Margarita Salas, la bióloga que rentabilizó la ciencia española pero se quedó sin el Princesa de Asturias
La investigadora española más relevante sembró de millones el CSIC con una patente yformó a muchos de los grandes científicos de nuestro país.
8 noviembre, 2019 02:12Noticias relacionadas
La casualidad quiso que este jueves, en el aniversario del nacimiento de la mujer científica más grande de todos los tiempos, Marie Curie, se despidiera el gran icono de la ciencia española en femenino, Margarita Salas Falgueras, a sus 80 años.
Esta asturiana nacida en Canero en 1938, que comenzó su fabulosa carrera científica junto al premio Nobel Severo Ochoa, será recordada en los laboratorios porque su trabajo facilitó la producción de muchas copias de ADN, una técnica clave para realizar análisis genéticos, fundamentales hoy en día para avanzar en biomedicina y biotecnología.
Fuera de los laboratorios, Margarita Salas ha hecho mucho más que multiplicar el material genético. Trabajadora incansable, también multiplicó los beneficios del CSIC gracias a la patente más rentable jamás registrada en España, multiplicó la cantera de la ciencia española al formar a algunos de los investigadores más prominentes de la actualidad y multiplicó la visibilidad de las mujeres en la ciencia.
Desde la humildad que destacan quienes la trataron, la bioquímica más famosa de este país cogió la bandera de esta reivindicación, pero también de la necesidad de contar con una mejor financiación para la investigación española y de la importancia de la divulgación científica.
La última vez que se habló de ella fue el pasado mes de junio cuando recogió en Viena el Premio al Inventor Europeo 2019, concedido por la Oficina Europea de Patentes y Marcas, en la categoría Logro de toda una vida. Era la primera mujer española que lo conseguía y se llevó también el premio del voto del público, que fue lo que más le sorprendió.
Culminaba así una trayectoria científica que, dicen, comenzó cuando conoció a Severo Ochoa comiendo una paella. Ella era una joven estudiante que a raíz de ese contacto quedó prendada de la bioquímica hasta tal punto que, tras completar su tesis en Madrid bajo la dirección de Alberto Sols, acabó en el laboratorio de Ochoa en Nueva York en 1963 acompañada por su marido, el también investigador Eladio Viñuela.
Sin arrugas en el cerebro
El matrimonio regresó a España cuatro años después y pudieron seguir con su trabajo científico gracias a una ayuda que obtuvieron en Estados Unidos. Margarita Salas fundó el primer grupo de investigación en genética molecular de España y desde hace años su carrera ha estado ligada al Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO, centro mixto del CSIC y la Universidad Autónoma de Madrid). A pesar de que ya era octogenaria, allí seguía acudiendo como profesora ad honorem. Al igual que su admirada Rita Levi-Montalcini, decía que tenía arrugas en la cara, pero no en el cerebro.
"Aún estamos conmocionados", admite Lourdes Ruiz, directora de este centro, en declaraciones a EL ESPAÑOL. "Seguía viniendo diariamente al laboratorio salvo estos últimos días en que estuvo ingresada, se mantenía plenamente activa, seguía dirigiendo tesis y trabajos fin de grado. Su vida era el laboratorio y la ciencia. Ha tenido una trayectoria científica brillante, con grandes aportaciones a la ciencia básica y también a las aplicaciones de biotecnología", destaca.
El virus que la encumbró
Por supuesto, en esa carrera destaca el descubrimiento de la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29. "Es un virus que tiene una manera específica de replicar su material genético. El hallazgo de cómo funciona la enzima que replica el ADN del virus ha tenido una importantísima aplicación en biotecnología y en biomedicina", destaca Lourdes Ruiz.
En concreto, "ha permitido que en el laboratorio podamos conseguir grandes cantidades de ADN de cualquier muestra. Realmente, fue un antes y un después para facilitar y acelerar el proceso de los análisis genéticos y genómicos en el laboratorio".
La patente millonaria
Hasta hoy, la patente más rentable registrada en España es la patente europea nº 90.908.867 obtenida en 1989 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) gracias a la patente del trabajo de Margarita Salas con el virus Phi 29. Su plena explotación no llegaría hasta 2003 y sólo en los primeros años el propio CSIC calculó que había obtenido cuatro millones de euros.
