El dicho popular "Del cerdo se aprovecha todo, hasta los andares" apunta a la realidad de que probablemente sea el animal al que se pueda sacar más provecho para el consumo humano; pero, en un futuro, no será el único. Varios científicos están investigando para producir carne, sin necesidad de matar un animal, ni desechar ninguna parte de su cuerpo.
Se trata de la carne artificial, que recibe varios nombres: carne cultivada, carne in vitro y clean meat. "Es tejido animal real, que se cultiva en una instalación científica. En lugar de alimentar y luego matar a un animal, podemos crear solo la carne que queremos comer", explica Matt Ball, portavoz de The Good Food Institute (GFI) a EL ESPAÑOL. Esta organización estadounidense -que agrupa a varias empresas especializadas en carne cultivada- investiga para crear carne, lácteos y huevos en laboratorio.
Así, los científicos extraen las células originales de una parte del cuerpo del animal -sin necesidad de matarlo- y las multiplican -pretenden que hasta el infinito- para llegar a producir carne animal. Por lo tanto, no proviene directamente del cuerpo de un mamífero u ovíparo, sino que es un tejido artificial que nunca ha formado parte del animal y proviene del cultivo de las células musculares extraídas previamente.
De este modo, Ball explica desde EEUU que se asemeja a técnicas que han utilizado "durante décadas los médicos para hacer crecer el tejido humano para su uso en trasplantes. Por ejemplo, se pueden cultivar tejido adiposo para personas que han sufrido quemaduras; y otros tejidos para personas que tengan el corazón dañado".
¿Carne de verdad?
En este punto del artículo, probablemente el lector se esté preguntando: "¿Es carne de verdad?", a lo que el estadounidense responde rotundamente: "Sí". "Si utilizas un microscopio y observas las células de este tipo de carne, puedes ver las mismas células que en animales. Si nos fijamos en el ADN, se ve que es el mismo ADN". Incluso se aventura a decir que no solo tiene "el mismo sabor que la carne de un animal completo, si no mejor".
La gran diferencia de este tipo de carne es que, al no provenir de un animal, no tiene ningún contacto con los intestinos, lo que "significa que no hay heces y, por lo tanto, no hay contaminación fecal", explica Ball. "La producción de la carne in vitro tampoco necesita antibióticos [como los que sí se han de suministrar a los animales reales para tratar infecciones]", afirma. "Cabe destacar que, en este momento, la mayoría de los antibióticos que producimos no van destinados a curar a enfermos", añade, sugiriendo que su método también podría influir en una menor necesidad de estos fármacos a nivel global.
Para Rosa Porcel, doctora en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Granada, "en realidad sería más segura que cualquier otro tipo de carne". "Esta carne se haría en laboratorios cumpliendo las normativas de seguridad correspondientes y bajo unas condiciones controladas y estériles", subraya.
Asimismo, Porcel añade que los animales de los que se obtiene la carne actualmente, están expuestos a contaminaciones, enfermedades y el uso de antibióticos, situaciones que en el caso de la carne sintética no tendrían lugar.
Eso sí, la experta deja claro que, a pesar de la utilización de antibióticos en la ganadería, no hay rastro de esos fármacos en el producto que ponemos en la mesa, ni carne ni huevos ni leche: "Por ley, debe pasar un periodo de seguridad tras la exposición al antibiótico antes de sacrificar al animal, así que tranquilidad".
No está disponible en el mercado
Por el momento, este tipo de carne no está disponible en el mercado, pero se está investigando en varios países, entre ellos EEUU, Israel, Países Bajos y Japón. Lo que se ha conseguido hasta la fecha es desarrollar productos cárnicos como hamburguesas o nuggets de pollo. Para que la ciencia consiga crear el típico filete de ternera se necesitan más avances.
En este sentido, el portavoz de GFI expresa que los consumidores están listos para este tipo de carne. De hecho, afirma que el 40% de los estadounidenses están dispuestos a pagar más por ella.
Por su parte, Porcel explica que en el mercado español podría encajar. "Es carne, carne real. ¿Cuál es la diferencia?:el método de producción. Si tiene el mismo aspecto y propiedades similares a la que estamos comiendo ahora, no veo por qué no lo consumirían", destaca.
Sin riesgos
El mayor riesgo que contempla la bióloga molecular española se refiere a la comercialización. "Podría tener consecuencias negativas para los ganaderos, además de generar un retroceso en el desarrollo de zonas rurales, pero esto sólo pasaría si este tipo de carne llegara a sustituir completamente a la carne obtenida por los métodos actuales", explica.
La española no encuentra ningún riesgo para el consumidor: "Igual que contamos con un sistema muy efectivo de trazabilidad en los alimentos que te permite, entre otras cosas, gestionar cualquier posible riesgo de una forma más rápida y fácil, este tipo de producto también la tendría, así que no es algo que me preocupe".
Desafíos
La bioquímica plantea que existen "muchos desafíos que superar". "El reto es grande, porque no se trata de conseguir un sucedáneo de carne, sino carne real, como la que conocemos y la que disfrutamos a los que nos gusta comerla. Se debe perseguir la textura, el color, el sabor, la apariencia…", señala.
Asimismo, apunta a otro de los desafíos: "Ya que nos ponemos a crear un alimento, tratemos de hacerlo más saludable, ¿no? Es decir, sería interesante que, dado que la grasa es el componente que hace que la carne sea más sabrosa, se pudiera tratar de sustituir la grasa saturada que tiene actualmente por grasa mono y poliinsaturada, de mayor calidad, o bien menor cantidad de colesterol o más contenido de cualquier micronutriente deficitario".
Beneficios para el medioambiente
Ball explica que con la carne sintética se ahorrarían procesos que suponen un desgaste para el medioambiente.
Así mismo indica que para criar animales se necesita tierra, agua, fertilizantes, pesticidas y herbicidas y combustibles fósiles para mantener las granjas. Por ello, "la producción mundial de carne provoca más cambio climático que las emisiones de todos los aviones, trenes y automóviles del mundo".
"Los animales también producen una gran cantidad de estiércol. La competencia global para producir carne más barata ha llevado a un volumen actual de crianza animal industrial, que produce más excrementos que una ciudad, pero sin un sistema de alcantarillado o tratamiento de residuos. Este abono a menudo contamina el medioambiente y nuestra comida", concluye el estadounidense.
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