fenómeno indica el lugar en el que se está produciendo el cáncer y servirá de biomarcador. Ahora solo hace falta una "sonda" para alcanzarlo, y también la tienen: un anticuerpo que reacciona específicamente con este proceso. Pero queda el paso final, que consiste en poder observarlo. Por ese motivo, el anticuerpo incorpora un isótopo que emite radiación visible a través del tomógrafo.
Anticuerpos de dromedario
Desde el momento en el que se introduce radioactividad en el organismo, los costes para la salud pueden rápidamente superar a los beneficios. "Los anticuerpos son proteína grandes y permanecen mucho tiempo en el organismo. Y por tanto, la emisión radiactiva del isótopo también" - explica el especialista. "Por lo tanto, lo que nos interesa es tratar de crear anticuerpos más pequeños, o bien fragmentar el que tenemos, e incorporar isótopos radiactivos de vida más corta, que se desintegren antes y eviten ser perjudiciales para el ser humano".
Y es ahora cuando aparecen los dromedarios: un grupo de camélidos va a servir para fabricar esta segunda generación de anticuerpos, más sencillos que los de otros animales y tan pequeños que reciben el nombre de nanobodies. Morcillo ilustra el proceso: "Vamos a coger una parte pequeña de esa proteína biomarcador e inmunizarles para que produzcan anticuerpos, que en su caso son muy pequeñitos. Los nuestros son moléculas muy grandes que no atraviesan la barrera hematoencefálica hasta que la ha alterado el tumor. Pero estos anticuerpos chiquititos que van a recibir los roedores van a poder darnos una fotografía en cuanto ocurra la metástasis en el cerebro".
Ciencia por crowdfunding
Hay un punto en el que insisten los investigadores del CIEMAT: todos los elementos del proyecto, desde los animales -criados y mantenidos de acuerdo a la estricta normativa ética de animales para investigación, subrayan desde el centro- al propio isótopo se producen en casa con el objetivo de ahorrar costes. "Los generamos en el laboratorios para no tener que comprar los que se fabrican en ciclotrones -un acelerador de partículas-, que es una técnica muy compleja y muy costosa. Nuestro fin es el de poder disponer al lado del PET de un generador de radionucleidos, en nuestro caso Galio-68, con el que podemos marcar diferentes anticuerpos e inyectárselo directamente al paciente".
Los costes han sido una obsesión desde el principio: el proyecto original sobre el glioblastoma no hubiese echado a andar en 2014 de no ser por Precipita, la plataforma de financiación por micromecenazgo lanzada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). "Fue un aporte pequeño pero importante" - valora el jefe de investigación. "Lo que hemos estado haciendo desde entonces es tratar de acceder a convocatorias, públicas y privadas, nacionales e internacionales para continuar con el proyecto. Ahora, gracias a la Fundación BBVA, sí hemos conseguido una ayuda importante y esperamos avances muy relevantes en comparación con los años anteriores".
Pero es que incluso cuando hay fondos, lamenta Morcillo, las trabas no terminan. "¡No podemos gastar el dinero que obtenemos en convocatorias!" - se desespera. "En otro proyecto, financiado por la Comunidad de Madrid, podíamos contratar una persona para hacer incluso su tesis doctoral desde el día 1 de julio. ¡Pero todavía no hemos recibido la autorización para hacerlo! Y el proceso administrativo, que va de sacar una convocatoria pública hasta que pueda estar trabajando aquí, va a tardar varios meses. Y estamos hablando de una persona que viene a aprender".
Así, tiene "dos cosas importantes" que pedirle al Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades que ha echado a andar bajo Pedro Duque. "Esperamos recuperar el control económico-financiero que teníamos antes, sin la Intervención General de la Administración del Estado a los OPIs sectoriales". Los problemas en nuestro sistema científico, insiste, no son solamente por el porcentaje de dinero del PIB que se invierte en I+D, aunque ahí reside la segunda solicitud. "Por supuesto, se tiene que mejorar y, como mínimo, duplicar".