Sorpresa. El amor en los tiempos de Tinder es exactamente igual de patriarcal que su alternativa sin conexión -la vida real- o los productos culturales que perpetúan estereotipos tóxicos. Los hombres se ven atractivos hasta los 50, mientras que las mujeres empiezan a dejar de serlo desde los 18. Por si fuera poco, sus usuarios masculinos son ligeramente racistas.
Son algunas de las conclusiones extraídas de este artículo publicado en el último número de Science Advances, que analizó los comportamientos de hombres y mujeres heterosexuales usuarios de una web de citas online de cuatro metrópolis estadounidenses (Boston, Nueva York, Chicago y Seattle) durante un mes.
El estudio demuestra cómo el atractivo de las posibles parejas del sexo opuesto aumenta o disminuye dependiendo de variables sociodemográficas: en este caso son la edad, la raza y el nivel educativo. Pese a la dificultad de hallar una metodología adecuada, el estudio refleja algunos resultados bastante problemáticos.
No debería de sorprendernos, porque estos sesgos se ven constantemente en series y películas: ellos (digamos Richard Gere, Harrison Ford o Ricardo Darín) interpretan durante las últimas etapas de su carrera a personajes que salen con mujeres mucho más jóvenes. Esto no supondría un problema si se diese la situación inversa, pero ésta es muy inusual en la pantalla grande. El tabú, aparentemente, se ha trasladado a las citas reales.
El sesgo no se queda solamente en la edad. Las mujeres asiáticas triunfan mucho más que las afroamericanas -latinas y blancas empatan en la segunda posición-. Un fiel reflejo del racismo institucionalizado, presente en las relaciones íntimas, que han denunciado en la última década intelecutales como Chimamanda Ngoze Adiche en Estados Unidos.
En el caso de ellas, las posiciones respecto a la raza son bastante más homogéneas. Las mujeres también difieren de los varones en que valoran progresivamente a un hombre cuanto más alto sea su nivel educativo, pero su éxito entre ellos es menor si cuentan con una educación de posgrado. ¿Ausencia de clasismo o machismo encubierto?
Los investigadores del estudio reconocen que no es posible diseñar una escala para medir el atractivo de una persona: se trata de un conjunto de características muy subjetivas que dependen de la visión personal de cada usuario.
Para clasificar de forma cuantitativa el atractivo de los participantes del estudio, el equipo de Elisabeth E. Bruch y M.E.J. Newman empleó un método basado en la herramienta de algoritmos matemáticos que emplea Google para indexar sus búsquedas. Cada nodo o usuario era numerado del 1 a n -siendo n el número total de usuarios de la red- y posteriormente se le asignaba una puntuación de deseo como incógnita de la ecuación, dependiendo del número de mensajes que recibiese.
Se trata de una fórmula parcialmente sesgada, que conduce a una de las conclusiones más problemáticas del estudio. Los investigadores afirman que los participantes suelen autoasignarse un determinado nivel de atracción, y a partir de ahí establecen contacto con una u otra persona que consideran tan o ligeramente más atractiva (hasta un 25%).
Ligar en el mundo virtual también sigue ciertos patrones tradicionales bastante discutibles. Los investigadores afirman que son ellos los que establecen el primer contacto (en un 80% de las ocasiones), mientras que ellas se muestran mucho más selectivas a la hora de responder. Las chicas, además, emplean un mayor número de términos positivos si tienen interés por una pareja potencial. Ellos no solo no tratan de comunicarse de forma más amable, si no que se expresan con términos más negativos si les gusta la chica en cuestión. La falta de educación afectivo-emocional ha llegado a la Red.