Canción de cuna para las células del cáncer: el proyecto español para dormir a la metástasis
- La bioquímica madrileña Paloma Bragado trabaja en cómo emplear el ciclo circadiano de las células malignas para mantenerlas inertes.
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El cáncer es un adversario formidable para la humanidad. Es capaz de amagar la retirada ante las armas de las que disponemos para regresar fortalecido después. La quimioterapia, la radioterapia y la cirugía pueden acabar con un tumor primario, pero en casos como el carcinoma de mama mestastásico, las células cancerosas se habrán extendido por el organismo de la paciente, aguardando el momento para desencadenar un metástasis fatal.
"Este concepto que manejamos es el de dormancy, que en español denominamos quiescencia: el hecho de que las células permanezcan vivas pero inertes" - explica Paloma Bragado Domingo (Madrid, 1980), doctora en Biología Molecular y Bioquímica por la Universidad Complutense de Madrid. "Las células se habrán diseminado desde el tumor primario a otras zonas del cuerpo. Es un entorno ajeno para ellas así que se quedarán quietecitas, hibernando, hasta que se produzca un hecho como una inflamación que las reactive".
El proyecto de Bragado, que ha conseguido una de las Becas Leonardo 2018 concedidas por la Fundación BBVA para proyectos científicos y culturales, trata de prever en qué momento las células malignas van a salir de su letargo. "Porque ahora, para cuando las detectamos, ya se está produciendo la metástasis y no hay nada que hacer" - explica la investigadora. "Estudiamos cómo cánceres de mama -especialmente tumores luminales A y B- diseminan estas células, y qué tiempo de quiesciencia tienen. Es más corta cuanto más agresivo es es el cáncer. En el caso del de páncreas, todo va tan rápido que no da tiempo ni a observarlo".
Pero, ¿cómo conservan estas células la homeóstasis, es decir, su integridad, hasta el momento de despertar en lugar de sencillamente morirse? La clave está en algo que compartimos con ellas: los ciclos circadianos que regulan el patrón de sueño/vigilia del organismo. En su estancia posdoctoral en la Escuela de Medicina Mount Sinai de Nueva York (EEUU), Bragado trabajó en el laboratorio de Julio Aguirre-Ghiso, el "pope de la dormancy" en sus palabras. Y ahí es donde dieron con el gen Tec-2, que expresa el 'ciclo del reloj' del cáncer.
Un reciente estudio acaparó recientemente titulares al relacionar los ciclos circadianos con el cáncer: cenar antes de las diez de la noche -o dos horas antes de acostarse- prevendría contra carcinomas de mama o de próstata. "Ya sabíamos que los trabajadores nocturnos tienen un mayor riesgo de sufrir determinados tumores" - confirma la bioquímica. "Nuestra hipótesis se centra en cómo un cambio ambiental, como la alteración de los ciclos circadianos por pasar a un turno de noche o el estrés, pueden reactivar las células metastásicas en supervivientes de cáncer y provocar un nuevo tumor".
Su proyecto, por tanto, tiene una doble vertiente. Por un lado, la de "diseñar biomarcadores que nos permitan localizar esas células cancerosas en el momento en el que empiezan a dividirse, convirtiéndose en pequeños núcleos activos". Y por el otro, el desarrollo de terapias que se enfrenten a situaciones que a día de hoy son incurables, tratando de volver a inducir la quiescencia y frenar la metástasis antes de que ocurra.
"Necesitamos un mínimo de estabilidad en España"
La doctora Bragado hace gala de una cordialidad envidable: uno está tentado de sentir ternura por estas células al escucharla describir cómo se acuestan y despiertan, como si fueran personajes entrañables en lugar de una terrible patología. A la pregunta de qué tal ha sido volver a España, responde con una maravillosa carcajada que dura no menos de doce misisipis. "He tenido mucha suerte" - explica cuando se repone obtuve una beca de la Fundación Cellex, otra de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) y ahora la Leonardo de la Fundación BBVA. Pero somos muchos, y muy buenos, y hay muy poca financiación para todos".
La bioquímica se considera afortunada de haber estado en el lugar y momento adecuados. "Mi línea de investigación es muy puntera, es la de la semilla de la mestástasis. Todos estamos trabajando en eso porque el foco ha pasado de centrarnos en la masa tumoral a las células diseminadas. También porque hemos desarrollado una tecnología mejor para observarlas de forma aislada. Y también ha influido el Premio Nobel de Medicina a Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young por sus descubrimientos sobre el mecanismo de los ciclos circadianos en el organismo".
Es investigadora contratada del Institut d’investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS) y, según cuenta, tanto la relación con los hospitales -en su caso, el Clínic de Barcelona- como el acceso a la tecnología no le van en absoluto a la zaga a su experiencia neoyorquina. "La diferencia está en la financiación" - explica. "Y no me refiero a que ahí obtenías millón y medio de dólares para un proyecto y aquí, siendo proactiva y acudiendo a instancias europeas, consigues como mucho 300.000 euros".
Lo que realmente reclama la investigadora es una estructura de carrera investigadora que aporte "estabilidad". Volver para quedarse es difícil, lamenta. "De 30 que nos fuimos, solo cinco seguimos en la investigación. Necesitamos un Pacto por la Ciencia y el desarrollo de la Ley de carrera investigadora que nos dé un un mínimo de seguridad. En EEUU hay convocatorias fijas tres veces al año, pero en España no sabemos ni cuándo será la de este año".
España es muy competitiva en biotecnología a nivel internacional, destaca. "En el último congreso sobre dormancy estábamos los estadounidenses, los alemanes y nosotros. Pero asociaciones como la AECC y entidades como La Caixa o BBVA son las que están haciendo el trabajo de reunir el dinero. Necesitamos más compromiso por parte del Estado, y tener un ministro de Ciencia e Investigación que ha hecho ciencia en el sector público y en el privado debería permitirnos establecer un sistema mejor" - concluye.