La trascendencia de ese logro para la ciencia moderna explica los reconocimientos que recibió la asturiana: ha sido doctora honoris causa por más de una docena de universidades, ha logrado el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal y el Premio L’Oreal UNESCO a Mujeres en Ciencia, además de ser miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Nunca estuvo cerca del Nobel
¿Demasiado poco? Probablemente, nunca estuvo cerca del Nobel. "Desconozco si alguna vez alguna sociedad o alguna institución pensó en presentar su candidatura", comenta la directora del CBMSO, "es cierto que su hallazgo tiene una aplicación muy inmediata, pero no fue inesperado ni sorprendente ni cambió algún dogma científico", que es lo que suele valorar.
"Yo creo que ella siempre estaba esperando y deseando que le concediesen el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica, también por ser su tierra natal", opina Lourdes Ruiz, pero lo cierto es que tampoco obtuvo ese reconocimiento.
Los ‘Margaritos’
Muchos de los que fueron sus discípulos se cuentan hoy entre los grandes investigadores españoles. Entre los más destacados está la actual directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco. "Margarita nos enseñó a muchos científicos que la pasión por la ciencia puede ser un modo de vida, y una vida muy enriquecedora. La ciencia de nuestro país estará siempre en deuda con ella”, declara.
"También ha sido pionera en derribar los obstáculos a los que todavía hoy se enfrentan las mujeres en la ciencia. Me siento directamente afectada a nivel personal por la pérdida de la que considero mi 'madre científica', como lo fue para tantos investigadores a los que ayudó a crecer profesionalmente. Hoy los 'Margaritos', como nos gusta llamarnos sus discípulos, nos quedamos huérfanos. Pero siempre la llevaremos con nosotros", comenta Blasco en declaraciones enviadas a este periódico por el CNIO.
El legado de “rigor y energía”
En este centro trabaja también Marisol Soengas, que hoy es una de las investigadoras más relevantes en el campo del melanoma: "Todavía recuerdo cómo se le alegraban los ojos incluso con pequeños resultados que íbamos consiguiendo cada día. Su rigor y energía nos acompañará siempre", señalaba en Twitter.
Manuel Serrano (IRB), Luis Blanco (CBMSO), Fernando Rojo (CNB) o Carlos López Otín (Universidad de Oviedo) son otros de los investigadores españoles más destacados del campo de la biomedicina y la biotecnología formados con ella.
La Universidad de Burgos ha sido una de las últimas en nombrarla doctora honoris causa en un acto que tuvo lugar el pasado mes de marzo. La biotecnóloga Dolores Busto fue su madrina: "Fue una de las pioneras de la investigación científica en España en biología molecular, evidentemente, junto con Severo Ochoa; y una de las primeras mujeres científicas. Sin embargo, ella lo veía como algo normal, sólo destacaba su esfuerzo y su humildad, era una luchadora incansable reivindicando la financiación y una gran persona que además tenía una gran capacidad para divulgar".
La reivindicación de la mujer científica
Busto también destaca el papel que jugó en su vida Eladio Viñuela. Al contrario de lo que era habitual en su época y sigue ocurriendo hoy en día, fue el marido el que se apartó para que la esposa siguiera adelante. "Siempre tenía un recuerdo para su marido, también científico y biólogo molecular. Consideraba que él había sido muy generoso, porque empezaron en la investigación con el virus bacteriófago, con el que ella siguió toda su vida y le dio los grandes resultados científicos, Margarita decía que él se apartó, que se desvió hacia otra línea de investigación y la dejó con este tema".
Eso no le impidió denunciar que en sus inicios fue discriminada por ser mujer, ya que se pensaba que las féminas no servían para la investigación. Por eso su testimonio tenía más valor cuando se hablaba de mujer y ciencia. "Siempre ha destacado por eso, pero especialmente en los últimos tiempos, cuando este tema ha salido más a la luz", señala la directora del CBMSO. "Cuando yo decidí presentarme a la dirección de este centro me dijo que se alegraba, que ya les tocaba a las mujeres. Desde nuestra fundación, en 1975 solamente ella había sido directora, el resto habían sido hombres, así que estaba muy contenta con que hubiese una mayor visibilidad de la mujer en la ciencia", añade.
Una científica en la RAE
Uno de los aspectos menos comentados de Margarita Salas era su pertenencia a la RAE, rompiendo esa frontera difusa entre las letras y las ciencias. Quizá una de sus últimas aportaciones como miembro de la Comisión de Vocabulario Científico y Técnico haya sido ganar una pequeña batalla contra las pseudociencias, ya que después de 167 años la Real Academia ha dejado de denominar a la homeopatía "sistema curativo" para dejarla como simple "práctica", según informaba El País casi al mismo tiempo que se conocía su muerte.