La sismología es, hoy por hoy, la principal ciencia para indagar sobre la estructura de nuestro planeta más allá de los doce kilómetros de profundidad récord que hemos sido capaces de perforar. El avance de estas técnicas está proporcionando revelaciones asombrosas en las últimas semanas: primero, el dato sobre la frenada de la rotación del núcleo de la Tierra -un fenómeno que no impactará sobre nuestro día a día pese a las especulaciones-, seguido de la notificación de anomalías sísmicas en la frontera entre el manto terrestre sólido y el núcleo externo líquido.
La clásica descripción geofísica de la Tierra podría tener que actualizarse ahora con una nueva capa. Según un artículo publicado en Nature Communications, los geólogos de la Escuela de Investigación de Ciencias de la Tierra de la Universidad Nacional de Australia (Canberra) habría logrado evidencias para respaldar lo que afirmaron hace más de un año: que existe un 'núcleo dentro del núcleo interno' ('Innermost inner core') en el centro de la Tierra. Se trataría de una bola de hierro sólido de 650 kilómetros de radio cuya presencia ha podido establecerse por ondas sísmicas.
El núcleo externo de la Tierra está compuesto de hierro y níquel fundido, mientras que el interno se mantiene en estado sólido pese a las temperaturas superiores a los 6.000 grados centígrados debido a la enorme presión ejercida en el centro. Esta región es de suma importancia para la vida en nuestro planeta, ya que genera la magnetosfera que protege la superficie de fenómenos como las tormentas solares. Sin embargo, los cambios en la velocidad de las ondas sísmicas al atravesar el núcleo hicieron pensar a los investigadores que podría contener estructuras diferentes.
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Indagar en el núcleo más profundo de la Tierra es "un desafío", admiten los científicos liderados por el profesor Thanh-Son Phạm, ya que no existen sondas sismológicas lo bastante sensibles para tomar muestras a tanta profundidad. Hay un método, sin embargo, que consiste en recurrir al sistema global de estaciones sísmicas para medir los cambios en las ondas provocadas por los terremotos a medida que reverberan por las capas internas del planeta.
Especialmente relevantes son dos estaciones prácticamente antipodales: una está en Alaska (América del Norte) y la otra en las Islas Sándwich (América del Sur), por lo que pueden medir ondas sísmicas que prácticamente cruzan el núcleo en "línea recta". Phạm y su colega Hrvoje Tkalčić pudieron registrar así ondas que reverberaron a lo largo del diámetro de la Tierra hasta cinco veces. El paso por el núcleo reveló modificaciones en la anisotropía, el cambio de velocidad según la dirección.
Esto les permitió determinar que tras la primera capa del núcleo interno se encuentra otra más densa, formada por una distinta alineación estructural del metal al cristalizar bajo presión. Las diferencias en los dos niveles del núcleo podrían deberse a dos fenómenos de enfriamiento distintos ocurridos durante el nacimiento de nuestro planeta en un pasado remoto. Sus siguientes estudios, plantean, se dirigirán a entender la transición entre estas dos capas.
"El núcleo interno de la Tierra apenas supone un 1% de su volumen total, pero es una cápsula del tiempo de nuestro planeta", escriben Phạm y Tkalčić. "A medida que el núcleo crece, el calor latente y los elementos ligeros liberados durante el proceso de solidificación alimentan la convección del núcleo externo líquido, que a su vez mantiene la geodinámica. Y aunque el campo geomagnético pudo ser anterior al nacimiento del núcleo, los cambios en el centro de la Tierra pueden relacionarse con alteraciones en la magnetosfera. Estos, a su vez, han podido tener una profunda influencia en la evolución de la Tierra y el ecosistema que alberga".