Hace 84 millones de años, cuando los dinosaurios caminaban sobre la Tierra, nuestro planeta volcó sobre sí mismo. Para ser más precisos, se produjo un fenómeno denominado desplazamiento polar real, capaz de modificar la inclinación de un cuerpo celeste con respecto a su eje y provocar "tambaleos" según un nuevo artículo publicado en Nature Communications.
Un desplazamiento polar real ocurre cuando los polos geográficos -norte y sur- del planeta sufren un cambio significativo, provocando un vuelco de la corteza externa sólida sobre el manto superior líquido que protege al núcleo. Ni el campo magnético ni la vida sobre la Tierra se vieron afectados, pero las rocas desplazadas registraron la alteración en forma de datos paleomagnéticos.
"Imagina que observas la Tierra desde el espacio", explica el geólogo Joe Kirschvink, del Instituto de Tecnología de Tokio (Japón) y uno de los autores. "Un desplazamiento polar real daría la impresión de que el planeta se está inclinando hacia un lado, y lo que estaría ocurriendo en realidad es que la superficie rocosa -el manto sólido y la corteza- están rotando sobre el manto líquido y alrededor del núcleo externo".
"Muchas rocas registran la dirección del campo magnético local a medida que se forman, de manera similar a cómo una cinta magnética de cassete graba la música", explica el Instituto en un comunicado. Por ejemplo, los pequeños cristales de magnetita que forman el magnetosoma ayudan a varias especies de bacterias a orientarse y alinearse precisamente con el polo magnético. Al solidificarse la roca, quedan atrapados y forman "microscópicas agujas de brújula" que señalan dónde estaba el polo y cómo se fue desplazando a finales del Cretácico.
Además, este registro del campo magnético permite saber a qué distancia se encontraba la roca de los extemos: en el hemisferio norte, si fuera completamente vertical implicaría que estaba en el polo, mientras que si fuera horizontal, esto la colocaría en el ecuador. Las alteraciones direccionales en las capas correspondientes a las mismas eras indicarían que el planeta se estaría "bamboleando" sobre su eje.
Para localizar indicios del fenómeno, otro de los autores, el profesor Ross Mitchell del Insituto de Geología y Geofísica de Pekín (China), recordó un lugar perfecto que había analizado en su época de estudiante. Se trata del Lago de Apiro en los Apeninos, la cadena montañosa en el centro de Italia, en donde se pueden encontrar piedras calizas formadas precisamente en la época que les interesaba investigar: de hace 100 a 65,5 millones de años, la fecha aproximada de la extinción de los dinosaurios.
Como adelantaba la hipótesis del verdadero desplazamiento polar, los datos recogidos en la caliza italiana indican que se produjo una inclinación de unos 12 grados del planeta, antes de que la Tierra se corrigiera a sí misma. Después de inclinarse o "volcarse", nuestro planeta cambió de rumbo y terminó dibujando un arco de casi 25°, una "excursión total" y un "yoyó cósmico" según lo definen los autores que duró aproximadamente cinco millones de años.
Estudios anteriores que habían negado la posibilidad de un desplazamiento polar real a finales del Cretácico y apostaban por la estabilidad del eje terrestre en los últimos 100 millones de años "no habían recogido suficientes datos del registro geológico", apuntan los autores del trabajo. En un comentario, Richard Gordon, geofísico de la Universidad Rice en Houston, añade que "ésa es una de las razones por las que resulta tan refrescante ver este estudio, con sus abundantes y hermosos datos paleomagnéticos".