Desde la instauración de la conocida como "dieta occidental", el sedentarismo generalizado no ha hecho más que aumentar entre la población general. Todo ello a pesar de las nuevas guías de ejercicio físico de Estados Unidos que son cada vez más "duras". Aconsejan cada vez una mayor cantidad de actividad física semanal que incluya ejercicios de fuerza al menos un par de veces por semana.
Actualmente, menos del cinco por ciento de la población general de Estados Unidos realiza más de 30 minutos de ejercicio físico a diario. En el caso de España, más del 19 por ciento de los individuos realizan actividad física a diario, según datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de 2015. Se trata de un porcentaje mucho mayor que el del país norteamericano, pero todavía no es el ideal.
Un doble estudio que implicó a ratones y seres humanos, sugiere que habría un culpable externo para dicha falta de actividad física: el fosfato inorgánico, un aditivo alimentario muy utilizado en la "dieta occidental". Este componente se encuentra en productos como la carne, los refrescos y algunos alimentos procesados.
Fosfato inorgánico, el aditivo culpable del sedentarismo
Según el nuevo trabajo, llevado a cabo por los científicos del Southwestern Medical Center de la Universidad de Texas y publicado en la revista Circulation, habría un claro vínculo entre el fosfato inorgánico y el sedentarismo, tanto en humanos como en ratones. El fosfato es un derivado del fósforo, un mineral que los humanos necesitamos para construir y reparar huesos y dientes, y que también contribuye al buen funcionamiento del sistema nervioso y la contracción muscular.
Dentro del procesado alimentario, la industria suele añadir fosfatos para mantener los alimentos frescos durante más tiempo, pero también para mejorar su sabor. Es común encontrarlo en carnes procesadas, en pescado enlatado, en bollería industrial y en refrescos. Normalmente, los riñones controlan la cantidad de fosfato que existe en la sangre y filtran el exceso hacia la orina. Si los riñones no funcionan correctamente, este exceso puede no llegar a filtrarse, y, por eso, algunos expertos han pedido catalogar este aditivo como "peligroso para la salud". Solicitan que se especifique la cantidad de fosfato agregado a los alimentos en el etiquetado.
Por otro lado, algunos estudios han demostrado que el mismo fosfato inorgánico puede aumentar el riesgo de muerte en individuos que sufren una enfermedad renal previa. Y, por si esto no fuese suficiente, algunos trabajos más recientes han identificado riesgos para la población general: el exceso de fosfato puede aumentar el riesgo de muerte varias causas pero, especialmente, por enfermedad cardiovascular.
En este nuevo estudio, el investigador Wanpen Vongpatanasin y sus colegas alimentaron a dos grupos de ratones con dietas similares, sin embargo, uno de ellos tenía un fostato extra equivalente al consumo medio de los adultos de Estados Unidos (tres o cuatro veces más fosfato de lo recomendado). Aquellos con exceso de fosfato sufrieron consecuencias: tras 12 semanas con una dieta enriquecida en fosfato, los roedores gastaban menos tiempo en la cinta de correr y expresaban una menor aptitud cardíaca respecto a los que tenían una dieta más saludable.
Así mismo, se descubrió que los ratones con exceso de fosfato en la dieta ralentizaron su metabolismo para quemar grasa. También sufrieron la alteración de cinco mil genes que ayudan a procesar la grasa y a hacer funcionar de manera correcta el metabolismo celular en general.
El fosfato también perjudica a los humanos
En la segunda parte del trabajo, los investigadores analizaron datos de 1.600 individuos sanos que habían usado monitores de ejercicio durante una semana, permitiendo a los investigadores controlar el nivel de ejercicio físico. A su vez, también se realizaron análisis de fosfato en sangre.
Según los resultados, los niveles más altos de fosfato en sangre se correlacionaron con mayor sedentarismo y menor tiempo gastado en "actividad física moderada o intensa".
Según el Wanpen Vongpatanasin, estos resultados resaltarían la importancia de presionar a la industria alimentaria para que especifique los valores de fosfato en los alimentos procesados. Aunque, por otro lado, también especifica que sería necesaria más investigación al respecto.