Entre las fotos más famosas de la historia de la ciencia hay que contar las de las conferencias Solvay, porque juntaron a algunas de las mentes más brillantes de la primera mitad del siglo XX. Ahí estaban Albert Einstein, Marie Curie, Max Planck, Erwin Schrödinger, Wermer Heisenberg… Eran el dream team de la investigación y se reunían para avanzar en grandes cuestiones de la química y la física.
Si nos fijamos en la de 1930, en primera fila aparece un español, está sentado en tercer lugar empezando por la derecha. Parece cómodo a pesar de que es su primera vez, rodeado de premios Nobel dispuestos a tratar el tema que él domina: el magnetismo. Se llama Blas Cabrera Felipe y es el padre de la física moderna en España, pero la historia le ha tratado tan mal que sus compatriotas apenas le conocemos. Y no es que se hubiera colado en la foto, sino que entró por la puerta grande, propuesto directamente por sus amigos Albert Einstein y Marie Curie.
A este canario, nacido en Arrecife (Lanzarote) en 1878, le cambió la vida otro insigne científico, Santiago Ramón y Cajal, cuando estudiaba Derecho en Madrid y le convenció para dejarlo y matricularse en Física. En 1905 ya era catedrático de Electricidad y Magnetismo en la Universidad Central de Madrid. Pocos años más tarde estaba en Suiza como discípulo del gran experto en magnetismo de aquel momento, Pierre Weiss. Allí entabló su amistad con Einstein y empezó a consolidarse entre los grandes.
En 1923 el famoso físico alemán realiza una larga visita a España en la que su amigo ejerce de anfitrión. A pesar de que en todos sus actos estuvo rodeado por la alta sociedad y por científicos relevantes, probablemente nadie o casi nadie comprendía sus teorías salvo el propio Cabrera, que ese mismo año publicó el libro Principio de Relatividad. Las visitas de Marie Curie a España también contaron con el mismo guía.
Aportaciones al magnetismo
Así que no es extraño verle en el sexto congreso Solvay, en el que pronunció la conferencia Las propiedades magnéticas de la materia. El físico canario se había dedicado a mejorar lo que se sabía sobre el magnetismo a través de ecuaciones sobre el átomo y de ensayos experimentales. De hecho, estuvo nominado al Nobel en dos ocasiones, en 1910 y 1930.
Su trabajo es tan importante que la Fundación Rockefeller de Estados Unidos decide financiar en Madrid uno de los centros de investigación más avanzados de la época en su especialidad, el Instituto Nacional de Física y Química, inaugurado en 1932, al que acudirán muchos físicos europeos.
La séptima conferencia Solvay, celebrada en 1933 y dedicada a debatir sobre la estructura del núcleo atómico, vuelve a contar con la presencia de Cabrera y ese mismo año fue nombrado secretario del Comité Internacional de Pesas y Medidas, con sede en París.
¿Qué podía truncar tan fulgurante carrera? El estallido de la Guerra Civil le pilla en tierras cántabras, como rector de la Universidad Internacional de Verano de Santander –antecedente de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo-, y huye en barco a Francia. Aunque consigue volver a un Madrid asediado, la situación no está como para dedicarse a la investigación científica, así que al poco tiempo se instala definitivamente en París. Nunca más volverá.
El pecado de ser apolítico
Blas Cabrera se considera a sí mismo apolítico, "totalmente alejado de nuestras luchas civiles, primero porque es el principio director de mi vida, y segundo, porque temía crear dificultades a personas muy allegadas de mi familia que intervenían en las dos Españas".
Pero no son tiempos para equidistancias, así que la República le retiró su sueldo de catedrático por no volver a España ni mostrar un apoyo explícito y cuando acabó la guerra el bando nacional tampoco le perdonó. En febrero de 1939, cuando aún no ha terminado la guerra pero Franco sabe que tiene asegurada la victoria, forma parte de una lista de catedráticos depurados por su desafección.
Sin embargo, el físico quiere volver e intenta cambiar su situación por medio de cartas al nuevo Ministerio de Educación Nacional en las que argumenta que jamás se había dedicado a otra cosa que no fuera la ciencia. No sirvió de nada.
Huida a México
Aún mantiene su cargo en el Comité Internacional de Pesas y Medidas con la oposición del Gobierno franquista y para colmo comienza la II Guerra Mundial y Hitler ocupa París. Así que dimite y se marcha a México en 1941. Cuatro años más tarde muere enfermo de párkinson.
Hace pocas semanas, el 30 de enero de 2019, volvió a formar parte de otra lista elaborada por un Gobierno español, pero esta vez para restituir su honor junto a otros seis académicos represaliados durante la Guerra Civil y la dictadura. Un acto con familiares y discípulos sirvió para devolverles simbólicamente sus medallas y reconocerles sus méritos.
Su hijo Nicolás Cabrera y su nieto Blas Cabrera siguieron sus pasos en la física con gran éxito internacional. Otra nieta, Mercedes Cabrera, fue ministra de Educación y Ciencia entre 2006 y 2009. También son conocidos sus hermanos, José Cabrera, que construyó la primera central nuclear española (Zorita), y Juan Cabrera, rector de la Universidad de Zaragoza.
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