¿Qué lleva a personas adultas y raciones a defender en el siglo XXI que nuestro planeta no tiene una forma esférica sino que es un disco plano, algo ya refutado por los cálculos de Eratóstenes en el III a.c.? Un estudio publicado en agosto de 2018 en Current Biology relacionaba el conspiracionismo con un sesgo cognitivo denominado "pensamiento teleológico": la capacidad de ver pruebas por todas partes de que una 'mano invisible' está encubriendo una verdad irrefutable.
Hay otro motivo menos profundo: las teorías de la conspiración dan dinero. La mayoría del contenido 'terraplanista' que se difunde en redes es gratuito, impulsado por incondicionales como el rapero B.o.B.. Pero al calor de su popularidad han surgido organizaciones como la 'Conferencia Internacional de la Tierra Plana', y su último proyecto, un 'crucero terraplanista', promete ser su "mayor y más osada aventura". Hasta ahora, el cohete casero terraplanista ostentaba ese honor.
Embarcar rumbo al filo del horizonte no saldrá barato: los detalles no se han divulgado, pero la asistencia a los eventos que organizan en tierra firme -y plana- es onerosa. La entrada para la conferencia que se celebrará este año en Dallas (EEUU) asciende a 200 dólares para dos jornadas escuchando y debatiendo con youtubers y ponentes. Por el doble, obtendremos el pase VIP para saltarnos colas y sentarnos en primera fila, y la asistencia a una cena exclusiva con los speakers.
El crucero terraplanista contará sin duda con un calendario de actividades y charlas bien nutrido, pero echarse al mar presenta diversos problemas metodológicos para esta teoría. El primero que viene a la mente es el de: ¿qué pretenden encontrar al llegar al borde? ¿Una catarata por la que cae el agua del mar al espacio? ¿No temen caerse al acercarse para sacar la foto que demuestre de una vez por todas que la Tierra es plana y hemos sido víctimas de un gran montaje que involucra desde a la NASA a nuestros profesores de geografía?
El modelo terraplanista tiene una respuesta a esa cuestión, que de paso explicaría por qué los océanos no se quedaron secos hace tiempo si constantemente se están vertiendo por los extremos de este mundo-disco: la Antártida no es un continente, como de nuevo propagan las "mentiras globistas", sino un 'muro de hielo' que hace palidecer al de Juego de tronos ya que rodea por completo el borde y evita que nada caiga más allá.
Así lo ha desentrañado LiveScience escudriñando la Flatpedia, el recurso de la Flat Earth Society (Sociedad de la Tierra Plana). "La Tierra tiene forma de disco con el Polo Norte en el centro y la Antártida como un muro en torno al borde (...) Hasta donde sabemos, nadie ha logrado ir mucho más allá del muro de hielo y ha regresado para contarlo. Lo que sabemos es que rodea a la Tierra, sirve para contener nuestros océanos y ayuda a protegernos de lo que sea que hay más allá".
Los foros conspiracionistas están cuajados de fotografías que demuestran la existencia de este "muro de hielo", que no son otra cosa que las imágenes de barcos pasando junto a las grandes láminas de hielo antártico que, al desprenderse de forma cada vez más frecuente debido al calentamiento de las aguas, dejan grandes cortes verticales que semejan murallas. En cualquier caso, los participantes del crucero terraplanista encontrarían "evidencias" suficientes para dar el viaje por bueno con tal de navegar por latitudes lo bastante al sur.
Pero hay otra problemática: el mero hecho de pilotar un barco es contradictorio con la posibilidad de una Tierra Plana, porque las posiciones y rutas se determinan por GPS. Y este sistema depende de 24 satélites en la órbita de un planeta, efectivamente, esférico. "Bastarían tres satélites para determinar la posición si estuviéramos todos en la misma cara de la Tierra, pero eso no es suficiente para alguien que está más allá de la curvatura, al otro lado del mundo"- explica el experto marítimo Henk Keijer en The Guardian.
En puridad, por tanto, el crucero terraplanista debería rechazar el posicionamiento por satélite para zarpar rumbo a la aventura, pero ahí encontrarían el que probablemente fuera el escollo final: ningún tripulante profesional estaría por la labor. "He recorrido dos millones de millas marítimas, más o menos"- rememora Keijer al diario, recordando su época al timón de cruceros. "No me encontrado con ningún capitán que creyese que la Tierra es plana".
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